Hasta ahora recorrí un sendero incierto, lleno de dudas e interrogantes; a veces preguntaba cuál era el camino correcto y a veces obtenía respuesta, pero otras no.
Desde el comienzo no creí en cuentos de princesas y caballeros, porque sabía que en la vida real no existen y si te ilusionas con ello, después llega el batacazo.
Pero sin saberlo, mi vida me ha traído hasta este punto, donde se me muestra ante mis ojos, un mundo alternativo sólo para valientes, ¿lo soy?, ¿lo merezco?.
Descubrí que aunque el tiempo vivido jamás es en vano, siempre había sentido que me faltaba ese algo, esa chispa que le diera luz y color a mi vida.
Y un día, de repente le vi, ahí estaba Él, escondido entre las sombras de mis construcciones y mis ruinas, en silencio, aguardándome.
Se acercó a mí despacio, calculando cada paso, midiendo cada palabra, me tendió su mano y me pidió que le siguiera.
De repente sentí esa punzada de instinto que hasta ahora se había mantenido dormido, a su lado me sentí a salvo y supe que por fin, había encontrado a ese alguien que de verdad sabría guiar mis pasos, por lo que acepté seguirle y entregarme a Él.
Desde entonces está a mi lado, vigilándome, escoltándome, caminando a mi lado y no delante ni detrás de mí, con mi mano sostenida en la suya.
Con Él aprendo, crezco, medito y razono, mi alma se siente tranquila y feliz, orgullosa de su compañía y maestría.
Él, con su armadura y su espada, quitó mis miedos, rompe cadenas que me atan a cosas o situaciones un tanto complicadas y crea otras nuevas que me atan a Él, pero con las que me siento totalmente libre, mi ente levita sobre mi pequeño cuerpo y se hace grande.
Él es mi caballero de armadura blanca.
Pero también es, mi caballero oscuro.
Quien logra meterse en mi cerebro y perderse entre mis pensamientos, bajando hacia mi corazón y envolviéndolo entre pétalos de rosas rojas y espinas.
Es quien con su firmeza y su pasión, doma en secreto, a la fiera salvaje que llevo dentro, convirtiéndola en su perra fiel e inseparable, la sumisa que siempre le complacerá, servirá y cuidará, entregándole todo de su ser hasta su última gota de sangre.
Él es quien cabalga las noches conmigo, quien me hace completamente suya tomando de mí todo lo que necesite, saciando mis ardores, mis pasiones, mi sed de Él, de su cuerpo, con su propia pasión y su propio fuego.
Él y sólo Él, consigue hacerme visitar el infierno para después catapultarme directa al cielo, en el éxtasis de su deseo.
El Muro