Me pregunta usted ¿cómo me siento? cada vez que me ordena ir sin ropa interior.
A decir verdad, aún tengo que hacerme a la idea de todo esto de tenerle que obedecer y cumplir ciertas normas, acostumbrarme a pensar que si hago algo mal habrá castigo o "corrección" como a usted le gusta llamarlo.
Aún me tengo que acostumbrar a no poderle tutear, ni mirar, ni tocar, ni hablar directamente sin permiso, etc., pero creo que tengo un buen maestro que me sabe guiar.
¿Cómo me siento cada vez que me da usted esa orden?
Al principio, extrañada e incluso algo nerviosa, sobre todo al principio cuando no sabía porqué me la daba, ahora ya empiezo a verle el sentido y creo que puedo decir que, sólo de pensar en querer ser buena para poder verle, tenerle y hacerle feliz, poder merecer que esté orgulloso de mí, poder cuidarle y mimarle, ser capaz de saberle y poderle complacer, ya lo es todo para mí.
La expectación que genera esa situación para mí es, sin duda, excitante, hace que deseé sus caricias, sus besos, sus lametones, de una forma que jamás me la hubiera esperado, aunque siempre estoy dispuesta para usted.
Su poder, su fuerza, su autocontrol y sus decisiones, me afectan personalmente, motivándome cada día más a querer ser aún mejor de lo que fui ayer, antes de ayer y durante el resto de mi vida, sabiendo que esa forma de actuar hacía mi y mi reacción, le afectan a usted directamente también.
Usted hace, que poco a poco me quiera más a mí misma, que me vea con otros ojos, que sea capaz de explorar mi propia sensualidad y sexualidad por mí y a la vez por usted, con lo que eso se traduce en su felicidad.
Se abre un mundo nuevo ante mí, un mundo que antes nunca hubiese soñado en conocer jamás.
Nunca me sentí de esta manera en toda mi vida.
No sé cómo ni por dónde empezar a explicar lo que siento, cómo me siento.
De siempre me he visto y habría jurado verme en todo mi futuro, como una persona buena, sensible, comprensiva, bastante paciente, con capacidad de escuchar, con capacidad de saber comportarme donde y con quien quiera que estuviera, capaz de realizar todo lo que me propusiese siempre y cuando estuviera en mi mano el poder de la decisión, valiente; aunque como todas las personas, siempre he tenido mis momentos de no sentirme así en algún aspecto de la vida, dudando de cosas, dudando de mi misma.
Debo reconocer, que físicamente jamás me valoré, no por cómo soy, sino porque me hubiera gustado poder lucir siempre bella y porqué no, que la gente se fijara en mi, no por mi apariencia, sino por mi belleza.
Pero como sé cómo es la sociedad en la que vivimos actualmente, cada día tengo que vestirme con mi chaleco antibalas y mi caparazón a prueba de puñetazos, patadas y machetazos, para así no mostrarme realmente cómo soy.
Debo mostrarme firme, segura, decidida, con carácter.
Pero hasta ahora me preguntaba, ¿de qué o para qué servía tanto esfuerzo?.
Ahora creo que lo podré aprender.
No lo sabía, pero creo que ahora entiendo que llevaba toda mi vida buscando a esa persona, que me diera esa confianza real, esa seguridad, esa firmeza que realmente a veces no siento como mía.
Estaba buscando a alguien que me guiara y me enseñara, así como también que me cuidara y me mimara.
Alguien con esa capacidad de firmeza, de seguridad, que impusiera respeto (que no miedo), alguien comprensivo y cariñoso, pero duro cuando no haga las cosas bien.
Ese alguien, que supiera hacerme suya en cuerpo, mente y alma, que fuera capaz de desnudar mi alma y mirar a través de ella, haciéndola suya también.
Sé que he encontrado a esa persona que necesitaba y sé con toda certeza, que quiero y necesito verla, tenerla y hacerla feliz siempre, quiero ser capaz de complacerle, que sienta orgullo de tenerme a su lado, al igual que él es el mío.
Admiración, respeto, cariño y deseo de complacer siempre, es lo que debe sentir una sumisa hacia su amo.
Debe saber dónde está su lugar, cuál debe ser su manera de comportarse respecto a él.
Mostrarse siempre humilde, fiel y sirviente.
Debe hacer las cosas que él le ordene sin dudar.
Pero si una no está de acuerdo en el momento que sea, cuando se aplica un castigo, puede preguntar ¿cual es la razón para ello?, aunque jamás debe evitarlo, porque de ser así, puede ser incluso peor.
