Mi dolor te pertenece.
Eso es lo que una amiga Dómina me dijo ayer. ¿Sabes lo que estás diciendo, Darling? me dijo cuando le dije que quería devolverte el collar para cerrar el círculo…. No estás preparada para devolvérselo. El círculo no se va a cerrar. ¿Te vas a sentir mejor devolviéndoselo?
Será un recuerdo menos, le dije.
Te duele. No se lo puedes devolver, porque sigues siendo de Él.
Él me ha dejado sola, no soy suya.
Mi niña, es tu mente…Mira el collar y recuerda los buenos momentos, me dijo.
No, eso duele y no me sienta bien. Me hace sentir triste, y no me gusta sentirme triste, fue mi respuesta.
Entonces ella me dijo, ¿no lo entiendes, verdad? Tu dolor le pertenece. Por eso no puedes devolverle el collar. Solo podrás devolvérselo cuando no sientas NADA. Cuando no te importe lo que le pase. Deberías hacerle saber de tu dolor. Es suyo.
Le dije que no lo haría, le solté todo el rollo que me he repetido una y mil veces a mí misma en estos días: que no está bien, que debemos seguir con nuestras vidas, que estábamos destinados a no ser, y todas esas cosas…Pero, ¿sabes qué me dijo? Me dijo: “A la mierda el orgullo, que al final sólo es eso, orgullo y temor de que te vean débil”.
Y tiene razón.
Él aún es dueño de una parte de tu vida y tiene derecho a saberlo.
Así que aquí me tienes, escribiéndote aun sabiendo que quizá no me leerás, y diciéndote que lo que es tuyo es tuyo. Y sólo quiero que sepas que mi dolor, el dolor que me provoca tu ausencia y mis ilusiones perdidas, también lo es.
Siempre supe que llegaría Diciembre…
“Le solté la mano y le abrí la puerta. Se fue, pero no la he olvidado. Aprendí que hay amores que se dejan ir pero no se van…aunque se vayan” (Jhorman Acosta).
«Un hilo rojo
invisible conecta a aquellos
que están destinados a encontrarse,
sin importar tiempo, lugar o circunstancias.
El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper».
Es la nuestra una historia derramada por los márgenes de tus
silencios.
Donde si tus dedos se cruzan con los míos se rompe el viento.
Llegaste en mi primer y último invierno sin miedo
y en un garaje sin coches me dijiste que las nubes tendrían colores.
Es la nuestra una historia que aparece y desaparece,
que juega al escondite con la felicidad y los deseos
sin saber cómo cocinar a fuego lento los temores de lo que devoro.
Y se inundan mis entrañas cuando tus alas se marchan.
Muerdes conmigo un hoy que huele a ayer y sabe a
mañana.
Porque si te vas lejos me duele y si te quedas también.
Como esa copla que decía ni contigo ni sin ti.
Como esa copa de mistela que olvidé ofrecerte.
Porque es cierto que no soy ahora el remedio de tu huida,
y porque también es cierto que no curarías mis sollozos.
Que ahora necesitas una roca desde la que lanzarte a volar a diario,
y que yo necesito hundirme en lo más profundo del embalse
que se forma entre los montes de tu regazo.
Déjate abrazar por las sombras que te habitan,
deja que las mías te acompañen, pero poco.
Porque cada lucha tiene su cuadrilátero bien delimitado,
y no es buena idea mezclar el viento con el océano.
Es la nuestra una historia sin guión que escribo en mis versos,
y que llevas contigo entre manojos de besos sin mejilla.
Recorrer mis cuadernos en busca de tu mirada.
Porque me hacía gemir tu lengua en mi espalda
con el aroma de medio hayedo sin riachuelo.
Ven a mí un instante antes de marcharte.
Sé que de tu meñique al mío hay un hilo carmesí
que te hace volver siempre a mí. O al revés.
Tienes un corazón que pierde gas
conforme se acerca a la gran ciudad.
Los millones de sombras que te rodean te llenan de soledad.
Y huyes de nuevo a buscarte bajo el empedrado de otras calles.
