Todo cambia con un gesto, o una sola de Sus palabras, algo se modifica en mi. La mente se limpia, el corazón se acelera y el alma se abre. La mujer se esconde, se retira... y la sumisa despierta con el único fin de servir, obedecer y complacer.
Vuela algo en el ambiente, algo que me envuelve, que me desnuda... y a la vez me protege. Mi piel se eriza imaginando Su aliento, mi cuerpo tiembla deseoso de Sus dedos... y toda yo me convierto en Él. Porque Él está dentro y a la vez fuera.
Me transformo servil y 100% Suya. Él es la sangre que recorre mis venas, el oxígeno en mis pulmones. Él... lo es Todo... y me abandono a Su merced. Soy una espiral de sentidos. Soy dolor y placer. No solo muestro mi piel, me muestro toda entera...
...y desnuda en cuerpo y alma.
Posiblemente ella siempre supo que algo le faltaba, que necesitaba salir de esa jaula de oro y cristal en la que estaba encerrada. Acogedora, tranquila y apacible... sí... pero tan insulsa y vacía que parecía no dejarla respirar. Todo en aquel interior era siempre igual, día tras día, no había nada que la sorprendiera ni la hiciese perder el aliento. No podía dejar de pensar que estaba inmersa en una gran mentira, ocultaba una parte innata de su ser, mientras su vida se iba escapando entre sus dedos, encerrada en ese pequeño lugar. Su luz interior se iba apagando, y comprendió que debía sacar fuerzas para impedir sumirse, por siempre, en esa triste oscuridad.
En un acto de valentía, o quizás tan solo un desesperado impulso, logra romper los barrotes, y corre... Corre para introducirse en el bosque, ese que siempre miraba de reojo soñando con poder pisar, que anhelaba con algún día poder descubrir. Y por fin estaba allí, ni siquiera podía creérselo, paralizada y con los ojos vidriosos examinando su alrededor. Se siente tan libre! y no solo por estar fuera de esa jaula, es una libertad mucho más profunda, una sensación de libertad difícil de explicar.
Sin rumbo fijo, pasea lentamente por los rincones de ese bosque. Deslumbrada por la luna, escucha tan solo el viento a su paso... Todo en ese lugar la fascina, como si atrapase cada uno de sus sentidos. Sigue el sendero, casi por puro instinto, sin necesidad apenas de mirar el camino. Puede percibir una especie de invisible destello iluminando sus pasos, como si en otra vida ya hubiese pisado esa misma tierra, "mi espíritu ya ha estado aquí"... Pensaba ella.
Pero no deja de ser un lugar desconocido, resulta tan abrumador, se siente tan pequeña y perdida, que nota como el miedo la invade. Se cruzan lobos que la conducen a trampas, lobos que la ayudan a salir de ellas, lobos que pasan como una ráfaga fugaz... No está preparada para eso, se siente cada vez más y más vulnerable. El temor oprime su estomago y comienza a pensar que ese no es su sitio, o al menos, que no tiene fuerzas para afrontarlo.
Así que tan solo intenta salir de allí... haciendo crujir las hojas lo menos posible a su paso, ya ni siquiera se permite mirar a los lados, su mirada está fija en el frente buscando la salida. El corazón palpita a un ritmo que desconoce, la respiración se agita de tal manera que es lo único que oyen sus oídos, y sus pisadas parecen hacer más ruido a cada paso. Y de pronto, ella misma se da cuenta... Es consciente de hacer cada vez más ruido, totalmente consciente, pensar en abandonar ese lugar le produce tal angustia, que siente un nudo en su garganta que apenas la deja respirar. Por eso hace ruido, necesita llamar a las bestias, algo la empuja a enfrentarse a lo desconocido, a demostrase a si misma que puede permanecer ahí.
Poco a poco, todo le va enseñando valiosas lecciones. Aprende los atajos, reconoce las trampas y sabe esconderse de los lobos hambrientos. Ese bosque le produce miedo y paz, dolor y felicidad, incertidumbre y certeza. Su piel se eriza con el aire que emana entre las ramas, y por primera vez tiene la absoluta convicción de lo que significa estar viva. Ese bosque era su destino, y por fin lo veía todo claro... todo tenía sentido.
Necesitaba impregnarse de todo... pinchar su carne en las afiladas zarzas, arañar su piel con las cortezas de los arboles, posar sus rodillas sobre las ásperas hojas... Sí... Necesitaba vivir y ser parte de ese lugar, pues ya nunca podría volver a esa jaula de oro y cristal. ¿Que jaula, quién la recuerda, quién la necesita ya?... No, ya nunca habría marcha atrás para ella. Ese bosque, sería su hogar... o quizás... quien sabe... Siempre lo fue.