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    Tener fe en tu Dominante conlleva no tener miedo

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    Mi primer sometido es mi control, siempre está a mi servicio

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    Manejar el silencio es más difícil que manejar el látigo

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    Mi alma necesita tanto mimo como mi cuerpo castigo

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    Después de una sesión, la mano que te domina te debe acariciar

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    El precio de Dominar es la responsabilidad

Blogs de Usuario

Duquexx

Eran las 21:00  horas cuando entró cansada en su habitación. Su cara desencajada reflejaba el estrés intenso que había vivido durante toda la jornada. Un dolor de cervicales que parecían mas bien pinchazos de agujas afiladas se clavaban en su cuello de cisne, asesinando el relax  tan merecido después de un día de trabajo tan duro. Su traje azul marino que como siempre se ajustaba impecablemente a su cuerpo, a estas horas  de la noche parecía querer estrangular su pecho, impidiéndo que respirara la tan ansiada comodidad del hogar.


    Pensativa y cabizbaja sé sentó en el sillón de su habitación, mejor dicho, se dejo caer como un saco repleto de frustraciones atraído por la gravedad, como un pelele vencido por el viento de las desilusiones, y despacio, casi sin fuerzas, levanto la cara y me encontró. Al instante, una sensación de placer indescriptible le recorrió el cuerpo, desde los dedos de los pies hasta la cabeza. Fue como si al verme en su interior se hubiera pulsado un  interruptor que de repente diera  paso a la energía que tanto le faltaba. Su sonrisa brotó, sus ojos de color miel se encendieron, y su cuerpo antes tenso se relajó.


    De pie, a escasos centímetros de mí, inicio un estriptis privado y lento. Juro que mientras lo hacía no dejaba de mirarme y desearme como se desea el agua del desierto. Primero se quitó los zapatos negros de tacón, dejando al aire unos tobillos perfectos, después la chaqueta, más tarde deslizó la falda despacio por sus largas y modeladas piernas, y ya al final, desabotonándose su camisa blanca de fino algodón, dejó al descubierto su pequeño sujetador de color blanco, a través del cual se adivinaban dos lunas de color café, y un tanguita a juego que apenas cubría su sexo. Fue un momento mágico que deseé dilatar con la imaginación cuanto pude. Allí estaba ella, sólo para mí, como una  aparición inmaculada, invitándome a una fiesta privada.


    Hipnotizada  por mi presencia dio pasó por fin a la cuenta atrás. Llevándose las manos a su espalda se desabrochó el sujetador con maestría y lo despegó de su piel. Al hacerlo, sus pechos saltaron hacia adelante cual resortes, como salidos de una caja de sorpresas, poderosos, firmes, hambrientos de aire, libres por fin. Unos segundos más tarde, tirando de las finas tiras de su tanga diminuto lo deslizó cintura abajo en un viaje que me pareció interminable, hasta que por fin llegó a sus pies. Y con un suave movimiento de piernas de esos que sólo saben hacer las mujeres, lo lanzó por el aire, aterrizando sobre mi  pecho, como una hoja de propaganda que caída del cielo anuncia que está próxima la llegada de una reina.


    No sabría decir que fue más alucinante, si contemplar sus senos perfectos y firmes retando la gravedad e imaginarme como un montañero escalando sus laderas con la lengua hasta coronar sus cimas, o perderme con la vista y la imaginación entre la fina vegetación de su Monte de Venus, antesala de una cueva repleta de tesoros. 


     Decidida a abandonarse a mis encantos se zambulló  por fin  sobre mi. Se lanzó como una loba que pretende devorar de un solo mordisco un mundo repleto de lujuria. Encelada como una gata rozó  cada centímetro de mi piel con la suya y me clavó las uñas de sus manos, mientras un ronroneo constante de placer se le escapaba por la boca. Como una yegua brava se revolcó una y otra vez contra mi pecho buscando la mejor de las posturas. Amamantó mis deseos cuando sentí sus pezones duros a punto de estallar en mi boca, y sació mi sed cuando por fin la penetré una y otra vez con mi pene furioso, con mis dedos hambrientos..., con mi alma entregada.


