Caminando deprisa por la calle, tuve la sensación de ser observada, pero no tenía tiempo de mirar alrededor y asegurarme, tenía prisa por llegar a casa puesto que llegaba tarde y era de noche.
Corría por la calle con la intención de coger a tiempo el autobús y no permitirme llegar aún más tarde.
Cuando conseguí montar al autobús, pude ver y sentir que alguien me observaba, pero no sabía si eran paranoias mías o era real.
Con el agobio, las prisas y los nervios metidos en el cuerpo, sin querer me dejé pasar dos paradas de distancia de mi casa y en cuanto me di cuenta, enseguida reaccioné, quise bajarme tan deprisa del autobús, que casi me caigo de bruces contra el suelo si no llega a ser por ese alguien, que se había adelantado a mi y me tendió sus brazos.
Estaba muy serio, vestido con un elegante traje negro y camisa blanca.
Sentía cómo me tenía aferrada entre sus brazos y me intimidaba.
Le agradecí el gesto y quise hacer que me soltara, pero lejos de conseguirlo, aún me sujetó con más fuerza.
Me preguntó a dónde iba con tanta prisa, haciéndome sentir que no me soltaría hasta decírselo, aunque lo intentara y realmente intenté escapar de él, pero me resultó imposible.
Al final no me quedó más remedio que decírselo y sin bajarme de sus brazos, me trajo hasta casa.
Por el camino intenté escapar, zafándome de sus brazos, chillándole por el camino, pero lejos de conseguir mi objetivo, lo único que obtuve fueron un par de azotes a mano abierta y hacer que me ordenara que me callase.
Una vez en mi puerta, me bajó de sus brazos, tapándome la boca.
Diciéndome que él no vivía en mi zona, pero que era quien me había estado observando durante todo el camino y había hecho todo aquello por mí, porque le había preocupado verme en aquel estado y quería asegurarse de que todo estuviera bien.
Dicho eso, me pidió el número de teléfono y me dejó ahí plantada, temblando, con la mente en blanco sin saber que pensar de lo que había ocurrido.
Me desperté sintiendo mi propia respiración, sonaba fuerte y entrecortada.
El Muro