Me gusta leer y debatir los manuales teóricos que intentan reglar el BDSM, pero no te confundas conmigo, no estoy a favor del BDSM mecánico y de manual. Las emociones y las relaciones personales si se reglan del todo pierden su esencia, y me gusta explorar con libertad. Cada sumisa es una mujer irrepetible y como tal debe ser guiada de forma única y diferente.
Me gusta crear a través de la sumisa, amasarla como arcilla a mi manera, y no hacer lo que todo el mundo dice que hay que hacer con ella, sólo porque alguien lo escribió en un libro. Me gusta descubrir en la sumisa y dejarme sorprender por sus respuestas. Deseo perderme en una montaña rusa de emociones con ella, tocar el cielo y el infierno, ser ángel y diablo para ella, hacer de ella el Todo y la Nada, y no dejar de aprender nunca.
Me gusta el protocolo, que disciplina la mente y el cuerpo, y embellece la entrega, pero no te confundas conmigo, cuando el protocolo se adueña de una relación y el control de la sumisa es continuado y extremo, solo se consigue crear una marioneta. Y a mí las marionetas me aburren.
Me gusta la sumisa que se compromete y esfuerza por mejorar, y que desea llegar a darse en cuerpo, mente y alma, pero no te confundas conmigo, lo que realmente me seduce de una sumisa es la mujer que esconde.
Me gusta educar a la sumisa con firmeza y disciplina, pero no te confundas conmigo, porque no pienso renunciar a ser yo mismo, afable, cálido, y natural. Detesto la sobreactuación y la teatralidad de algunos Dominantes. Y si no eres capaz de entender que detrás de una sonrisa pude habitar el mejor Amo del mundo, no te querré a mi lado.
Me gusta explorar los límites de la sumisa. Pero no te confundas conmigo porque explorar sus límites no es alquilarla, ni degradarla, ni anularla, ni humillarla de forma gratuita. Explorar sus limites es explorar en ella cada uno de sus matices, la geisha, la perra , la puta y la Dama. Porque los contrastes potencian los sabores. Y para no perderme nada de ella lo haré despacio, lentamente, y así podré hacerme con cada uno de sus matices.
Amaneció sola, muy sola, totalmente desnuda tirada sobre un suelo de piedra encharcado de agua, tiritando de frío, después de haber soportado cubos de agua helada durante toda la noche. El rímel que había recorrido su cara a causa de las lágrimas derramadas a lo largo de las horas, le daba un aspecto de ultratumba, casi inhumano. Sus cabellos mojados y revueltos se enredaban en su cuello enrojecido y algunos parecían querer estrangularlo, aún más de lo que ya lo había sido. Con su cuerpo dolorido, marcado por el desprecio de los látigos y las humillaciones recibidas durante toda la noche, pensó en las razones que le habían llevado a aquel lugar la noche anterior. Siempre buscaba el dominante más cruel para entregarse de forma extrema, el más depravado, el más insensible, aquel que pudiera maltratar sus carnes y su mente con el mayor de los desprecios. Necesitaba dosis fuertes de humillación, castigos físicos que redimieran todas sus faltas. Pero después de cada sesión siempre acababa arrepintiéndose. Siempre. Ni una sola vez su alma quedó satisfecha.
Cuando volvió a tomar conciencia de la realidad que le rodeaba, pudo observar a sus pies el precioso vestido rojo, que había comprado la semana pasada para gustarle, hecho ahora jirones. Buscó su braguita para cubrirse y solo encontró un trozo que había sido utilizado para amordazarla. Las colillas del suelo que tenía a su alrededor le recordaron de golpe aquellas quemaduras profundas que tenia en las palmas de sus manos y que tanto le escocían. Sacrificio. Redención. Expiación de sus pecados. Y dolor, mucho dolor. Su lengua seca aún conservaba el recuerdo de la ceniza que había sido depositada sobre ella. En el extremo de la estancia, los zapatos que habían forzado su vagina y su ano le esperaban revueltos, luciendo unos tacones de ante negro de 14 cm, sucios y blanquecinos, y a su lado pudo ver el pañuelo de seda que había cubierto sus ojos durante toda la velada aún mojado. Intentó ponerse en pie, pero tuvo que apoyarse en la pared salpicada de orina para poder incorporarse. Anduvo tambaleándose unos pasos hasta que por fin alcanzó sus zapatos y los puso como pudo, pero perdió el equilibrio y cayó al suelo de bruces. Como una perra perdida se arrastró a cuatro patas hasta que pudo alcanzar por fin el baño. Con gran esfuerzo se apoyó sobre el lavabo y se puso en pie con la intención de lavarse la cara. Cuando observó en el espejo las marcas que el látigo de cuero había dejado en su espalda, su pensamiento voló a toda velocidad hasta la niña temerosa que sus padres castigaban a menudo con un cinturón, porque era según ellos una mala persona. "Soy mala", me decía cada vez que me llamaba por teléfono llorando después de una sesión. "Mis padres no me quieren, no me llaman nunca, porque no supe ser lo que ellos deseaban"." Soy mala", me volvía a repetir con esa voz pequeñita que ponía, como de niña, que la reducía a la nada y que salía del rincón mas oscuro de su corazón." Eleva esa voz, y háblame con la tuya", le repetía una y mil veces. "Tú no eres mala". "He vuelto a caer", me comentaba de nuevo, susurrándome al otro lado del teléfono a la vez que sollozaba.