   Los roces duraron toda la noche. La amordace con mis besos. La até con mis mimos. La azoté con mis caricias. Al final, vencida por el agotamiento se quedó dormida como un pájaro en su nido, como una flor en la solapa, hermosa, frágil, boca abajo, con la cara de lado y los brazos abiertos en cruz. Parecía un ángel, un ángel durmiente de sonrisa traviesa crucificado  en mi pecho, rendido a mí, que entregado ahora al mundo de los sueños, esperaba resucitar con la luz de la mañana a un nuevo día de trabajo. 





Duquexx Abr 6 '15 · Calificar: 5 · Comentarios: 2
niniVe

La femme fatale es aquella mujer poderosa y de sexualidad insaciable que cual mantis religiosa, una vez consumado el acto sexual, mataría al hombre. Pues de él, ya nada más merece la pena. La mujer como deseo, y a la vez como abismo y muerte, es un tema recurrente en el arte, a partir del siglo XIX. Ésta es la visión de la mujer, como ser sin atributos que recuerden a una esencia amable o buena y que por lo contrario, tras una máscara de sensualidad desbordada, ella personifica al mal. 802358

Se dice que Munch, a pesar de ser alto, atractivo y sumamente apuesto, sufría una verdadera ansiedad frente a la figura femenina, y diversos textos hablan sobre el miedo que le tenía a las mujeres. Ésto le llevó a sublimar sus miedos en Vampira.

Vampira 1894-1894


"[...] un temor diferente, como el miedo engendrado por el poder sexual femenino. Munch lo representa en tres etapas: el despertar de la feminidad, la voracidad sexual y la imágen de la muerte. "


En el caso del artista japonés Namio Harukawa (Osaka, 1947) y su oda insaciable al culo femenino, el miedo se convierte en fetiche. Sus mujeres, de monumentales traseros, someten sin piedad al supuesto sexo fuerte, mientras no le dan la mayor importancia. Ellas fuman, descansan, tocan la guitarra o simplemente disfrutan del placer carnal mientras él, sumiso y diminuto, se deja.







La perversión de la mujer, como vemos en la obra, lleva al hombre a no ser más que una marioneta que sin rechistar besa el suelo ( y hasta las entrañas) que ella pisa, aunque su vida dependa de ello. Las tremendas posaderas, asfixian sin remordimiento a este ser, que es para ellas , títere de placer. 




Referencias: López Blazques, Manuel. Arte del s. XX Munch. 

Fuentes: culturacolectiva.com




niniVe Mar 4 '15 · Calificar: 5 · Comentarios: 1
niniVe

 


 