Un castigo puede ser por placer o por castigo realmente.
Un castigo educativo puede ser tanto mental como físico.
Los físicos duelen dependiendo del grado de dureza con que se tenga que aplicar, sin sobrepasar nunca los limites establecidos y siempre y cuando se sepa cómo aplicarlos, al fin y al cabo es sólo físico, después de unos días puede pasar la molestia.
Pero ¿cómo saber dónde están nuestros límites?.
Los mentales por supuesto, son más difíciles de aplicar, porque requieren de mucha psicología.
Así, ahora, creo que empiezo a entender y creo que es lo que necesitaba en mi vida.
Caminando deprisa por la calle, tuve la sensación de ser observada, pero no tenía tiempo de mirar alrededor y asegurarme, tenía prisa por llegar a casa puesto que llegaba tarde y era de noche.
Corría por la calle con la intención de coger a tiempo el autobús y no permitirme llegar aún más tarde.
Cuando conseguí montar al autobús, pude ver y sentir que alguien me observaba, pero no sabía si eran paranoias mías o era real.
Con el agobio, las prisas y los nervios metidos en el cuerpo, sin querer me dejé pasar dos paradas de distancia de mi casa y en cuanto me di cuenta, enseguida reaccioné, quise bajarme tan deprisa del autobús, que casi me caigo de bruces contra el suelo si no llega a ser por ese alguien, que se había adelantado a mi y me tendió sus brazos.
Estaba muy serio, vestido con un elegante traje negro y camisa blanca.
Sentía cómo me tenía aferrada entre sus brazos y me intimidaba.
Le agradecí el gesto y quise hacer que me soltara, pero lejos de conseguirlo, aún me sujetó con más fuerza.
Me preguntó a dónde iba con tanta prisa, haciéndome sentir que no me soltaría hasta decírselo, aunque lo intentara y realmente intenté escapar de él, pero me resultó imposible.
Al final no me quedó más remedio que decírselo y sin bajarme de sus brazos, me trajo hasta casa.
Por el camino intenté escapar, zafándome de sus brazos, chillándole por el camino, pero lejos de conseguir mi objetivo, lo único que obtuve fueron un par de azotes a mano abierta y hacer que me ordenara que me callase.
Una vez en mi puerta, me bajó de sus brazos, tapándome la boca.
Diciéndome que él no vivía en mi zona, pero que era quien me había estado observando durante todo el camino y había hecho todo aquello por mí, porque le había preocupado verme en aquel estado y quería asegurarse de que todo estuviera bien.
Dicho eso, me pidió el número de teléfono y me dejó ahí plantada, temblando, con la mente en blanco sin saber que pensar de lo que había ocurrido.
Me desperté sintiendo mi propia respiración, sonaba fuerte y entrecortada.
Hasta ahora recorrí un sendero incierto, lleno de dudas e interrogantes; a veces preguntaba cuál era el camino correcto y a veces obtenía respuesta, pero otras no.
Desde el comienzo no creí en cuentos de princesas y caballeros, porque sabía que en la vida real no existen y si te ilusionas con ello, después llega el batacazo.
Pero sin saberlo, mi vida me ha traído hasta este punto, donde se me muestra ante mis ojos, un mundo alternativo sólo para valientes, ¿lo soy?, ¿lo merezco?.
Descubrí que aunque el tiempo vivido jamás es en vano, siempre había sentido que me faltaba ese algo, esa chispa que le diera luz y color a mi vida.
Y un día, de repente le vi, ahí estaba Él, escondido entre las sombras de mis construcciones y mis ruinas, en silencio, aguardándome.
Se acercó a mí despacio, calculando cada paso, midiendo cada palabra, me tendió su mano y me pidió que le siguiera.
De repente sentí esa punzada de instinto que hasta ahora se había mantenido dormido, a su lado me sentí a salvo y supe que por fin, había encontrado a ese alguien que de verdad sabría guiar mis pasos, por lo que acepté seguirle y entregarme a Él.
Desde entonces está a mi lado, vigilándome, escoltándome, caminando a mi lado y no delante ni detrás de mí, con mi mano sostenida en la suya.
Con Él aprendo, crezco, medito y razono, mi alma se siente tranquila y feliz, orgullosa de su compañía y maestría.
