Hemos llegado a un punto en el que no sabemos disfrutar de las pequeñas cosas. De los pequeños detalles, esos que cada vez son más escasos por la forma en que vivimos nuestras vidas.
Estamos acostumbrándonos a que todo lo que queremos prácticamente lo podamos conseguir apretando un simple botón, sin necesidad de esperar, sin necesidad de parar, sin ni siquiera saber como lo hemos conseguido, ya que no le damos importancia al proceso.
Demasiadas prisas, demasiada impaciencia, demasiadas ansias por conseguir algo que, en realidad, cuesta. Tenemos que ser conscientes de que hay pautas, fases, pasos que no se deberían acortar, que no deberían de desaparecer, ya que de hacerlo se pierden muchas cosas por el camino y que difícilmente pueden volverse a recuperar.
Tenemos que parar, mirar a nuestro alrededor y ser conscientes que hay procesos en nuestra vida que no se deberían de hacer con prisas. Deberíamos de ser capaces de entender que hay caminos que se tienen que hacer con calma, dándonos la oportunidad de disfrutar del trayecto, porque en eso consiste, en saber sacarle el jugo a ciertas experiencias y sentimientos que merecen la pena vivir.
Por esa razón, no deberían de valer los atajos, por el simple hecho de conseguir lo que se desea lo más pronto posible. No deberían de valer dos palabras, nada más, para decir que se confía en alguien, ni tampoco ser merecedor@ de esa confianza. No deberían de valer muchas artimañas que se hacen por ahorrar TIEMPO!
No nos tendríamos que olvidar que hay cosas que necesitan su tiempo para madurar, para saborear y para disfrutar.
Los deseamos y los odiamos de la misma forma. Queremos y detestamos tenerlos que pasar. Nos tranquilizan y nos desquician al mismos nivel.
Son momentos de sensaciones que hacen tu cuerpo y tu mente entre de lleno en un autentico huracán de sentimientos. Se preparan para lo que puede llegar y, en parte, sin querer la mente ya vuela por su cuenta mostrando diferentes situaciones en las que anhelamos estar.
El pulso se acelera, la respiración se hace más pesada y notas como todo tu cuerpo empieza a calentarse, como partes de tu cuerpo reclaman Sus manos, Sus caricias, Su dureza. Notas la tensión, las ansias de sentirle, las ganas de ser lo que Él desee que seas.
Esos minutos previos, son minutos que serán sólo nuestros. Nadie puede robar esos minutos previos donde el remolino que se siente no puede ser vivido por otra persona que no seamos nosotros mismos, deseando ese primer roce, esa primera orden
Esos minutos de espera son un pequeño tormento, pero sin lugar a dudas un tormento dulce.