niniVe Ago 30 '14 · Calificar: 5 · Comentarios: 1
MadameDolorosa

Hola a todos los esclavos curiosos y a todos los que quieren convertirse en eso. Mi nombre es Amaya, tengo 29 años y hace mucho estoy sin esclavo – lamentablemente! Pero quiero que eso cambie pronto.
Que espero? Bastante humildad, dedicación y calentura. Cierto, soy una buena amiga del tease & denial y también de entrenamiento inglés, por eso solo estoy interesada en esclavos con el libido bastante alto. Nada puede ser mejor que un esclavo mendigando por un orgasmo. Y solo yo tengo el poder de decidir que reciba lo que él quiera. Una pasión más que tengo es el látex y el cuero, además, los tacos altos y finos.
Puedo ser muy sádica y a veces me gustaría que más que una idea, que pueda vivir eso. No puedes soportarlo? No hay problema, en ese caso buscaré otro esclavo maso más para poder satisfacer esa parte.
MadameDolorosa Jul 23 '14 · Calificar: 5 · Comentarios: 2
SrPERSEO
"Debes saber que has incumplido mi orden" - explicó con tono severo. Ella sólo leía sus palabras sin embargo le intuía en la distancia mirándola con su imponente imagen que la traspasaba el alma.
- "... Hasta ahora nunca se había expresado de esa forma... " - pensó ella.
Él continuó - " Y esta grave falta conlleva un castigo en igual medida. Pensaré en cuál aplicarte."
Era la primera vez que la leía de su querido Amo...CASTIGO = Dolor.
Sabía que podía llegar este día.
La leía una y otra vez pero su mente no asumía las consecuencias que todavía estaban por llegar. Ni siquiera podía imaginar el castigo en toda su amplitud.
Por último Él afirmó - "Me doy cuenta de que no soy un buen Amo para ti. Retírate" - y la conversación finalizó.
Esas palabras se clavaron en su corazón sumiso como cien puñales envenenados..
El dolor era indescriptible.
Sus afiladas hojas se ahondaban más y más en su carne a medida que tomaba conciencia de la falta cometida.
De la falta de obediencia y respeto hacia su Dueño ahora frustrado por su mal aprendizaje (sí también tienen sentimientos y sufren cuando tienen que castigar).
Cómo podía afirmar algo semejante "un mal Amo" ?  Si para ella es su Todo.
No tardó en reconocer su torpeza. Ella era la provocadora del malestar de su Señor. Era la que al no poner la suficiente atención incurrió en la falta.
Al día siguiente como era de costumbre se apresuró a darle los buenos días.
A pesar de ser conocedora de la aplicación del castigo y aún temerosa de llevarlo a cabo, rebosaba alegría.
- "Buenos días mi querido Amo" - escribió. Como siempre esperaría con entusiasmo la respuesta para su pequeña.
A media mañana se conectó de nuevo pero no había contestación.
- "Estará ocupado. Él tiene sus cosas" - tranquila siguió esperando.
Una vez y otra y otra más volvió a conectarse. Silencio.
Todo era distinto ahora. Su mente se aceleraba y se agolpaban multitud de sentimientos. Se sentía pequeña, no en el sentido que adoraba leer de su Amo no. Se sentía empequeñecer por momentos tanto que creyó que iba a desaparecer del mundo. El miedo la invadió. Era invisible. Un espasmo recorrió todo su cuerpo y la calidez que le proporcionaba el saberse suya se desvaneció para comenzar a sentir un frío inhumano.
Sola. Desprotegida. Sin guía. Sin su Luz que la ilumine el camino. Perdida. Intranquila. Incierta....
Su penitencia sólo acaba de empezar. Fue un primer día bastante largo. Inconsumible. De tonos grises y apagados. De numerosas conexiones donde las palabras a su Amo se quedaban ahí, en la pantalla únicamente. Nadie al otro lado las contestaba. Nadie.
En los días siguientes continuó escribiendo a sus fantasmas. Esos que la acompañaban la mayor parte del tiempo para recordarla el error cometido.
Una y otra vez traslaba su estado de ánimo a su Amo sin respuesta.
Llegó a suplicar ... que cesara ya ....y por fin obtuvo algo de tregua cuando de repente su Señor la devolvió unas pocas palabras.... escuetas... vacías... como quien ofrece unas migajas... fue fugaz ese consuelo ... un sueño efímero que se convertía de nuevo en pesadilla... Pues lejos de obtener la paz que deseaba sintió como una mano estrujaba y retorcía su ya tocado corazón.
Su Amo, su Todo, su Sol la hablaba por fin, sí, como si fuera una extraña, una cualquiera encontrada en ninguna parte.
No era suya no. Él se aseguraba de resaltarlo una y otra vez con sutiles palabras entre desconocidos...letras que martilleaban su cabeza una y otra vez consiguiendo el efecto deseado. DOLOR...sí,  con mayúsculas, y no del físico. Quizás una buena azotaína hubiera dolido menos. Hubiera preferido tener la opción de elegir. Sí.
Aquello era todavía peor que su Silencio.
Al día siguiente se desmoronó. Abatida. Se derrumbó. Consumida. En su espíritu sólo había oscuridad. Su ser ya no era. Su ser era nada.
No obstante, en mitad de esas tinieblas, la sorprendió un pensamiento, algo aprehendido.
En su mente grabado a fuego el acto que había desencadenado todo ese caos para no volver a repetir el mismo error.
En su corazón grabado con lágrimas el experimentar que, al igual que el placer de su Dueño es el suyo, también el dolor de su Dueño lo es por completo.
Su Señor reapareció en el momento justo y adecuado para sosegarla entre dulces y tranquilizadoras palabras de cariño. Casi no llegaba a leerlas pues sus ojos empañados limitaban su visión.
La sostuvo entre sus manos recordándola:
- " Pequeña mía, la disciplina es necesaria para corregirte tanto como mi abrazo lo es para protegerte y cuidarte. Espero lo hayas entendido " -
De nuevo Él iluminó su alma y secó su angustia.
De nuevo ella sonreía por y para Él.
Siempre suya.



                
SrPERSEO Ago 15 '15 · Calificar: 5 · Comentarios: 1
Odin Administrador


En diciembre de 1840, se autorizaba la creación (merced a una especialísima dispensa del Obispo de Andalucía) del Cuerpo de Pajilleras del Hospicio de San Juan de Dios, de Málaga.

