No… no imaginéis, no supongáis, no creáis, no penséis…
porque no hay opción.
Porque hasta la molécula más insignificante de mi cuerpo le pertenece.
Porque es dueño absoluto de todo mi ser.
Porque vivo y respiro por él.
Porque llevo grabada Su marca en mi piel y en mi corazón.
Porque soy Su puta, Su perra, Su zorra,
y seré todo lo que él quiera que sea porque soy Suya.
Suya... y de nadie más.
Y no habrá nada en el mundo que pueda cambiar esto.
Porque así lo siento y así lo quiero.
Porque no nací para ser una esclava, nací para ser Su esclava…
La esclava de FGL
Él me dio una orden “Duerme con el antifaz puesto”… Y así lo hice…
Me senté en la cama, abrí el cajón de la mesilla y lo saqué… lo retuve en las manos por un instante, e inmediatamente vinieron a mi mente recuerdos de la última sesión… la magia que ese antifaz provocaba en mi cuerpo, como aumentaba la sensibilidad de todos mis sentidos…
Hice un esfuerzo por despejar la mente y volver al presente y, me lo puse. Me tumbé, me relajé, e intenté dormir….
El ligero roce del aire que entraba por la ventana hizo que mi cuerpo desnudo se estremeciera… y comencé a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo suavemente, acariciando cada rincón, haciéndome sentir transportada a otro mundo… nuestro mundo.
A la vez que mi boca se secaba, mi sexo se humedecía… pasé mis dedos por él y los llevé a mis labios… el sabor era… no podía ser de otra manera… el sabor era su sabor. Presioné mis dedos sobre los labios y se convirtieron en sus labios… Sin darme cuenta abrí la boca e introduje mis dedos en ella, mi lengua jugó con ellos y se convirtieron en su lengua… mi respiración se aceleraba…
Dejé escurrir los dedos por la barbilla, recorriendo mi cuello hasta llegar a mis pezones… los pellizqué, los retorcí y… sus dientes los apresaron, mordiéndolos, devorándolos, tirando sin piedad, haciendo que corrientes eléctricas sacudieran mi cuerpo acabando en punzadas de placer dentro de mi sexo… mis jadeos ya retumbaban en la habitación…
Bajé despacio una mano hacia mi entrepierna y cuando los dedos alcanzaron mi clítoris, mis piernas se cerraron, presionándolo, haciéndome vibrar… sentí como me abría las piernas y pasaba su lengua por él haciendo que me retorciera de placer…
Los dedos avanzaron y… me penetró lentamente. Mi espalda se arqueó en un intento de acogerle más y más dentro… y comenzó un baile desenfrenado que me estaba llevando al éxtasis…
Mi cuerpo se había descontrolado, mis pechos, sus manos, mis dedos, su boca, mi sexo… no podía parar, necesitaba correrme, necesitaba su permiso…
En ese instante oí una melodía conocida, el teléfono vibraba en la mesilla… a tientas lo cogí y descolgué, y entre gemidos imposibles de controlar solo fui capaz de articular una palabra… “AMO”
Solo dos palabras como respuesta… “Córrete… ahora”.
Y exploté en un orgasmo increíble, clavando mis uñas en su espalda, sintiendo como apresaba su cuerpo con mis convulsiones… gritando de placer, gritando su nombre, gritando, gritando…
Y gritando desperté… Tardé unos segundos en reaccionar, me llevé las manos a la cara y me quité el antifaz… el sol entraba por la ventana y los rayos me estaban dando en la cara. Cuando conseguí ver en condiciones me senté y me quedé mirando el antifaz… Comprendí que la magia de ese antifaz, no actuaba solo sobre mi cuerpo, también lo hacía sobre mi alma…
Más tarde sonó el teléfono,... “Qué tal la noche?”... una sonrisa se dibujó en mis labios y contesté… “Joder con el antifaz!!!”
Solo hicieron falta diez minutos para entenderlo, para comprender…
Diez minutos en los que nuestros cuerpos hablaron y gritaron lo que nuestras almas callaban, dándonos una lección y haciéndonos comprender que están hechos el uno para el otro. Que solos, no son más que una mitad, que deben estar juntos para sentirse una unidad plena.
Diez minutos en los que se desbordó nuestra hambre de entrega, en los que nos alimentamos con ansia de nuestras esencias, en los que desaparecieron todas las cosas externas, en los que solo importaba lo importante… nosotros.
Diez minutos tan cortos, tan eternos, tan perfectos, tan especiales, tan sublimes… diez minutos que nos dieron todo, entrega, amor, pasión, sentimiento, deseo… unión.
Y solo fueron diez minutos… Los diez primeros minutos del resto de nuestra vida…