Cuando lavó su cara y volvió a mirarse de nuevo en el espejo con el rostro ya limpio, pudo ver sus bellos ojos azules adornando un rostro precioso. Y en ellos volvió a intuir aquella niña pequeña, pero esta vez lloró, lloró sin parar durante horas como lo hace un niño desconsolado, que sabe que ha perdido a sus padres para siempre en una multitud.
¿Quién posee a quién? Yo creo que cuando se vive una relación Amo sumisa los dos se necesitan mutuamente. La sumisa es una necesidad del Amo y el Amo una necesidad de la sumisa. Incluso el Amo más egoísta y frío, incluso el más insensible, expresa esa necesidad al tomar a una sumisa nueva. aunque sea la quinta de su harem y su relación con ella vaya a ser distante.
Cuando una sumisa dice Mi Amo, no solo se reafirma como pertenencia de su Amo, también está expresando que le siente como suyo. Le siente parte de sí. Por tanto hay un sentido de posesión y orgullo por parte de ella en esas palabras, es suyo, su Amo, y me parece hermoso.
En una relación de bdsm una sumisa también posee a su Amo. Es la DUEÑA de sus atenciones, de sus cuidados, de sus placeres mentales, de sus pensamientos, de su tiempo. ¿Todavía hay gente en el mundo BDSM que pueda negar que un Amo sirve a su sumisa al igual que le sirven?
Siempre sonrío cuando descubro en el cielo una nube solitaria moviéndose lentamente, como me ha pasado hoy de vuelta a casa. Elevo la mirada, la busco en ella y pronuncio su nombre, Laura. Y la siento tan cerca como aquel día que la conocí hace años. Poco antes de iniciar su largo viaje le dije que cada vez que me mirase desde arriba, me vigilara para que no fuese demasiado travieso, y ella se puso a reír como una niña. Nunca la toqué, no me dio tiempo, nunca supe como era su rostro, y en cambio no hay día que no sienta que me acompaña. Hace ya unos cuantos años la encontré en un chat de temática bdsm. Enseguida conectamos. Atractiva, muy coqueta, simpática, sensible, tan natural y con tantas ganas de comerse el mundo, y de disfrutar de la sumisa que sentía dentro de si. Hablamos tres veces, solo tres, compartiendo risas y posibles proyectos, antes de que me diera aquella mala noticia por teléfono. El destino a veces puede ser muy caprichoso y cruel. Pensé en huir, y no cargar con los problemas de una desconocida, pero no pude. ¿Por qué me eligió a mi? ¿Por qué se aferró a mí compañía teniendo amigos cercanos?. Fueron tres meses intensos de hablar cada día, de risas a pesar de sus dolores, de confesiones, de lágrimas, de sentir como se apagaba poco a poco como una vela. Luché a su lado, a veces contra su pesimismo, otras contra mí mismo. Aún recuerdo como si fuera ayer su despedida, apenas inaudible a la una de la madrugada, sabiendo que al día siguiente estaría dormida para siempre. Cuanto dolor en una voz que se ahogaba y que carecía de fuerza, y cuanta valentía. Muchas veces me pregunté por qué razón me tocó a mí acompañar a aquella extraña que nunca llegué a conocer cara a cara. Alguien me dijo que nacemos a este mundo con un propósito, o encargo que descocemos. El mío tal vez fuera encontrarla en aquel canal de bdsm a las doce de la noche , y acompañarla de la mano hasta el final.
Si me preguntaran cuál ha sido la relación que más me ha marcado y enseñado de las iniciadas en una red de bdsm, diría sin dudarlo que fue esta. Y a continuación sonreiría.