Las pajilleras de caridad (como se las empezó a denominar en toda la península) eran mujeres que, sin importar su aspecto físico o edad, prestaban consuelo con maniobras de masturbación a los numerosos soldados heridos en las batallas de la reciente guerra carlista española.

La autora de tan peculiar idea, había sido la Hermana Sor Ethel Sifuentes, una religiosa de cuarenta y cinco años que cumplía funciones de enfermera en el ya mencionado Hospicio.

Sor Ethel había notado el mal talante, la ansiedad y la atmósfera saturada de testosterona en el pabellón de heridos del hospital. Decidió entonces poner manos a la obra y comenzó junto a algunas hermanas a "pajillear" a los robustos y viriles soldados sin hacer distingos de grado. Desde entonces, tanto a soldados como a oficiales, les tocaba su "pajilla" diaria. Los resultados fueron inmediatos.

El clima emocional cambió radicalmente en el pabellón y los temperamentales hombres de armas volvieron a departir cortésmente entre sí, aún cuando en muchos casos, hubiesen militado en bandos opuestos.

Al núcleo fundacional de hermanitas pajilleras, se sumaron voluntarias seculares, atraídas por el deseo de prestar tan abnegado servicio. A estas voluntarias, se les impuso (a fin de resguardar el pudor y las buenas costumbres) el uso estricto de un uniforme: una holgada hopalanda que ocultaba las formas femeniles y un velo de lino que embozaba el rostro.

El éxito rotundo, se tradujo en la proliferación de diversos cuerpos de pajilleras por todo el territorio nacional, agrupadas bajo distintas asociaciones y modalidades. Surgieron de esta suerte, el Cuerpo de Palilleras de La Reina, Las Pajilleras del Socorro de Huelva, Las Esclavas de la Pajilla del Corazón de María y ya entrado el siglo XX, las Pajilleras de la Pasionaria que tanto auxilio habrían de brindarle a las tropas de la República.

En América latina, rara vez ajena a las modas metropolitanas, las pajilleras tuvieron también sus momentos de gloria.

Durante la guerra civil mexicana, grandísimos auxilios brindaron a las tropas de todos los bandos, las Hermanas de la Consolación, organización laica (aunque cercana a la Iglesia) que ofrecieron la fatiga de sus muñecas para calmar los viriles ímpetus.

Estas hermanitas recibieron pronto distintos y soeces apelativos, fruto del inagotable ingenio popular, tales como las mami-chingonas o las ordeñamecos.

De México la costumbre pasó a las Antillas, en donde tuvieron particular éxito las sobagüevos dominicanas, todas ellas matronas sexagenarias que habían elegido ocupar sus tardes en esta peculiar forma de servicio social.

El último lugar en América donde hicieron fortuna estas abnegadas damas, fue el Brasil.

Allí la columna Prestes fue acompañada en su marcha por una troupe reducida pero eficiente de damitas paulistas -llamadas beixapau- aunque solamente se valían de ágiles movimientos de sus manos, conjuraban la melancolía de los soldados.

La costumbre desapareció tras la segunda guerra y hasta la fecha se desconoce la existencia de otras congregaciones.

Diversas fuentes orales a orillas del Paraná comentan que en el villorrio conocido en el siglo XIX como Pago de los Arroyos hubo un pequeño agrupamiento dedicado durante algunas décadas a esa actividad.

Eran conocidas como las 'Hijas de Nuestra Señora del Vergo Encarnado', en referencia y dudoso homenaje póstumo a su anciana fundadora, fallecida con las manos en la masa, junto a un soldado, en su día de descanso.

 

(Texto que circula por Internet sin tener constancia de la autoría, publicado por El Periódico Digital)

Odin Oct 10 '15 · Calificar: 5 · Comentarios: 2
fetslve

Desnudo, de rodillas, con muñequeras y tobilleras, erguido, los brazos a la espalda, la mirada baja, fija en un punto indefinido del suelo, mis piernas sienten el frío suelo, mi respiración excitada, esperado, siento la emoción y el nerviosismo en el estómago, la entrega contenida, el deseo por desatar, por entregarme, brilla en mis ojos la dicha al recibir la más cruel de las torturas, Su más recta disciplina, catalizarla y disfrutarla, ser poseído por Ella, mi Señora. Siento que soy Suyo, desde lo más profundo de mí ser hasta el último de los poros de mi piel, mi mente es Suya, mi cuerpo es Suyo, Le pertenezco.

