Cuando empezó a pasear la fusta con mimo por mi espalda, me sentí tranquila y nerviosa a la vez, tranquila por saber que la usaba como si fuese su propia mano, pretendiendo calmarme, y nerviosa por esa adrenalina que recorre mi cuerpo debido a la anticipación de saber donde impactará esa fusta, donde sentiré el cuero suave que, en esos momentos, me acariciaba.
No me equivoqué y el primer golpe llego justo donde lo esperaba, pero cuando no lo esperaba. Empezaba a prepararme para el siguiente golpe cuando me sorprendió el latigazo de las colas de un flogger. El golpeteo rítmico de las colas sobre las nalgas y los muslos empezaban ya ha causar esa especie de escozor placentero, esa sensación de "mordida" a medida que iban calentando la zona con los azotes guiados por la mano de Mi Amo.
En ese mismo momento sentí las primeras lágrimas que salían de mis ojos, para después ser seguidas por unas cataratas saladas acompañadas de sollozos incontrolables.
No fueron por el dolor, lo supe mucho antes de que Él dejara de azotarme y me acariciase la zona dolorida con una tremenda ternura, lo que me hizo llorar aún más. Me sentí totalmente suya, entregada, más que nunca, tanto que esos sentimientos se derramaron provocados por la necesidad de hacérselo saber, de decirle que era SUYA con mayúsculas, que me sentía orgullosa de serlo y que estaría siempre a sus pies.
roxanne
El Muro