Él, con su armadura y su espada, quitó mis miedos, rompe cadenas que me atan a cosas o situaciones un tanto complicadas y crea otras nuevas que me atan a Él, pero con las que me siento totalmente libre, mi ente levita sobre mi pequeño cuerpo y se hace grande.
Él es mi caballero de armadura blanca.
Pero también es, mi caballero oscuro.
Quien logra meterse en mi cerebro y perderse entre mis pensamientos, bajando hacia mi corazón y envolviéndolo entre pétalos de rosas rojas y espinas.
Es quien con su firmeza y su pasión, doma en secreto, a la fiera salvaje que llevo dentro, convirtiéndola en su perra fiel e inseparable, la sumisa que siempre le complacerá, servirá y cuidará, entregándole todo de su ser hasta su última gota de sangre.
Él es quien cabalga las noches conmigo, quien me hace completamente suya tomando de mí todo lo que necesite, saciando mis ardores, mis pasiones, mi sed de Él, de su cuerpo, con su propia pasión y su propio fuego.
Él y sólo Él, consigue hacerme visitar el infierno para después catapultarme directa al cielo, en el éxtasis de su deseo.
SU ALMA
Pensaba muchas veces en aquel hombre, era raro, porque apenas sabía nada de él, pero así era su realidad. Imaginaba cómo serían sus encuentros, como sería castigada, quizás penetrada a la fuerza, obligada a hacer todo aquello que le desagradaba para poder obtener el premio de todo lo que le encantaba. Una perniciosa curiosidad la invadía, deseaba escuchar nuevamente de sus labios aquella nueva y para ella ya aceptada palabra: educada. Se preguntaba, con impaciencia, como sonaría aquel vocablo sobre su delicada piel, en lugar de a través de un auricular.
A simple vista intuía un tipo duro, por lo menos más duro que los demás, tenía la extraña sensación de sentir el enfado pisoteando su mente con bruscas y seguras correcciones capaces, sin embargo, de serenar su pensamiento. Estaba segura de que iba a poder sentir el anhelo de una fuerza dominante capaz de reducirla a cenizas y, a la vez, ese cálido y dulce susurro en forma de suave caricia. Su fragilidad también necesitaba del sutil y preciso tacto de un abrazo, de unas manos seguras y firmes sobre su cuerpo ardiente y húmedo a la vez.
El corazón se aceleraba tan solo su pensamiento lo imaginaba con tal brutalidad que su sexo anticipaba, sin ningún pudor, flujos y deseos que estaba aprendiendo a contener, soportando esa agradable incertidumbre hasta que él decidiera que era tiempo de satisfacer sus ganas de amar. Impaciente, imaginaba que perversidades conocería, como sería todo aquello, a la vez que temía no saber estar a nivel de quien no aceptaba convencionalidad y retórica. A tiento, iba completamente a ciegas, con una negra venda cubriéndole los ojos, guiada por el instinto.
Su mente estaba aprendiendo el arte de retorcer el pensamiento, perdida en la angustia de no saber cuál sería el aspecto de aquel desconocido al que iba a entregar sus silencios más profundos. ¿Alto? ¿Bajo? ¿Delgado? ¿Obeso? ¿Guapo? ¿Feo? Daba igual, eso ya daba igual. Indagaba repasando, una y otra vez, aquellos textos cruzados por ambos, en conversaciones meticulosamente dosificadas, buscando desesperadamente aquellas palabras que le indicaran las pistas necesarias para esclarecer que pensamientos y actitudes se ocultaban tras aquella pantalla. Meditaba, a veces, en el dolor, en si sufriría y caso de sentir esas punzadas, en si podría soportarlo y en mucho más allá, en si obtendría placer en él y con él. Imaginaba escenas y situaciones en las que se veía arrodillada o tirada en el suelo, sobre una suave alfombra, obedeciendo las órdenes de quien, bajo un severo mando, le indicaba cuáles eran los gustos y caprichos que debía aprender a satisfacer. Iba a entregarlo todo, todo sin excepción, todo lo que le pidiera, mejor aún, todo lo que le mandara, sin límites, salvo los que él decidiera, sin quejas, sin concesiones. Iba a confiar. Dolor, humillación, ya le daba igual. Era entonces cuando una fría niebla de miedo invadía su mente, erizándole la piel, retorciendo su psique, sometiendo todo su ser hasta encogerlo en un manojo de nervios y placenteras sensaciones. Presa del pánico, en más de una ocasión, había deseado huir de aquellos pensamientos y de aquel lugar pero la exagerada humedad de su sexo la retenía allí, inmóvil, atónita, serena y tensa a la vez, excitada y acobardada al mismo tiempo, culpable y satisfecha, sintiendo lo inexplicable.