Mi Señora entra en la habitación. Se acercan Sus tacones hacia mí, mis manos sudan, los nervios y el deseo a flor de piel, se pasea a mí alrededor, me mira, me observa, me contempla con deseo, porque sabe que Le pertenezco, que soy completamente Suyo. Esa es la conexión que nos une, la invisible cuerda roja entre nuestras mentes, el mismo pensamiento, el mismo sentimiento, ambos sabemos que Le pertenezco totalmente. He dejado de ser esa persona que era, para sentir que mi cuerpo, mi mente, mi alma… no me pertenecen, sólo van a pertenecer a mi Señora.

Comienza a deslizar la fría lengüeta de piel de la fusta sobre mi cuerpo, sobre la espalda, las nalgas, las piernas, me demuestra quién manda, quien tiene el poder ahora, puede hacerme lo que quiera, estoy en Sus manos, ya no hay marcha atrás, posee a mi voluntad y sólo Sus decisiones serán ley. Con suaves toques de fusta sobre las piernas, pero sin decir nada, me ordena que separe las piernas, me abro, estoy disponible, dispuesto, expuesto y ofrecido. Ser Su sumiso no es una decisión, ni siquiera una elección, es un sentimiento tan profundo que me desgarra, desde el interior de mi alma, para no volver a ser jamás aquel quien antes fui, solo ser aquel quien Ella desea que sea.

Mi pene está desnudo,  sobre el frio suelo, y con las suelas de Sus zapatos de tacón, lo roza, lo pisa con cierta fuerza, me estremezco y gimo con dolor, tiemblo, contengo mis quejas, y suspiro cuando lo libera de la presión de la suela.

Se agacha a mi altura, me ajusta el collar de cuero y noto Sus suaves, deliciosos y crueles dedos que me rozan, apretándolo, cerrando la hebilla sobre sí misma,  y engarzando un mosquetón en la anilla, dejando la cadena colgando para cuando estime oportuno tirar de mí como Su propiedad.

- A cuatro patas -me ordena- Lámeme y bésame los pies.-

- Sí mi Señora, muchas gracias –contesto.-  

Mi cabeza desciende hasta los empeines de los pies y comienzo a besarlos y lamerlos como si la vida me fuera en ello, apasionadamente, demostrándole cómo la deseo, lo feliz que me hace poder mostrarle mi abnegación y adoración. Lamo los empeines, la planta de los pies, por los lados, por debajo, beso los tobillos, deslizo mi lengua por las piernas y vuelvo a descender, para lamer los dedos uno a uno, y luego succionar cada dedo, lamer entre cada dedo apasionadamente, cada uña, primero un pie… luego el otro, siguiendo la fusta, con la que me va señalando en qué zona debo lamer, a qué pie debo prestar atención, y a qué zonas debo regresar para seguir adorándola.

En un momento dado, poniéndome la fusta en mi cara, me hace un gesto para que me detenga, pone la fusta en el suelo, indicándome que pegue la cara al frío suelo, extienda los brazos frente a mí y me quede quieto. Me mantiene de rodillas, con la cara en el suelo y el culo ofrecido y dispuesto. Se coloca detrás de mí y con un par de fustazos en la parte interna de los muslos me obliga a abrir bien las piernas y dejar las rodillas bien separadas.

