Espejito, espejito, muéstrame el camino que debo seguir.
¿Qué objetivos debo marcarme de ahora en adelante?, ¿qué cosas descubriré o debo descubrir? y ¿cómo sabré dónde estarán mis limites?.
Desde mi nacimiento hace poco más de dos meses, estoy inmersa en esta senda misteriosa, donde se me muestran a veces sombras y a veces luces.
Voy observándolo y sintiéndolo todo, como una niña cuando descubre por primera vez los colores, las luces, los objetos nuevos, todo alrededor..., ¡qué inmensa curiosidad!.
Dejo atrás mi antigua "yo" y me descubro como jamás hubiera imaginado que fuera posible, poco a poco me siento cada vez más a gusto, con más ganas de avanzar, de probar cosas nuevas, de abrir mi mirada al horizonte.
Por el momento me siento feliz y contenta, porque todo lo que se puso en medio de mi camino hasta ahora, fui capaz de vencerlo y descubro día a día, que todo o casi todo puede ser posible.
No creía en lo mítico, ahora puede que tenga que empezar a creer.
Sólo veía el sol, la luna y las estrellas como algo cotidiano, algo diario, algo que estaba ahí sin más.
Avanza la niña hacia la mujer, avanza la mujer hacia su verdadera identidad, la de ser sumisa.
Descubro cuánto bien me hace haber descubierto este nuevo mundo, creo que lo necesitaba de verdad.
Era como si hubiesen dejado a una niña vagar sola por este loco mundo, sin ninguna guía, sin esperanzas de encontrarse a sí misma, sólo fingiendo crecer.
Desde que se cruzó Él en mi camino, todo fluye, me siento guiada, protegida, cuidada, mimada.
Sólo Él, no tiene miedo de la fiera que llevo dentro, Él la sabe domar a su antojo.
Es como mi canto de sirena, hipnotiza a la mujer, a la sumisa y a la fiera.
Tengo miedo a la oscuridad completa, a la vacía y basta soledad, pero sé que nada me pasará si me entrego a Él.
Pongo toda mi persona a sus pies, no sólo físicamente, sino también toda mi alma.
Me quedo a su lado, porque sólo en su cuerpo y en sus brazos está mi hogar, no importa lo duros que sean el camino y la travesía, no importa el dolor de mis pies, no me rendiré.
Disciplineme, amóldeme a usted, guíeme en lo que usted crea y piense conveniente o necesario, yo no soy yo sin usted.
Intentaré dar todo de mí en todo lo que me pida u ordene, prometo trabajar duro para ser merecedora de su orgullo.
Si en algún momento por algún motivo, no prosigo el sendero como le gustaría, castígueme sin miedo, pues sólo así me daré cuenta del fallo y aprenderé a no repetirlo, mas tenga paciencia se lo pido.
Soy SUYA, su niña, su mujer, su sumisa, su perra.
Llevo grabado a fuego su nombre en mi piel y mi alma, ya todos lo saben.
Encadenada a usted, me siento libre.
Bajo su presencia, su dominio, su fuerza, su voz, su mirada, su tacto, su fuego abrasador y su olor, sé que puedo volar.
Mas sólo volaré y soñaré junto a usted.
El Muro