Ella de pie, mostrando su recién estrenada lencería recibía la mirada de su Amo. Seria contestó:
- Arrodillarme ante Usted. ¿Puedo?
- Ven aquí, mi niña.
Ella se puso de rodillas, y torpemente se acercó a Él, mitad arrastrando sus rodillas, mitad gateando. Su cara se iluminó. Puso su cara sobre el muslo de su Señor, y recibió una caricia en su pelo. Con la cara oculta, sonrio pícaramente. Una sonrisa de niña perversa, feliz. Sabía que le esperaba cuando Él acabara su copa. Su mano tocó la parte alta del muslo. Su Amo no se inmutaba. Pero ella supo al rozar su menique con el bulto del pantalón que había acertado. Y se volvio a relamer.
Unas horas después, con su cuerpo dolorido por los espasmos de placer, volvió a ponerse de rodillas, y recibir su caricia. Esta vez El de pie, ella no sonreia. Había acertado de nuevo y era feliz. Muy feliz.
El Muro