Noto como pasea la fusta por mis nalgas, primero una, luego otra, dando pequeños lengüetazos que levantan pequeños escozores, hasta que zas! sin esperarlo, me suelta un primer fustazo. Zas, un segundo fustazo en la otra nalga. Comienza a alternar fustazos en cada nalga, uno tras otro, cada vez más fuertes, también entre los muslos, mientras poco a poco, tras cada grito, tras cada gemido, tras cada suspiro, el escozor crece, la zona comienza a calentarse, y aunque no puedo ver mi trasero, siento e imagino como enrojece, se sensibiliza y escuece.  Para un momento para deslizar Sus tersas y dulces manos por mis nalgas, me estremezco de dolor, y de placer, suspiro y tomo aire, intento asumir el castigo durante la pausa, catalizarlo, somatizarlo, pero no me da tregua, cuando quiero darme cuenta… zas, zas, zas, zas, zas… continúa, cada vez más duro, más seguido, con más fuerza, descarga toda la palanca de Su brazo sobre mi trasero, la fusta estalla sobre mi piel ferozmente, se dibujan en rojo los lengüetazos, el ardor es insoportable, es cada vez mayor, aprieto mis ojos para contener las lágrimas de dolor, lanzo gemidos y suspiros de desesperación, siento el escozor, los mordiscos del cuero sobre mi piel, hasta que para de nuevo, y me acaricia las nalgas, mientras doy un respingo al notar Sus dedos sobre mi piel ardiente, y me consuela los lloriqueos, aunque sabe, que al tiempo, siento el mas inmenso placer hacia Ella al entregar todo mi dolor, ansío sentirlo más y más, en mi piel, y que, al finalizar los duros azotes, Su marca permanezca sobre mí como el más preciado regalo.

Decide coger una de las velas que alumbran la estancia y sorprendiéndome, comienza a regar cera sobre mis nalgas, sobre mi espalda, sobre mis muslos y mis brazos. Disfruta cuando el calor de la cera caliente quema momentáneamente mi piel, con una punzada de calor, sobre las marcas de los azotes anteriores, y goza con mis gemidos, de dolor y placer, comienza a humedecerse con la visión de Su sumiso a Sus pies, al saberme Suyo, a Su merced, dolorido, excitado y entregado a mi Señora.

Cuando la cera ha decorado mi cuerpo, toma la fusta de nuevo, y comienza a desprenderla con toques certeros, mientras vuelvo a gritar y estremecerme, cada lengüetazo desprende un trozo de cera, pero lo hace sobre los lengüetazos anteriores, y estoy tremendamente dolorido, se regocija con la imagen de mi entrega, con mi placer, con mi dolor, sincero y libre, limpio, y Suyo. Lengüetazo tras lengüetazo, mi piel pasa del rojo al morado, mis ojos llenos de lágrimas reprimidas, aunque acepto Su voluntad sumisamente, hasta que cesa, y secándome los ojos, me besa tierna y profundamente. La cera desprendida cubre nuestro alrededor. Mi piel amoratada. Me tira de la cadena, y la sigo a gatas. Me ordena arrodillarme sobre el asiento del sofá de cuero, de rodillas sobre él, pegando mi abdomen al respaldo, poniendo mis manos detrás de la nuca, con las rodillas separadas, ofreciendo mi trasero y mi espalda. Ahora le toca el turno a mi espalda, porque la oigo alejarse, y al regresar sobre Sus tacones, el chasquido del látigo resuena en el aire. Siento temor, mi culo amoratado palpita debido a la sesión de fusta, mis ojos se cierran y se aprietan, como mis labios, esperando que las colas del látigo trenzado, descarguen sobre mi espalda con toda su fuerza. Mi Señora quiere jugar, hace chasquear el látigo contra el suelo, varias veces, de forma que no sé a ciencia cierta cuándo notaré la descarga del mismo en mi espalda, y luego me desliza las trenzas sobre mi piel, para que me estremezca, gimoteando, sabiendo lo que me espera, me pongo tenso, a la espera, entregado. Vuelve a hacer chasquear el látigo contra el suelo, varias veces, hasta que en el momento que menos espero, zas, el primero en mis nalgas, zas, otro al suelo, pero inmediatamente zas, descarga otro sobre mí, y zas, otro en mi espalda, y no contra el suelo, sorprendido y dolorido, entre gritos, doy esos respingos de reacción a cada latigazo que tanto le excitan, y siento el escozor.  El rito prosigue, alterna los latigazos al suelo con latigazos en mi espalda, estoy sudoroso, mi espalda, enrojecida y marcada, mi respiración agitada y entrecortada, mis extremidades temblorosas, y aún así, continúa la entrega y sigue latigándome, hasta que me pierdo en mi mismo, me desgajo, me vacío, solo siento dolor y placer, escozor, entrega, y no pienso en nada más, y de mis labios surge una casi imperceptible súplica…  Mi Señora comprende que me ha llevado una vez más al límite, para y desliza Sus manos sobre mí, el trasero amoratado a fustazos, la espalda cruzada de latigazos, y sin poderlo evitar, me deslizo sobre Sus brazos, mientras me besa, mis rodillas y mis piernas temblando llegan al suelo, mi vientre se abandona en el asiento del sofá, mis brazos se abren a cada lado, sólo jadeo, me duele todo, estoy vacío y se lo he dado todo, mi Señora me besa, me acaricia, me dice que está orgullosa de mi entrega, mientras arde mi piel al sentir Sus manos, mengua todo mi ser y siento que no voy a lograr respirar hasta que me abrace, poder escuchar de nuevo Sus susurros en mi oído, ese bálsamo que es Su voz, esas caricias que hacen erizarme la piel, dolorida y ardiendo, con una simple caricia Suya, mi única Señora, a la que siento, a la que pertenezco, a la que le ofrezco mi entrega, esa intensa sensación de notar mi cuerpo dolorido, tembloroso y que me hace sentir que en cualquier momento podría explotar y desparramarme entre Sus dulces brazos.

