"Debes saber que has incumplido mi orden" - explicó con tono severo.
Ella sólo leía sus palabras sin embargo le intuía en la distancia
mirándola con su imponente imagen que la traspasaba el alma.
- "... Hasta ahora nunca se había expresado de esa forma... " - pensó ella.
Él continuó - " Y esta grave falta conlleva un castigo en igual medida. Pensaré en cuál aplicarte."
Era la primera vez que la leía de su querido Amo...CASTIGO = Dolor.
Sabía que podía llegar este día.
La leía una y otra vez pero su mente no asumía las consecuencias que
todavía estaban por llegar. Ni siquiera podía imaginar el castigo en
toda su amplitud.
Por último Él afirmó - "Me doy cuenta de que no soy un buen Amo para ti. Retírate" - y la conversación finalizó.
Esas palabras se clavaron en su corazón sumiso como cien puñales envenenados..
El dolor era indescriptible.
Sus afiladas hojas se ahondaban más y más en su carne a medida que tomaba conciencia de la falta cometida.
De la falta de obediencia y respeto hacia su Dueño ahora frustrado por
su mal aprendizaje (sí también tienen sentimientos y sufren cuando
tienen que castigar).
Cómo podía afirmar algo semejante "un mal Amo" ? Si para ella es su Todo.
No tardó en reconocer su torpeza. Ella era la provocadora del malestar
de su Señor. Era la que al no poner la suficiente atención incurrió en
la falta.
Al día siguiente como era de costumbre se apresuró a darle los buenos días.
A pesar de ser conocedora de la aplicación del castigo y aún temerosa de llevarlo a cabo, rebosaba alegría.
- "Buenos días mi querido Amo" - escribió. Como siempre esperaría con entusiasmo la respuesta para su pequeña.
A media mañana se conectó de nuevo pero no había contestación.
- "Estará ocupado. Él tiene sus cosas" - tranquila siguió esperando.
Una vez y otra y otra más volvió a conectarse. Silencio.
Todo era distinto ahora. Su mente se aceleraba y se agolpaban multitud
de sentimientos. Se sentía pequeña, no en el sentido que adoraba leer de
su Amo no. Se sentía empequeñecer por momentos tanto que creyó que iba a
desaparecer del mundo. El miedo la invadió. Era invisible. Un espasmo
recorrió todo su cuerpo y la calidez que le proporcionaba el saberse
suya se desvaneció para comenzar a sentir un frío inhumano.
Sola. Desprotegida. Sin guía. Sin su Luz que la ilumine el camino. Perdida. Intranquila. Incierta....
Su penitencia sólo acaba de empezar. Fue un primer día bastante largo.
Inconsumible. De tonos grises y apagados. De numerosas conexiones donde
las palabras a su Amo se quedaban ahí, en la pantalla únicamente. Nadie
al otro lado las contestaba. Nadie.
En los días siguientes continuó escribiendo a sus fantasmas. Esos que la
acompañaban la mayor parte del tiempo para recordarla el error
cometido.
Una y otra vez traslaba su estado de ánimo a su Amo sin respuesta.
Llegó a suplicar ... que cesara ya ....y por fin obtuvo algo de tregua
cuando de repente su Señor la devolvió unas pocas palabras....
escuetas... vacías... como quien ofrece unas migajas... fue fugaz ese
consuelo ... un sueño efímero que se convertía de nuevo en pesadilla...
Pues lejos de obtener la paz que deseaba sintió como una mano estrujaba y
retorcía su ya tocado corazón.
Su Amo, su Todo, su Sol la hablaba por fin, sí, como si fuera una extraña, una cualquiera encontrada en ninguna parte.
No era suya no. Él se aseguraba de resaltarlo una y otra vez con sutiles
palabras entre desconocidos...letras que martilleaban su cabeza una y
otra vez consiguiendo el efecto deseado. DOLOR...sí, con mayúsculas, y
no del físico. Quizás una buena azotaína hubiera dolido menos. Hubiera
preferido tener la opción de elegir. Sí.
Aquello era todavía peor que su Silencio.
Al día siguiente se desmoronó. Abatida. Se derrumbó. Consumida. En su
espíritu sólo había oscuridad. Su ser ya no era. Su ser era nada.
No obstante, en mitad de esas tinieblas, la sorprendió un pensamiento, algo aprehendido.
En su mente grabado a fuego el acto que había desencadenado todo ese caos para no volver a repetir el mismo error.
En su corazón grabado con lágrimas el experimentar que, al igual que el
placer de su Dueño es el suyo, también el dolor de su Dueño lo es por
completo.
Su Señor reapareció en el momento justo y adecuado para sosegarla entre
dulces y tranquilizadoras palabras de cariño. Casi no llegaba a leerlas
pues sus ojos empañados limitaban su visión.
La sostuvo entre sus manos recordándola:
- " Pequeña mía, la disciplina es necesaria para corregirte tanto como
mi abrazo lo es para protegerte y cuidarte. Espero lo hayas entendido " -
De nuevo Él iluminó su alma y secó su angustia.
De nuevo ella sonreía por y para Él.
Siempre suya.
El Muro