Gracias Laura por todo lo que me enseñaste. Y por formar parte de mí.
;)
Elevando mi brazo en un arco infinito de tiempo contenido,
deslizo mi deseo muy despacio,
dejándolo caer sobre tu cuerpo ansioso que lo espera.
Latigazos de seda que silban en el aire.
Una danza de quejidos se dispara,
aullidos de placer que escapan de tu boca amordazada.
A cámara lenta,
alargando los segundos,
azota el tiempo elástico tu piel de luna.
Llegan las lluvias y con ellas las desilusiones hacen cola a las puertas de mi alma. Creí que deseándote con fuerza te tendría a mi lado para siempre y no fue así. ¿Puede acaso una hormiga tocar el cielo con sus dedos por mucho que lo intente? ¿Y una guitarra enamorar tus oídos si no tiene cuerdas?
Anoche aniquilaste mis ilusiones, y profanaste para siempre el amor que te tenía cuando lo llevaste de la mano a nuestra habitación privada. Arrastraste de repente mi esperanza a los infiernos en el momento que hambrienta de placer te acurrucaste a su lado. Me torturaste sin piedad cuando comiste su piel a mordiscos lentos y revolcasteis sin vergüenza, sobre mí, los deseos que os brotaban. Fue una pesadilla imaginar su sudor fundiéndose en un abrazo con el tuyo, sentir el temblor de vuestros cuerpos y el sonido de vuestros corazones desbocados.
Ya es de día. La mañana que antes de ayer no deseaba que llegara nunca se apiadó de mi, y os alejo de una vez por todas de mi lado,tan felices… tan alegres… tan enamorados… De vuestra noche gloriosa hoy solo queda sobre mi pecho el olor de la lujuria, tu pequeño camisón rosa de tirantes arrugado, mil agujetas profundas provocadas por el peso de dos cuerpos insaciables, y un vacío que me devora el alma y la quema, poco a poco.
Llora el cielo y lo acompaño. Mojado por el diluvio de las desilusiones agonizo y me dejo ir lentamente. Renuncio a ti y renuncio para siempre a tener vida. Cuando esta noche llegues a casa seré sólo un objeto mas de tu habitación, como el televisor, como la silla o la lámpara, la mesilla o la alfombra, mudo, sordo y ciego a tus encantos, autista a las mil sensaciones que pudieras provocarme, simplemente … un colchón.
FLEX
La descubrí un día del mes de febrero vagando sola por el bosque. La vi de lejos andando ligera y valiente entre las sombras de los árboles, que se movían a su alrededor empujados por un viento lleno de misterioso. Me mantuve en silencio tras unas zarzas para no perder detalle de ella. Al compás de sus pasos casi aéreos pude ver su cuerpo repleto de curvas infinitas y tres gatos revoltosos siguiéndola. Uno negro, otro gris y por último otro de color blanco que en ocasiones se quedaba inmóvil como una porcelana, vigilándola en la distancia. De vez en cuando se acercaban a ella y saltaban a sus brazos celosos de sus mimos, y como por arte de magia desaparecían fundiéndose con su cuerpo. Cuando tomó una curva cerrada del camino la contemplé desde más cerca a través de la oquedad de un árbol, y vi por primera vez su piel de luna y una mirada perdida diseñada seguramente por un dios melancólico. La seguí largo tiempo en la distancia hasta que se detuvo en un claro del bosque. Un círculo casi perfecto de diez metros de diámetro en mitad de la nada, que seguramente ella conocía de antemano. Escondido en la oscuridad del hayedo pude ver como se agachaba y recogía margaritas blancas del suelo. Hizo con ellas una pequeña guirnalda de flores y se coronó la cabeza. A continuación se arrodilló dejando caer sus nalgas desnudas sobre los talones, y en esa posición se quedó inmóvil con la espalda bien recta, las manos abiertas sobre sus piernas y la cabeza inclinada hacia su pecho. En ese momento las nubes que cubrían el cielo dieron paso al sol, y sus rayos envolvieron su cuerpo bañándolo con una luz tan intensa que cegó por completo mis ojos durante unos segundos. Cuando las nubes volvieron a tapar el sol y por fin pude mirar, descubrí con sorpresa que había desaparecido. Salí de mi escondite echándola de menos, me acerqué al centro del claro, y solo pude percibir de ella un leve olor a vainilla que perfumaba el aire que me rodeaba.