Entre abrazos y besos… engarza la cadena de la correa en la anilla del collar y tira de mi, me obliga a seguirle gateando por la estancia hasta una mesa y una silla. En la silla hay colocada una superficie de cuero con tachuelas.

- Siéntate – me ordena. Mi trasero amoratado y dolorido se sienta en la silla sobre esa superficie, y noto las punzadas de las tachuelas.  Mis piernas todavía tiemblan. Sobre la mesa, un papel de varios folios que reconozco, ya he leído, sé lo que es, y al lado, una estilográfica elegante.

- Sabes lo que es, -me explica- lo has leído anteriormente. Es el definitivo, no el provisional que firmamos al principio. Sabes lo que supone y lo has sentido ahora mismo. Si de verdad deseas pertenecerme de verdad, y lo deseas, fírmalo. En caso contrario, puedes ponerte de pie y salir por esa puerta.
Cojo la estilográfica y firmo. No dudo. Mi cuerpo dolorido contrasta con el sentimiento que me embarga, la más absoluta dicha de sentirme por fin en Sus manos, pertenecerLe, sentir Su placer y Su Dominio, lo único que importa es complacerLa, lo único que soy capaz de sentir, la entrega y el agradecimiento hacia mi Señora, por haberme permitido llegar a este punto en mi entrenamiento y pertenecerle definitivamente.
Se aleja un momento y al minuto regresa con un nuevo collar.

- Arrodíllate. – Me quita el collar de entrenamiento y me impone un collar grabado con Su nombre y el mio.
Feliz por fin por ser Su sumiso fiel, sintiéndolo con la más sincera humildad, el orgullo de ser Suyo, y alzar la mirada, y ver el brillo de Sus ojos, Su belleza, y sentir que el único lugar del mundo donde deseo estar es a Sus pies.

fetslve

 

fetslve Sep 22 '22 · Calificar: 5 · Comentarios: 1
MAYTICA PREMIUM 3

Saludos buenos dias!


Me llamo MAYTICA, Dominante de Madrid con experiencia, adentrandome ahora por estos lares para conocer gente y divertirnos en buena compañia. Un saludo a  todos.

MAYTICA Abr 19 '20 · Calificar: 5 · Comentarios: 2
AnThRaX
...Ana es una vieja amiga. Nos conocemos desde hace ya mucho tiempo. Un día me pidió un favor: quería que le ayudara a follarse a su amiga Rebeca, heterosexual, vainilla y un poco mojigata, a cambio de someterse a mis deseos...

Ana estaba tumbada sobre un banco de piel. Sus muñecas y sus tobillos permanecian atadas a cada una de las patas del banco. Una cinta de velcro sobre su pecho y otra arededor de su cintura restringían cualquier intento de movimiento. Tan sólo llevaba puesto un arnés con un pene negro y una mordaza en la boca.

Rebeca permanecía en silencio de pie a mi lado. Desnuda, con una venda en los ojos y las manos esposadas a su espalda. Era una chica menuda, no llegaría al metro sesenta, era muy delgadita, apenas tenía pecho,  pero era muy sexy.

Llevaba un rato sin saber lo que ocurría a su alrededor, se apreciaba su inquietud, sólo oía los gemidos de su amiga Ana a traves de la mordaza de su boca.

