Su mejilla derecha se apoyaba sobre el frío suelo. Se encontraba postrada con sus muñecas atadas a los tobillos, los ojos cubiertos con un pañuelo negro y ofreciendo a su amo toda su intimidad.
Ella sabía que no se había comportado bien, sabía que iba a recibir su castigo.
Volví a la sala donde la habia dejado. Su culo bien levantado coronaba su posición sumisa. Me detuve un momento para recrearme con la visión. Le había dejado puesto el tanga que llevaba. Cubría lo justo, dejaba ver el nacimiento de unos labios bien depilados y un leve sombreado indicaba la entrada de su trasero.
Ella se inquietó, sus ojos vendados no le permitían saber qué tenía a su alrededor. Trató de incorporar la cabeza, como si eso le fuera a permitir ver lo que estaba haciendo. Aproveché para acercarme y colocarle una mordaza. Se resistió; comenzó a mover la cabeza de un lado a otro mientras intentaba soltarse las manos. Metí la pelota en la boca y tiré fuertemente de las correas. Le ajusté la mordaza y la dejé de nuevo en el suelo.
Permanecí de pie en silencio a su lado. Ella no paraba de contonearse y retorcerse para tratar de librarse de las ataduras que sujetaban fuertemente sus muñecas a sus tobillos.
Gemía con desesperación, intentaba soltarse con todas sus fuerzas, al ver que no lo consegía las lágimas comenzaron a caer por debajo del pañuelo negro. Paraba unos segundos para recuperar el aliento e intentaba de nuevo soltarse. Durante un rato lo intentó sin éxito. Finalmente, desfallecida, volvió a apoyar su mejilla en el frío suelo.
Yo había estado observando en silencio el espectáculo. Ella continuaba sollozando en el suelo pero su cuerpo permanecía inmovil, parecía haber abandonado la lucha.
Di dos pasos hacia ella, aprecié como se estremeció a la vez que trataba de sorber los mocos que brotaban de su nariz. Se quedó en silencio, todo el silencio que su respiracion entrecortada le permitía. Estaba esperando que pasara algo.
Tomé de mis herramientas una pluma muy suave de pavo real. Comencé a recorrer su espina dorsal con la pluma. Desde la nuca hasta el ano. El poco vello que cubría su cuerpo estaba completamente erecto. Se tranquilizó. Continué como si estuviera pintando un cuadro utilizando como lienzo su desnuda espalda.
Tras el esfuerzo que había hecho prácticamente se quedó dormida.
Cogí una vela y la encendí. Ella reconoció el aroma, comenzo de nuevo a gemir. Reunió las pocas fuerzas que le quedaban para hacer un último intento frenético de soltarse. Con mi zapato pisé su mejilla, ejercí presión y poco a poco dejó de gritar y de moverse.
La cera caliente comenzaba a caer al suelo. Dirigí las gotas ardientes a su nuca. Cada vez que una gota tocaba su piel, ella emitía un grito sordo a traves de la mordaza.
Poco a poco fui dirigiendome a la parte baja de la espalda mientras iba regándola con cera caliente. Sus gritos iban aumentando de intensidad volviéndose de nuevo en un llanto contínuo.
A continuación dirigí la vela hacia sus nalgas y dejé caer un buen chorro de cera sobre su ano tímidamente cubierto por su tanga. Esto le provocó un espasmo. Intentó gritar pero parecía haberse quedado sin aire. De nuevo hizo un esfuerzo por tratar de soltarse. Frustrada, se quedó llorando en el suelo.
Apagué la vela para que su humo perfumara la sala.
Me situé a la altura de su trasero. Obervé su culo sellado por la cera. Bajé su tanga hasta sus rodillas dejando expuesta la poca intimidad que le quedaba.
Con la vela apagada comencé a dibujar un espiral alrededor de su ano. Poco a poco me acercaba al centro de la espiral. Cuando la vela se encontró con su culo, empujé firmemete y se abrió paso hacia su interior.
Volví a encender la vela y me senté en un sillón a su lado para ver el espectáculo. Ella permanecía inmovil. La vela sólo se movía cuando contraía su trasero por tener un objeto introducido. Como la vela era suficientemente larga, no sentía el calor de la llama. Debía estar pensando que le había introducido algun juguete.
La cera caliente caía entre sus piernas sin tocarla. No sopechaba nada.
Permanecí mirando como se consumía la vela mientras ella se mantenía inmovil.
Transcurrido un tiempo, coloqué un espejo a su lado, me puse entre el espejo y ella y retiré el pañuelo que cubría su mirada. Aparté el pelo que tapaba su cara y sequé sus ojos. Confusa, me dedicó su mirada más sumisa, para continuar observando a su alrededor.