Esta historia, y no otra, la nuestra
se construye con mejillas encanecidas por el estrés y los nervios,
y con estrías en un vientre ahora ya yermo.
Porque por mucho que
lo intente no puedo dejar de escribir
sobre esta historia donde quieres protegerme y cuidarme
pero no puedes.
No te olvides. Estira el hilo todo lo que necesites.
Pero mi grito llegará a ti cuando menos te lo esperes.
Nuestra Historia, Pilar Escamilla Fresco
Entonces apareció el zorro:
- ¡Buenos días! -dijo el zorro
- ¡Buenos días! -respondió cortesmente el principito que se volvió pero no vio nada.
- Estoy aquí, bajo el manzano -dijo la voz.
-¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué bonito eres!
- Soy un zorro -dijo el zorro.
- Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!
- No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.
- ¡Ah, perdón! -dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
- ¿Qué significa "domesticar"?
- Tu no eres de aquí - dijo el zorro- ¿qué buscas?
- Busco a los hombres -le respondió el principito-. ¿Qué significa "domesticar"?
- Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
- No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
- Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos..."
- ¿Crear vínculos?
- Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mi único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
- Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor...creo que ella me ha domesticado...
- Es posible -concedió el zorro-, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
- ¡Oh, no es en la Tierra! - exclamó el principito.
El zorro pareció intrigado:
-¿En otro planeta?
- Sí.
- ¿Hay cazadores en ese planeta?
- No.
- ¡Qué interesante! ¿Y gallinas?
- No.
- Nada es perfecto -suspiró el zorro.
Y después volviendo a su idea:
- Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mi. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mi algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
- Por favor...domestícame -le dijo.
- Bien quisiera -le respondío el principito- pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
- Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!.
- ¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.
- Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mi, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.
- Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuando preparar mi corazón...Los ritos son necesarios.
- ¿Qué es un rito? -inquirió el principito.
- Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran ese día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:
-¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré.
- Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
- Ciertamente -dijo el zorro.
- ¡Y vas a llorar!, -dijo el principito.
- ¡Seguro!
- No ganas nada.
- Gano -dijo el zorro- he ganado a causa del color del trigo.
Y luego añadió:
- Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
- No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:
- Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.
Y volvió con el zorro.
- Adiós -le dijo.
- Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
- Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el principito para acordarse.
- Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
- El tiempo que yo he perdido con ella...-repitió el principito para recordarlo.
- Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
- Yo soy responsable de mi rosa...-repitió el principito a fin de recordarlo.
(El Principito, Antoine de Saint Exupery)
Domestícame...no eres un hombre cualquiera, ahora eres único en el mundo, y yo soy única en el mundo...
Es curioso. En ese momento lo sabes. Es ese “click” del que tanto se habla. Eso que, de repente, sin poder controlarlo, se enciende en tu cabeza. Una conexión distinta.
No sabes por qué lo sabes, pero lo sabes…
Le miras y sonríes, te ruborizas, no puedes evitar que te tiemblen las manos, el mínimo roce accidental con su cuerpo despierta todos tus sentidos, como una pequeña descarga eléctrica que te eriza la piel…
Te pone a prueba, te mira, te analiza, observa tus reacciones, su sonrisa le delata…Él también sabe que lo sabes.
Y entonces, todo fluye:
-¿Seguimos?
-Sigamos
…Porque ambos sabemos que lo sabemos, y ya es inevitable.
Veo a mi alrededor mucha gente sola, tratando de salir de ese vacío. Personas, hombres y mujeres, con ganas de sentir, anhelando encontrar quien les complemente, buscando, esperando.
Este me resulta en muchas ocasiones un mundo lleno de solitarios, de buscadores de ideales y de sueños imposibles (o quizá posibles, ¿por qué no?), lleno de melancolías e incluso en algunos casos, tristeza.
Esta búsqueda constante nos mantiene alertas, activos, atentos, nos da satisfacciones en alguna ocasión y, en otras, sólo decepciones, cansancio y agotamiento. Encontrar lo que en nuestra mente se ha forjado como un ideal, algo perfecto y que hemos creado nosotros mismos antes de saber siquiera si existe realmente, suele ser complicado.