Iba a jugarse la vida porque sí, sin protección, sin saber, sin conocer, simplemente porque se lo había mandado. Lo más sorprendente es que, ella, sí ella, iba a hacerlo sin una sola pregunta, sin quejas, sin pensar en nada más que no fuesen los deseos de él.
La espera aún sería larga, un mes y medio todavía, cómo mínimo. Él le había dicho que quizás entonces su cuerpo estaría preparado y su mente sosegada, serena y en calma. Debería seguir contando los días, tachando números en el calendario, esperando y aprendiendo lo que él llamaba "la teórica". La impaciencia la carcomía, deseaba saber, probar, probarlo todo, también de él. Eso la asustaba ¿qué significaban aquellas palabras? Probarlo todo. Una entrega al todo sin preguntar, de eso se trataba. Era una entrega tangible y real, nunca sentida como un juego y eso mismo la elevaba a una nube de realidad de la cual sus pezones no conseguían descender. Sin embargo, seguía confiando.
Enrojecida, avergonzada, empujaba suavemente la puerta de la habitación y bajaba las persianas de las ventanas, pensando que alguien quizás pudiese verla tecleando sucias y lascivas palabras, o sintiendo como ella sentía. ¿En qué la convertiría todo aquello? Deseaba saberlo, deseaba sentirlo, deseaba serlo, por él y para él. Deseaba deseando deseo que sabía no debía desear y si contener, si quería sentir más. Se fiaba, no desearía, esperaría y aceptaría el ritmo que él decidiera. Y esa palabra le gustaba, esperar.
Quería avanzar, más, mucho más, rápido, muy rápido, pero él no se lo permitía, es más, se lo impedía. No sabía exactamente como deseaba que etiquetara su nick, no sabía... Impaciente, esperaba que se lo indicara, lo deseaba con prisas, pero él no atendía a sus peticiones. Quizás etiquetar un “a tus pies” o “tus deseos son mis obligaciones” o “tu puta”. ¡Dios como sonaba eso! Aunque puestos a sonar bien, “tu perra” sonaba mucho mejor. “Señor”, como le gustaría poder llamarlo así pero no podía, quizás más adelante él se lo permitiría. Le decía que tan solo la estaba conociendo y que no debía dirigirse a él de ese modo, por mucho que lo deseara, porque él no era lo que ella quería que fuese, todavía. Ni siquiera sabía si podía tratarlo de usted, tampoco estaba segura de que él prefiriera el “usted” al “tú”, así que seguiría tuteándolo. Quizás algún día, más adelante, todo fuese distinto, quizás... Como le gustaba aquella dosis de realidad, aquella seriedad e interés por educarla con responsabilidad y despertar en ella placeres que trascendían lo físico y se adentraban en lo espiritual y amoroso. ¿Qué clase de individuo era capaz de manejar sus sensaciones y deseos cual si fuesen marionetas? ¿Lo hacía él o simplemente la ayudaba a ella a manejarse mejor consigo misma? ¿Qué podía ofrecerle a cambio? ¿Cómo podía agradecérselo? ¡Una foto!
“No” fue la palabra que obtuvo como respuesta al preguntárselo. No quería una foto. ¿Por qué? Volvió a asustarse. ¿Si no quería una foto, que quería? Nadie la había tratado de aquel modo, con pequeñas dosis de desprecio y grandes dosis de atención y cariño. ¡Todos le pedían una foto! ¿Por qué él no la pedía? Es más, le negaba la posibilidad de mandársela. Nadie la había hecho sentir tan vulnerable, tan desnuda, tan desprotegida, tan sola consigo misma y a la vez tan satisfecha y feliz. Otro escalofrío tersó su piel cálida y gélida a la vez. ¿Si no deseaba ver su cuerpo, que deseaba? ¿Por qué mostraba tan poco interés por verla?
Mirando fijamente la pantalla, viéndose reflejada en ella, sintió otro vez el ruido atronador del silencio, en aquellas breves pausas que él le regalaba y que tan nerviosa y caliente la ponían. Poco a poco, acercó sus labios al monitor del ordenador, hasta posarlos suavemente en él. Mientras besaba la pantalla, sintió lo que quería él de ella: su alma.
A ella.