Me puse en pie y caminé de nuevo hasta el sillón mientras ella me seguía con los ojos. Me senté.
Continuó mirando lo que le rodeaba hasta que descubrió el espejo. En el reflejo podía ver su cara. Trataba de fijar su mirada, estaba algo aturdida. De pronto pude ver el pánico en su cara. Acababa de descubrir que lo que tenía metido en el culo era una vela encendida.
Comenzó a gritar y a llorar, daba fuertes tirones a la cuerda que sujetaba sus manos. Sus movimientos para intentar zafarse provocaron que la cera caliente comenzara a caer sobre la parte posterior de sus piernas, lo que intensificó aun más su desesperación por tratar de soltarse. Viendo que no conseguía nada cambió su estrategia; trató de expulsar la vela de su interior. Contraía y relajaba su ano, pero, debido a su nerviosismo lo único que consiguió es que se introdujera la vela unos centímetros más. La llama estaba cerca de su cuerpo, la cera caliente caía sobre su vulva. Estaba frenética. Movía su trasero hacia todos los lados, gritaba, tiraba de las cuerdas, movía su cabeza de un lado a otro...
Me acerqué, puse mi mano entre la llama y sus nalgas para comprobar la temperatura. Decidí que ya había tenido suficiente, de modo que apagué la vela.
Por fin pareció llegarle el sosiego. Sus gritos se tornaron en un lloriqueo entrecortado. Volvió a relajar su cuerpo y a sentir el frío del suelo en su mejilla.
Llevé mi mano hacia su sexo. Retiré los restos de cera que salpicaban su coño. Acaricié levemente sus labios, rodeé con el dedo su clítoris sin llegar a tocarlo. Cada vez que me acercaba a su perla podía notar un escalofrío atravesando su cuerpo. Introduje lentamente dos dedos en el interior de su vagina. Los dirigí a la pared delantera, buscando la rugosidad que me indicaba la posición de su punto de placer. Rozando sutilmente con la yema de mis dedos inicié la estimulación de su punto g. Lo que comenzó como un suave y placentero movimiento de vaivén de mis dedos continuó con un importante aumento de la velocidad de mis movimientos. Ella transformó sus gemidos entrecortados en lo que parecían suspiros de placer. Podía notar como sus fluidos habían inhundado su vagina. Seguí aumentando la velocidad de mi estimulación, para que finalmente sus gemidos convergieran en un grito de placer. Pude ver como su cuerpo se estremecía espasmódicamente. Su culo convulsionaba con la vela todavía introducida. Aumenté aún más el ritmo de mi penetración llevándola a un estado de éxtasis. Su cuerpo temblaba de placer, apenas podía emitir sonido alguno. Finalmete, se quedó rígida, la vela se delizó fuera de su cuerpo y una leve cantidad de fluido brotó de su vagina.
Cayó al suelo de lado. Cerró los ojos como embarcada en un torrente de placer y se quedó dormida.
Allí estaba, con su ropa interior por la rodillas, atada, cubierta de sudor y cera y plácidamente dormida.
Lydia era una de mis alumnas de clase de repaso. Esa tarde llegó con sus dos coletas, sus gafas rosas, una blusa, una falda de tablas y unos zapatitos de colegiala.
- Hola Lydia, buenas tardes. Siéntate en tu puitre.
Ella, obediente, dejó su carpeta encima de la mesa y se sentó.
- Saca la tarea que tenías que hacer para hoy. Le dije.
En ese momento bajó su mirada al suelo.
- Lydia, ¿No me has oído? ¡Sáca lo que tenías que hacer para hoy!
Ella contestó en voz baja, mirando al suelo.
- No lo he hecho.
Me acerqué a ella, la agarré de una coleta y de un tirón giré su cara hacia la mía. Mirándola a los ojos vi que estaba algo asustada. Le pregunté:
- ¿Que has dicho?, ¡Mírame a los ojos cuando te hablo!
Con los ojos vidriosos, dejó escapar un hilito de voz:
- Que no he podido hacer los deberes señor profesor.
En ese momento la zarandeé de la coleta y la solté de golpe. La cogí de la barbilla, me agaché para poner mis ojos a la altura de los suyos.
- ¡Muy mal,voy a tener que avisar a la Jefa de Estudios!
Le grité.
- No, por favor.
Suplicó con un susurro.
La solté de la barbilla y la di una bofetada. Pude ver como una lágrima resbalaba por su mejilla.
Me acerqué a la puerta y llamé a Silvia, la Jefa de Estudios.