“Yo no busco, yo encuentro” es una frase también habitual. La he oído muchas veces. En mi opinión, es lo mismo, sólo que quitándole importancia y tratando de marcar una diferencia y parecer distante. Si encontramos es porque estamos en el mismo sendero…pasando por él de una forma u otra, pero en el mismo. Porque si no, simplemente nuestro sendero sería otro y no este.
Así pues, vamos generando un mecanismo de prueba-error, de intereses momentáneos, encuentros esporádicos e ilusiones de unos días que parecen un sinsentido que no nos lleva a ninguna parte, pero sinceramente, creo que nos ayuda mucho. Ayuda a que nos conozcamos a nosotros mismos, nos sorprendamos, aprendamos a valorar, a diferenciar, a conocer lo realmente importante de los otros y de nuestro interior, a entender lo que podemos dar y lo que no, lo que queremos recibir y lo que no, a poner de vez en cuando los pies sobre la tierra y, en definitiva, a aceptar la realidad.
Conocer a alguien, querer avanzar y descubrir que no somos lo que esas personas esperaban de nosotros o ellos no son lo que nosotros esperábamos, no es fracasar, no es ser rechazado, no debería ser un drama, ni debería costar tanto decirlo y aceptarlo cuando, simplemente son cosas que pasan…porque así es la vida!.
Todo puede aportarnos algo, todo suma, todo enseña…son pequeñas lecciones que nos harán lo que queda del camino más fácil. E incluso puede que esas personas se queden con nosotros y nos acompañen. No como pensábamos o queríamos que lo hicieran… pero a nuestro lado. Y si eso ocurre, creo que ha valido la pena el intento y que ya hemos ganado. (Guiño a mi amarillo!!)
Lo que tenga que llegar a nuestra vida llegará, de una forma u otra. Puede que no sea lo que habíamos soñado, nuestro ideal inicial, pero nos dará lo que necesitamos y nos hará sentir completos. Porque, a veces, lo que creemos necesitar no es lo que realmente necesitamos.
Como dijo Janis Joplin…
"No entiendo por qué medio mundo sigue llorando, cuando el otro medio sigue llorando también. No me cuadra. A ver: estás con un tío un día... Y, claro, a lo mejor quieres estar con él un año...Pues, ¿sabes que te digo? Que más vale que ese único día sea toda tu vida... Porque, puedes ponerte a llorar por los otros trescientos sesenta y cuatro, pero, entonces, perderás ese único día”
Suerte a tod@s!
Me imaginaba…arrodillada ante ti, ansiosa, expectante, caliente…y tú, tranquilo, impasible, controlando la situación con esa voz fuerte y pausada. Tu voz...
Te imaginaba...cogiéndome del pelo mientras me decías “eres Mi perra, lo sabes. Mírame a los ojos y dime lo que eres”.
Me imaginaba…atreviéndome a hacerlo, con la cabeza bien alta, orgullosa. Mantenerte la mirada y decirte que lo soy, que soy Tu perra, que eso es lo que deseo. Ser Tu perra, ser Tuya.
Te imaginaba…tus grandes y fuertes manos en mi cuello, tus caricias recorriendo mi cuerpo, tus dedos introduciéndose en mi boca. Deseo… chuparte, besarte.
Me imaginaba…paseando por tu pecho con mi lengua, lamer cada centímetro de ti…adorarte.
Te imaginaba…dándote placer, recibiendo tu esencia, complaciéndote en todos tus caprichos, haciendo realidad tus deseos. Bajo tu voluntad.
Me imaginaba…agradecida, agotada, cubierta por Tus marcas, totalmente entregada y feliz porque eras el dueño de mi placer y me liberabas.
Tú, mi Señor, mi Amo al fin.
El único.
Me imaginaba, te imaginaba...No pudo ser.
Esta entrada, mi primera entrada en el blog, se la quiero dedicar a un habitante de Palacio, una persona que, sin darme mucha cuenta, me ha hecho reflexionar sobre algunas cosas, y también me ha enseñado algunas otras. ¡Chico listo!
