Y viene a cuento. Recuerdo que a mis trece años el sexo empujaba. Como a todos. Y, en estás circunstancias, normales y naturales cogí unas medias que había para lavar y me ate on ella los tobillos. Fue una sensación placentera. No sentí culpa ni vergüenza. De tal manera que cogí otras y me amordaze y até las manos. Me sentí a gusto. Por aquel tiempo no tenía el concepto de que eso fuera diferente. Si lo hubiera comentado todos me habrían dicho que lo era.
El Muro