Mientras llegaba me senté en mi mesa. Lydia estaba en su silla. Su mirada me pedía compasión. Sus ojos estaban a punto de derramar todas las lágrimas que estaban conteniendo.
- Por favor señor profesor, no lo volveré a hacer.
Justo en ese momento entró Silvia.
- ¿Hacer qué?
Preguntó.
Silvia era una mujer sofisticada, siempre vestía con un elegante traje negro y siempre la acompañaba su maletín.
A Lydia le cambió la mirada. Estaba aterrada. Le habían hablado de los castigos de la Jefa de Estudios.
- Ven Silvia, tenemos que hablar de esta alumna. Nunca hace los deberes.
- Señorita, ¿es eso cierto?
Preguntó a Lydia.
Lydia volvió a bajar la mirada al suelo. Silvia se acercó a ella, la agarró de las dos coletas y la levantó bruscamente de la silla y mientras la sujetaba del pelo le preguntó:
- Zorra, contesta, ¿es eso cierto?
- Ss...sí ss...Señora.
Dijo Lydia, asustada y casi sin poder contestar.
Silvia soltó a la alumna, se dirigió a su maletín que había dejado sobre mi mesa. Sacó dos cuerdas y una regla de madera. Me dió las cuerdas y se dirigió de nuevo al pupitre de Lydia. La agarró del brazo, le dió la vuelta y de un empujón, la tiró boca abajo sobre el pupitre.
Yo mientras me había colocado al otro lado de la mesa de Lydia. Al caer, la sujeté de las manos y las até a las patas del pupitre.
Miré los ojos de Lydia, pude ver el miedo en ellos, en ese momento comenzó a llorar.
- Sss...Señor Profesor, seré buena, no lo volvé a hacer.
Silvia, rodeó la mesa y se puso ante ella. La cogió del mentón, levantó su cabeza y escupió en su cara. La soltó y volvió a ponerse a su espalda.
Lydia estaba preciosa; sus dos coletas, tumbada boca abajo sobre una mesa, con la manos atadas y con sus gafas rosas llenas de salvia resbalando por sus cristales.
Mientras tanto Silvia había subido la falda de Lydia dejando al descubierto unas sencillas bragas blancas de algodón. Me acerqué y le quité las bragas. Volví ante la alumna, que apenas podía levantar la cabeza. La agarré de nuevo de la coleta para levantarle la cara. Comencé a secarle las lágrimas con su ropa interior. En ese momento un silvido sonó en el aula seguido de un fuerte chasquido. Lydia se quedó con la boca abierta y sin respiración.
Silvia había golpeado las nalgas de la alumna con su regla de madera.
Lydia emitió un leve gemido.
La regla de nuevo volvió a silvar para chocarse con las nalgas de Lydia. No lo pudo soportar y comenzó a llorar.
Yo la segía sujetando del pelo,
- Sss...Señor prof...
Intentó decir.
- ¡Cállate!
Le corté. A continuación le introduje sus bragas en la boca.
Silvia entonces se dirigió a la alumna.
- ¡Señorita, las alumnas que no cumplen, van de culo!
Silvia volvió a su maletín. Sacó un buttplug negro de tamaño considerable, y se acercó a la cara de Lydia. Saqué las bragas de su boca donde a continuacion Silvia introdujo el buttplug. Volvió a escupir en su cara y comenzó a penetrar la boca de la alumna con el juguete.
Lydia se había quedado inmovil. Tan solo mantenía la boca abierta y dejaba hacer a la Jefa de Estudios.
Cuando Silvia consideró que era suficiente, sacó el juguete de la boca de la alumna.
Lydia pensó que eso había sido todo, me dirigió una mirada de alivio. Pero sus ojos se abrieron instantáneamente como platos, su cara mostró la punzada que acababa de recorrer todo su cuerpo. Silvia acababa de introducir el buttplug en el ano de la alumna.
Desaté a la alumna, Silvia le ordenó que se pusiera de pie. Lydia se levantó despacio. Le señalé con un gesto que saliera a la pizarra. Andaba con dificultad, había recibido dos reglazos en las nalgas y sentía mucha tensión en su trasero debido al juguete.
- Copia 100 veces "No volveré a desobedecer a mi profesor"
Le indiqué.
Lydia cogió el rotulador para escribir en la pizarra. Comoenzó a escribir la frase, pero los nervios apenas le dejaban trazar un garabato ilegible. Me acerqué a ella y presioné su cabeza contra la pizarra.
- ¿Tampoco sabes escribir?
Le susurré al oido.
En ese momento Lydia cerró los ojos y pude ver como el juguete que llevava en el culo se caía al suelo.