NOTA: Toda la documentación que aparecerá en este blog, tanto gráfica como escrita, es posible gracias a la generosidad de las personas que me la regalaron o mostraron, mientras era su Amo (y pareja la mayoría de veces) o incluso una vez había dejado de serlo. Mi compromiso y la palabra que di a esas personas fue que nunca una de mis publicaciones las perjudicaría o comprometería en nada. Asumí la responsabilidad y el compromiso de anonimizar todo el material tratado, susceptible de ser mostrado o publicado, exclusivamente a título informativo, literario, pedagógico, con finalidades creativas o a modo de ejemplos ilustrativos.
Inicio mi andadura en este blog, compartiendo con esta
comunidad una breve parte de mi proyecto gráfico y literario, basado 100% en
experiencias propias, que llevo varios años elaborando, con el objetivo de que
pueda terminar viendo la luz en forma de publicación.
NOTA: Toda la documentación que aparecerá en este blog,
tanto gráfica como escrita, es posible gracias a la generosidad de las personas
que me la regalaron o mostraron, mientras era su Amo (y pareja la mayoría de veces) o incluso una vez había dejado de
serlo. Mi compromiso y la palabra que di a esas personas fue que nunca una de
mis publicaciones las perjudicaría o comprometería en nada. Asumí la
responsabilidad y el compromiso de anonimizar todo el material tratado,
susceptible de ser mostrado o publicado, exclusivamente a título informativo, literario, pedagógico, con finalidades creativas o a modo de ejemplos ilustrativos.
Espero que os guste y les guste. Gracias a todos y a
todas.
FOTO 1: SENSIBILIDAD (fotografía original recortada y retocada, combinación color/BN)
Esta imagen, compuesta por frutas y vegetales, se
realizó con el objetivo de premiar los seis primeros meses de entrega de una
sumisa. Extendido su cuerpo sobre una aceitosa lona negra, se colocaron sobre
la “mesa” frutas y vegetales, ordenadamente dispuestos y detalladamente
preparados. Sobre los pechos y la vagina se situaron los alimentos más
ácidos (limón, piña, tomate y naranja) con el objetivo de que fuesen esas las
zonas que quedaran marcadas mediante suave irritación de la piel. Toda la
composición de alimentos se espolvoreó con coco rallado, una de las frutas
preferidas de la sumisa. Se incorporó a la composición, una flor de color rojo
obispo, como muestra de cariño del Amo hacia su sumisa, y un corazón rojo,
situado encima del corazón de la sumisa, como muestra del amor del Amo hacia su
sumisa.
Emplee sus cuerdas, no sobre mi cuerpo, si no sobre la luna,
inmovilícela, átela fuerte al cielo, se lo ruego.
Amárrela a los astros que centellean a lo lejos.
Mientras el sol la desata para ocupar su lugar, tendremos más tiempo.
Después, tómeme, Mi Señor, como quiera.
Vuélvame loca, permítame enloquecer en las caricias de sus ojos,
con las palabras de su boca.
Permítame, Mi Dueño, beber de sus labios,
encontrarme mirándolo, perderme en su mirada.
Encadene mis miedos, se lo ruego.
Azótelos sin tregua, hasta que desaparezcan.
En sus brazos no los tengo,
pero cuando no estoy postrada a Sus pies, me atormentan.
Ciña bien Su collar a mi cuello.
Tire de la cadena.
Déjeme sentir su aliento,
mientras me dice que siempre seré Su perra.
Mi Señor, se lo suplico,
espóseme a la cama, hágame lo que quiera.
Extenúe mi cuerpo,
haga renacer mi alma.
Hágame el amor, Mi Amo,
con la mente, con Su voz, con Su mirada,
y déjeme dormir sobre Su pecho,
cuando el sol desate la luna, cuando asome el alba en la ventana.
roxanne.
Domare tus
más oscuros deseos
Someteré tu
entrega a mi placer
Endulzare
tus labios con la miel de mi sexo
Besare tu
boca para terminar en tus labios
Beberé tu
pasión en cada gota de mi ser
Adueñare de
tu cuerpo con mi dominación
Embriagare
tu pasión con agua de mi amor
Esclavizare
tus sentidos para convertirlos en uno
Alimentaré
tu alma con el manantial de mis sensaciones
Cautivaré tu
mirada arrodillada ante mi autoridad
Encarcelaré
tu alma, cuerpo y mente por ser tu dueño
Sonreiré
cuando brille tu alma cuando mi poesía llegue a tí
Brillaré de
Adoración por sentirte mía y única.
Domare tus
más oscuros deseos