Al día siguiente volví al bosque. Esperé en el mismo lugar donde la había visto por primera vez. Quería raptar su alma y encadenar su cuerpo al mío aunque no sabía aún como lo haría. Entonces apareció de nuevo acompañada por sus gatos que iban dando brincos a su alrededor, intentando dar caza a las mariposas que levantaban el vuelo a su paso. Desnuda de ropa como la había visto el día anterior, se acercó de nuevo al claro del bosque, y allí siguiendo un ritual mágico se tumbo en la hierba boca arriba. Abrió sus piernas y brazos, y dejó que los rayos de luz la poseyeran. Yo la observaba fascinado a escasos metros de distancia. Pude contar cada uno de sus lunares, y pude ver su humedad brillando al sol asomada a las puertas de su vagina. Así se quedó por lo menos media hora, inmóvil, profundamente dormida, mientras sus gatos hacían guardia en círculo, y yo no podía dejar de mirar un instante. Fue entonces cuando hoy ruidos a mi alrededor y asustado volví la vista a mi espalda. Y descubrí con sorpresa a su gato blanco mirándome fijamente, inmóvil como una estatua, como lo hacia con ella habitualmente, con unos ojos que nunca olvidaré, hipnóticos, profundos y muy extraños. No sé como llegué al claro, solo sé que cuando tome conciencia de la realidad que me rodeaba estaba sobre ella. La penetraba furioso, de forma salvaje, poseído por una fuerza que no era capaz de controlar, mientras ella permanencia quieta formando una cruz con sus brazos y piernas. Es como si yo hubiera sido elegido por un ser superior o por el mismo sol para tomarla y poseerla en su lugar. Finalmente caí rendido abrazado a su cuerpo, y me fundí con ella en un beso profundo y largo hasta acabar dormido. Cuando me levanté solo quedaba de su presencia ese aroma a vainilla que ahora perfumaba también mi piel. Mire a mi alrededor temeroso de haberla perdido y pude ver como desaparecía a lo lejos entre los arboles. Me levanté corriendo, vistiéndome como pude, y la seguí a distancia durante horas sin darme cuenta que la noche se me había echado casi encima. Apenas ya una sombra a lo lejos, me condujo hasta un lugar donde los árboles eran gruesos y muy extraños. Parecían casi humanos, y sus formas me recordaban anatomías de hombres y mujeres revueltas y anudadas. La seguí por un sendero estrecho hasta llegar finalmente a un castaño majestuoso que asomaba en solitario. Pude observar su copa dibujada sobre un cielo adornado por una luna llena de gran tamaño, que me permitió verla ya con más claridad. Daba la sensación de que su cuerpo desnudo era casi etéreo y transparente. Se dirigió hacia el árbol despacio, como si para ella no existiera la gravedad, y cuando lo tuvo al lado se abrazo a él con fuerza. Así permaneció un largo rato, contrastando su piel de luna con el color oscuro del tronco, hasta que finalmente se fue fundiendo gradualmente con él, desapareciendo por completo.
Después de aquella noche ya no volví a verla nunca más. La busqué repetidamente en el claro del bosque y en el árbol donde la vi desaparecer aquel día. Intenté encontrar sin resultados algún pasadizo secreto en su tronco que me llevara a ella, pero nunca hallé nada. Han pasado más de cincuenta años desde entonces y mi piel llena de arrugas se asemeja a la corteza del castaño que tantas veces he visitado. He creído verla en sus raíces retorcidas muchas veces y en las formas de su tronco, y a veces cuando paso la tarde al pie del árbol la imagino columpiándose sobre sus ramas, rodeada de sus gatos juguetones. Dice una leyenda que cuando el viento bate las ramas de los arboles, los sonidos que surgen son palabras de un lenguaje mágico y ancestral que no entendemos. El árbol absorbe las emociones de todo aquel que lo haya abrazado alguna vez a lo largo de su vida, las metaboliza y las transmite a su manera. Por eso sé que ella me habla al oído cada vez que me acerco al castaño, y en el murmullo de sus hojas sigo oyendo sus gemidos de aquel día. Cuando miro el árbol me doy cuenta de su naturaleza casi humana, y la siento cerca. Cuando recuesto mi cabeza en sus grandes raíces curvas sé que lo hago sobre sus caderas. Si acaricio sus nudos noto sus pechos bajo mis manos. Y si lo abrazo aunque haga frío, siento que está caliente como una amante desnuda. Sus ramas me llaman, me suplican y me abrazan. Y si hay viento danzan para mí, como lo habría hecho ella si hoy estuviera conmigo.