Silvia comentó con el ceño fruncido:
- Vamos a necesitar un tapón más grande, voy a mi despacho, vuelvo enseguida.
Cogí a la alumna bruscamente de los brazos, se los até a la espalda y la empujé al suelo.
- ¡Recoge lo que has tirado!
- ¿Cómo Señor?
Preguntó dubitativa.
No pude evitar sonreir. Me acerqué a su lado, me agaché, la cogí de la parte posterior del cuello y dirigí su boca hacia el juguete.
- ¡Recoge lo que has tirado!
Repetí mientras presionaba su cabeza hacia abajo.
Lydia cerraba la boca con fuerza e intentaba apartarse de algo que acababa de salir del interior de su ano.
Le levanté la cabeza bruscamente, seguía sujetándola del cuello, le miré a los ojos y le susurré.
- ¡No puedes ensuciar el aula, recoge lo que has tirado, guarra!
Lydia dejó escapar dos lágrimas de sus ojos, su expresión era de miedo y asco.
Volví a llevar su boca al juguetito, ella la abrió al máximo como para no tocar el buttplug con sus labios, continué presionando hasta que quedó completamente introducido en su boca. Sacudí levemte su cuello para indicale que lo cogiera. La incorporé y con mi corbata hice un nudo alrededor de su cabeza para metener su boca tapada.
Lydia me miraba pidiendo clemencia, la ignoré, la volví a empujar al suelo quedando de rodillas y até sus manos a sus tobillos.
Me puse detrás de ella, levanté su falda y descubrí que el buttplug había hecho su trabajo. La alumna se esforzaba en vano en contraer su orificio. Un circulo perfecto se apreciaba entre sus dos nalgas.
Cogí dos rotuladores de la pizarra y se los introduje en el culo. En ese momento volvió la Jefa de Estudios.
- Bonito estuche, voy a guardar una cosa en él.
Dijo al entrar.
Aparentemente no había ninguna diferencia en Silvia, pero al cerrar la puerta y girarse se apreciaba un enorme bulto en sus pantalones. Se puso ante Lydia, se bajó la bragueta y saco un enorme consolador que llevaba puesto en un arnés. La alumna se estremeció.
Silvia se dirigió al culo de Lydia sujetando el pollón con la mano. Retiró los rotuladores y apoyó la punta del glande en el ano de la chica. Comenzó a empujar con sus caderas. Lydia cerraba los ojos con fuerza intentando no chillar. Justo cuando el glande del enorme juguete comenzaba a abrirse paso a traves del culo de Lydia, no pudo soportarlo y se comenzó a orinar.
Silvia entró en cólera, la alumna había meado sus pantalones y sus zapatos.
Se quitó los pantalones y los restregó por la cara de Lydia mientras le gritaba:
- ¡Puta guarra. Te has meado encima de mí!
A continuación se puso de cuclillas delante de su cara, se apartó el arnés con el consolador dejado su vulva visible y comenzó a mearse en la cara de la pobre alumna. La chica trataba de apartarse pero silvia la agarro del pelo dirigiendo el chorro a su boca, tapada por el buttplug.
Cundo Silvia terminó, la alumno no pudo evitar tener una arcada.
- ¿No te ha gustado guarra?. ¡No te mees encima de la gente!
La jefa de estudios desató la corbata que mantenía el juguete en la boca de la alumna. Lo sacó. Empujó a la chica de forma que se quedó boca arriba. Con sus dos manos abrió su boca y escupió dentro de ella.
Desató a la alumna y vino a comentarme los detalles del informe que tenia que redactar acerca del comportamiento de la alumna.
Lydia mientras aprovechó para recomponerse, suspiró, se sintió aliviada, apartó el pelo de su cara, se quitó las gafas y miró a su alrededor.
Estaba arrodillada encima de un charco de orina. Su pelo estaba chorreando. Se sentía humillada. Trató de incorporarse pero la Jefa de Estudios se percató:
- Señorita, ¿Dónde cree que va?
Se acercó a ella, le agarró de la blusa para tirarla sobre el charco de orina. A tirones desgarró la prenda y se la quitó a la alumna. Dándole los jirones le dijo:
- ¡Limpie ésto!
Lydia estaba de rodillas limpinado un charco enorme con su blusa de colegiala rota. Se había quedado mostrando un sujetador blanco a juego con sus bragas. Sus coletas caían a los lados de su cara, goteando aun la orina de Silvia.
La Jefa de estudios recogió del suelo el buttplug y lo introdujo de nuevo en el culo de la alumna. Seguía enfadada por lo que le había hecho a sus pantalones.
