Me pregunta usted ¿cómo me siento? cada vez que me ordena ir sin ropa interior.
A decir verdad, aún tengo que hacerme a la idea de todo esto de tenerle que obedecer y cumplir ciertas normas, acostumbrarme a pensar que si hago algo mal habrá castigo o "corrección" como a usted le gusta llamarlo.
Aún me tengo que acostumbrar a no poderle tutear, ni mirar, ni tocar, ni hablar directamente sin permiso, etc., pero creo que tengo un buen maestro que me sabe guiar.
¿Cómo me siento cada vez que me da usted esa orden?
Al principio, extrañada e incluso algo nerviosa, sobre todo al principio cuando no sabía porqué me la daba, ahora ya empiezo a verle el sentido y creo que puedo decir que, sólo de pensar en querer ser buena para poder verle, tenerle y hacerle feliz, poder merecer que esté orgulloso de mí, poder cuidarle y mimarle, ser capaz de saberle y poderle complacer, ya lo es todo para mí.
La expectación que genera esa situación para mí es, sin duda, excitante, hace que deseé sus caricias, sus besos, sus lametones, de una forma que jamás me la hubiera esperado, aunque siempre estoy dispuesta para usted.
Su poder, su fuerza, su autocontrol y sus decisiones, me afectan personalmente, motivándome cada día más a querer ser aún mejor de lo que fui ayer, antes de ayer y durante el resto de mi vida, sabiendo que esa forma de actuar hacía mi y mi reacción, le afectan a usted directamente también.
Usted hace, que poco a poco me quiera más a mí misma, que me vea con otros ojos, que sea capaz de explorar mi propia sensualidad y sexualidad por mí y a la vez por usted, con lo que eso se traduce en su felicidad.
El Muro