Abrí el cajón de la mesa de la cocina y cogí de su interior el cuchillo más grande que pude encontrar. Afilé su hoja con el recuerdo de su corazón de piedra. En ese momento de mis ojos brotaron mil lágrimas, una por cada una de las palizas recibidas en mi cuerpo, una por cada una de las cicatrices que guardaba mi alma. Me acerqué a nuestra habitación envuelta en la oscuridad, y besé por última vez su frente mientras dormía. Fue un adiós necesario y sin remordimientos. Después, como una loba clavé con todas mis fuerzas mi furia en su pecho. Entró de golpe y por sorpresa, cortando por lo sano los malos tratos, sajando de un plumazo el cordón umbilical que me unía a él. Fue como introducir salvajemente la llave correcta en la celda que me esclavizaba y abrir por fin su puerta, como clavar la bandera de la libertad en el patio de una cárcel. Su carne roja se abrió y al hacerlo crucé el umbral de la herida para poder vivir por fin una nueva vida. La sangre brotó abundantemente tiñendo las sábanas blancas. Yo la contemplaba fascinada como aquélla que contempla un milagro deseado, y me sentí como un Moisés que hace manar la esperanza de una roca. Nunca imaginé que alguien tan cruel y frío tuviera la sangre tan caliente y que su olor fuera tan dulce y agradable. Introduje los dedos de mis manos en el charco espeso que le rodeaba y tímidamente me los lleve a la boca. Los chupé, primero con un poco de repugnancia, más tarde, presa de un apetito nacido del odio, relamí sus pliegues con la mayor de las lujurias. El dulce sabor de su sangre me indujo el mayor orgasmo mental que jamas había tenido hasta entonces. Recogí cada gota formando un cáliz sagrado con las palmas de mis manos y me la bebí a sorbos lentos. Fue como devorar su cuerpo muy despacio, miembro a miembro, para hacerme con su fuerza y su poder. Me sentí renacer, plena, satisfecha, tan poderosa como una mantis religiosa. Ya no era víctima sino verdugo. En un instante me había convertido en dueña y señora de mi vida. Había sido una crisálida durante años, incapaz de reaccionar, encerrada en un calabozo que él había tejido a mí alrededor con sus desprecios y golpes, pero ahora era libre, libre como una mariposa.
A partir de aquel día, grabado en mi memoria como el primero de una nueva existencia, fui otra mujer. Ahora ya no pertenezco a nadie, nadie me manda. Yo dispongo, domino y utilizó a los hombres a mi antojo. Los uso para satisfacer mis instintos, los devoro y abandono después de conquistarlos. Los consumo a medias y los tiro a la basura. Me hago con ellos en lotes de diez y los encelo. Los hago sufrir, los martirizo, los esclavizo. Como una serpiente pitón enredo sus cuerpos con mis caricias,los engullo, y más tarde saciados mis deseos regurgito sus huesos. Su dolor es mi placer.
No sé que os parecerá, pero así soy… porque así me hicieron.
Alejandra
Yo domino. Y cuando se domina indiscutiblemente se ejerce un poder mental sobre el otro. Se quiera o no se quiera. Hablo de relaciones profundas, serias, llenas de complicidad. Lo sé, se podrían vivir sesiones esporádicas, relaciones de un día, de horas, y podría decirse que son puramente físicas, pero son puntualmente mentales. ¿ No es así ?
En resumen, lo que se llama dominación física no es más que un instrumento al servicio de la dominación mental. Cualquier práctica o juego físico de bdsm busca respuestas mentales tanto en la sumisa como en el Amo, ya que pretende emocionar y provocar sensaciones únicas y recíprocas.
¿Por qué algunos identifican dominación mental con anulación de la persona? Todo depende del uso que se haga de ella. Ya sé que hay Dominantes que buscan anular a la sumisa y despersonalizarla. Generalmente son personas inseguras que hacen un mal uso de la confianza que les otorgan sus sumisas,os, manipuladores de tres al cuarto o simplemente personas enfermas que son víctimas de su adicción al desenfreno. QUE IMPORTANTE EL EQUILIBRIO, LA MODERACIÓN Y EL PODER DE CONTENCIÓN EN EL AMO para no arrastrar a la sumisa donde no se debe.
Yo someto para emocionar y emocionarme. Para crecer y que me hagan crecer. Y para conseguirlo pongo en juego mi sensibilidad y mi inteligencia, lo sutil y lo físico. Me niego a tener una muñeca hinchable o una mascota para practicar sobre ella nudos marineros, y ya está. Lo quiero TODO. Quiero a mí lado una MUJER que sienta en la piel, y CON LA CABEZA.