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    Tener fe en tu Dominante conlleva no tener miedo

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    Mi primer sometido es mi control, siempre está a mi servicio

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    Manejar el silencio es más difícil que manejar el látigo

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    Mi alma necesita tanto mimo como mi cuerpo castigo

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    Después de una sesión, la mano que te domina te debe acariciar

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    El precio de Dominar es la responsabilidad

Blog de Ades_y_roxanne

Me arrodillo, agacho la cabeza y espero con las manos abiertas colocadas hacia arriba sobre mis muslos. El corazón bombea contra mis costillas y el torrente sanguíneo zumba a toda velocidad en mis oídos.


Me concentro y escucho como Sus zapatos avanzan con paso firme por el pasillo, quizá debería ponerme más nerviosa, pero me relaja, Él viene hacia aquí, para encontrarse conmigo, para hacerme Suya. Cierro los ojos, trago saliva y me deleito en el sonido cada vez más cercano de sus pisadas. 


Silencio. Sé que está aquí, le percibo, aun con los ojos cerrados sé que está delante de mí. Los abro y me encuentro con sus zapatos y sus pantalones negros. Sonrío al saberme tan bien acompañada y enredada en ese halo de protección y amor que irradia Pero no me muevo. 


Sus pisadas se alejan y dejo de verle los pies. No escucho nada hasta que me llama y me ordena que me levante. Así lo hago, me coloco en el centro de la habitación con los brazos a cada lado del cuerpo, aun con la cabeza gacha. 


Se pone detrás de mí y entonces lo siento. El tacto suave de la cuerda de seda rozando mi piel. Me rodea por debajo del pecho y entonces sí, empieza el ritual. Me estremezco con cada roce, con las veces en que aprieta la cuerda en torno a mí...y entonces sucede, vuelo, me siento libre. Él me ata, no para restringirme, sino para liberarme. 


La cuerda es una extensión de su cuerpo y, como tal, la deseo. Sus manos acarician mi piel sensible en cada movimiento, arrancándome gemidos de placer, llevándome a una hoguera de llamas sensuales y eróticas. El mundo desaparece, no existe nada más fuera de esta habitación, nada más allá de este maravilloso ritual. 
Termina y llega el momento, me hace Suya. Sus dientes me torturan, sus manos me aprietan, su sexo me bombea implacable, esa sensación tan única crece en mi interior. Suya y solo Suya, de nadie más, para que haga conmigo lo que quiera, para servirlo, para complacerlo, para postrarme a Sus pies. Y, es justo esa sensación, la que arrasa con todo a su paso, la que hace que mi mundo explote en mil pedazos de placer y las llamas de la hoguera nos consuman, a ambos. 


Como ave fénix renacemos de las cenizas y me siento la mujer más afortunada del mundo, por tenerle a mi lado, por ser su elegida. 


Así, rodeada aun con sus cuerdas, me hace sentir segura, extasiada, excitada y deseada. Prisionera de un abrazo infinito. 

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