Cogí a Rebeca en brazos, separé sus piernas la tumbé sobre el cuerpo de Ana. Su sexo se sutuaba a pocos centímetros de la cara de Ana y su boca estaba encarada al miembro de plástico que llevaba puesto su amiga. Con otras dos cintas de velcro uní los dos cuerpos, uno sobre otro.
Ana estaba frenética; tenía su premio a pocos centímetros pero la pelota de la mordaza suponía un muro infranqueble. Tomé la cabeza de Rebeca y dirigí sus labios al juguete que tenía su amiga entre las piernas. Al rozar la punta del falo cerró su boca con fuerza. Comencé a ejercer presión sobre su nuca y poco a poco el juguete se fue introduciendo en su boca. Mantuve la cabeza de Rebeca sujeta unos segundos con el pene oprimiendo su garganta hasta que intentó toser. Liberé la presión y ella instintivamente expulsó el objeto de su boca. La dejé recuperarse dos segundos y volví a intoducir el juguete hasta el fondo de su boca.
Mientras tanto Ana no había dejado de embestir el coño de Rebeca con la pelota de la mordaza. Dejé a Rebeca con el consolador metido en su boca y fui a ocuparme de Ana. Sujeté su cuello con una cinta al banco de modo que no le permitía incorporar la cabeza y retiré la mordaza. Tomé dos juguetes de mi maletín. El primero era un pequeño buttplug metálico. Lo lubriqué con la saliva que cubría la cara de Ana y lo introduje en el pequeño culo de Rebeca. Ella emitió un suspiro entrecortado.
El segundo juguete era también un plug de silicona algo mas grande. Volví a untarlo bien de las babas de la cara de Ana y lo introduje en la vagina de Rebeca. Comencé a penetrarla con el juguete y ella comenzó a gemir. Saqué el juguete del sexo de Rebeca y lo acerqué a los labios de Ana, ella sacó su lengua ansiosamente para intentar alcanzarlo, sólo le permití un leve roce con la punta de su lengua y lo volví a introducir en el coño de Rebeca.
Extraje cuidadosamente el plug del ano de Rebeca y lo meti en la boca de Ana. Ella lo chupó con avidez, saboreando la esencia de su amiga. Mientras jugaba placenteramente con su caramelo, saqué mi pene del pantalón y lo restregué por toda la cara de Ana cubierta de babas, esto no le gustó demasiado. A continuación me situé sobre la cara de Ana y detrás del culo de Rebeca. Dirigí mi miembro hacia el ano de la chica y comencé a introducirlo. Milímetro a milímetro mi polla iba accediendo al interior del culo de Rebeca. Era realmente estrecho pero lentamente mi glande se iba abriendo camino. Ella comenzó a gritar, trataba de moverse y escapar pero las cintas de velcro hacían muy bien su trabajo. Continué empujando hasta que mi miembro desapareció dentro del ano de la chica. Dí una última embestida y mantuve mis caderas presionadas contra su trasero. Ella rompió a llorar... Con cada sollozo su culo seguía adaptandose al diametro de mi pene. Aguanté mi polla dentro de Rebeca esperando que se calmara un poco. Cuando se relajó un poco saqué mi aparato se su culo, justo debajo estaba Ana con la boca abierta pidiendo que la alimentara. Sin pensarmelo introduje mi pene en su boca. Ana comenzó a lamer y a succionar con dedicación, parecía querer extraer cualquier resto de Rebeca. Permaneció un rato recorriendo la longitud de mi miembro con sus labios y su lengua. Saque mi polla de su boca y me retiré de encima de su cara.

Decidí premiar el buen comportamiento que estaba teniendo Ana. Liberé la cinta que mantenía su cabeza fija al banco y ,como un resorte, pegó sus labios al culo de su amiga. Comenzó a besarlo y lamerlo frenéticamente, a intoducir su lengua,... Rebeca, callada, torció el gesto. No parecía gustarle tener la lengua de su amiga en el interior de su culo.



AnThRaX Nov 9 '16 · Calificar: 5
Vintagered
Y viene a cuento. Recuerdo que a mis trece años el sexo empujaba. Como a todos. Y, en estás circunstancias, normales y naturales cogí unas medias que había para lavar y me ate on ella los tobillos. Fue una sensación placentera. No sentí culpa ni vergüenza. De tal manera que cogí otras y me amordaze y até las manos. Me sentí a gusto. Por aquel tiempo no tenía el concepto de que eso fuera diferente. Si lo hubiera comentado todos me habrían dicho que lo era.
Vintagered Dic 4 '22 · Calificar: 5
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