Una persona a la que aprecio a día de hoy y con la que he compartido muchas risas en muy poco tiempo.
Lo considero uno de mis “amarillos” (¡al fin te he etiquetado!).
No se me ocurre mejor definición para él que la que hizo Albert Espinosa en su novela El mundo Amarillo, y que viene a ser más o menos esto:
Los "amarillos" son aquellas personas que son especiales en la vida de alguien, que se encuentran entre el amor y la amistad y que no es necesario verlos a menudo o mantener contacto con ellos. Marcan nuestra vida y no necesitan tiempo ni mantenimiento. Es gente que consigue cambiarte, que te los encuentras en una ciudad, en un aeropuerto, en el trabajo, en la calle, en la vida...Y te comprenden. Se cruzan en tu vida y con una sola conversación pueden llegar a cambiártela. Las conversaciones con ellos hacen que mejoremos como personas y descubramos nuestras carencias. Notarás como fluye todo de una manera increíble; como se abren a ti y tú te abres a ellos.
Según Espinosa, lo fundamental cuando encontramos a uno de nuestros amarillos es la conversación, y el título y tema de la entrada en el blog viene de una de nuestras primeras conversaciones, en la que yo le dije que los príncipes azules no existen, y que sólo son para las princesas que no tienen nada más que hacer que esperar y esperar…Entonces, él me preguntó: ¿las princesas tampoco? Y yo respondí muy amablemente: “Princesas y putas somos todas”.
Pues bien, hoy he re-leído un texto de la web Faktoria Lila que me ha recordado esa conversación y que me gustaría compartir con tod@s vosotr@s.
Sin más, espero que os guste. Y, a mi amarillo, simplemente un beso grande.
LAS NIÑAS QUERÍAMOS SER PRINCESAS
Porque nos obligaron. Porque, desde pequeñitas, nos pusieron coronas, vestidos de tul, ropa que no nos dejaba jugar, porque no la podíamos manchar. Nos dijeron "que niña más guapa" tantas veces, que nos creímos que era lo que importaba.
Y nos chutaron dosis diarias de príncipe azul, y así nos hicimos yonkies del amor, y aprendimos a necesitarlo para vivir.
Las princesas son guapas, están asustadas y se enamoran del primero que las salva. Y del segundo, y del tercero. Y esperan, encerradas en su torre, sin hacer nada para escapar de ella.
Y nosotras aprendimos a ser como ellas.
Aprendimos a obligarnos a ser guapas, que significa fracasar eternamente en intentar parecerles guapas a los demás.
Aprendimos a esperar que el príncipe azul nos solucionara la vida, que significa construir nuestra existencia en torno a la idea de conseguir mantener una pareja, y a sólo así sentirnos completas.
Aprendimos que estas dos cosas eran una pelea, que significa sentirnos amenazadas por todas las demás mujeres que nos rodean, no vaya a ser que sean más guapas, o que su torre le pille al príncipe más cerca.
Aprendimos a querernos poco, y sólo a costa de lo que nos quisieran otros.
Quedaos con mis vestidos de tul, mi príncipe azul, mi espejo y mi corona. Quedaos con mis complejos, mis miedos, mis vacíos y mis celos. Quedaos con todo eso que me habéis impuesto, que no lo quiero. Porque necesito sitio para las botas, los libros, los cuchillos, los vasos y los ceniceros. Para los bolis, las fotos, los bocadillos y mis cuentos. Para los condones, la bici, los pinceles y los baberos. Para las cazuelas, los periódicos, el martillo, los clavos y los ligueros. Para bailar, correr, descansar y tirarme en la hierba a ver pasar el cielo. Para mis sueños, mis desastres y mis deseos. Para fracasar y empezar otra vez con mis proyectos. Para mis amigas, mis ligues, mis mujeres admiradas y mis no quieros. Para mi vida, al margen de lo que me aprendieron.
Quedaos con mi reino. Que a mí me hace falta sitio para el mundo entero