Lydia trataba inutilmente de secar el suelo mientras hacia esfuerzos por mantener el juguete en su sitio, cosa que finalmente no pudo evitar. El plug anal resbaló y cayó al suelo, rodó hasta llegar a los pies de Silvia.
- Pp... Perdón
Susurró mientras se tapaba la boca tímidamente con la mano.
Miré a Silvia y le hice un gesto con la mirada. Nos dirigimos hacia la alumna, ella trató de retirarse pero resbaló y cayó al suelo.
- ¡Levántese!
Le grité
Ella se levantó todo lo rápido que pudo. Silvia se puso tras ella. La agarró del pelo y tirando hacia atrás la tumbó sobre un pupitre. Volvimos a atar sus extremidades. Las muñecas con los tobillos. Además los atamos a los pupitres de los lados, de modo que Lydia estaba totalmente expuesta y sin poderse mover.
Silvia cogió de su maletín un bote de lubricante. Emabdurnó bien su enorme herramienta que colgaba del arnés y se encaminó hacie el culo expuesto de la alumna. De nuevo apoyó suavemente la punta del consolador en el ano de la alumna y de un golpe de cadera introdujo el glande del pene. Lydia tensionó todo su cuerpo y no pudo evitar soltar un gritito de dolor. Silvia mantuvo el consolador en esa posición hasta que la alumna se relajara un poco.
Mientras me acerqué a la cara de Lydia, su cabeza estaba en el aira porque quedaba fuera de la mesa.
Bajé su cabeza, me bajé la bragueta y me saqué el pene. Lo encaré en su boca, Lydia intentó resistirse un poco, presioné sobre sus labios y finalmente se abrieron para dejar pasar mi miembro. Fuí introduciéndolo poco a poco. Esto relajó a la alumna, momento en que Silvia aprovechó para teminar de introducir de golpe el consolador en el culo de la alumna. Lydia soltó un grito de dolor ahogado por mi pene en su boca. La Jefa de estudios mantuvo el pene en el fondo del culo de la alumna presionando con fuerza sus caderas. Yo continué introduciendo mi miembro en la boca de la chica, llegué a su garganta y presioné en el fondo.
Silvia comenzó un suave movimiento de vaivén. Lentamente hacía correr toda la longitud de su juguete dentro y fuera de Lydia.
Mientras, yo comencé a sacar e introducir mi glande en su graganta. Cada vez que Silvia sacaba el consolador del culo de Lydia, sus musculos se relajaban, en cambio cada vez que embestía su ano, apretaba fuerte con sus labios la base de mi pene. Silvia comenzó a aumentar el ritmo, poco a poco. Yo me puse a penetrar su boca como si se tratara de una vagina. Sacaba completamente mi miembro y lo introducía hasta su graganta. Mientras mis pelotas golpeaban su cara, sus labios y su lengua sentían cada centímetro de mi miembro, que acababa clavado en el fondo de su boca.
En ese momento Lydia comenzó a emitir unos leves gemidos. Silvia aumentó el ritmo de sus penetraciónes y los gemidos se convirtieron en gritos de placer que solo se interrumplian cada vez que mi polla invadía su graganta.
Los gritos fueron aumentando de intensidad a la vez que las embestidas de Silvia hasta que Lydia se quedó completamente rígida.
Brotó de su coño una enorme cantidad de líqudo, comenzó a tener pequeñas convulsiones a la vez que soltó un desgarrador
¡Ahhhhhhhh!
Saqué el pene de su boca, la soltamos, estaba completamente desorientada, pobablemente no había tenido un orgasmo así en su vida.
- Señorita, ¿ha aprendido la lección?
- Ss... Sí Señor Profesor.
- Bien, vístase y váyase a su casa. Mañana traigame la tarea que me tenía que haber traido hoy.
El mundo de la domincion es amplio y extenso. Se podría decir que es tan variado como personas hay en este mundo.
Efectivamente cada persona tiene sus necesidades y estas son distintas para cada persona.
Es complicado, sobre todo al iniciar una relacion amo-sumiso, expresar de forma clara y completa las necesidades del sumiso. Es funcion del amo crear una atmosfera que permita al sumiso sentirse libre de expresar sus necesidades. El amo debe ser capaz de explorar la mente de su sumiso para traducir esas necesidades en acciones satisfactorias.
La necesidad de Sumisión:
La dominación y la sumisión están en la naturaleza del ser humano. Existe la necesidad de mandar y obedecer. Ni es malo ni es bueno, simplemente existe. En el extremo se encuentra el sexo, es la máxima expresión de dominación y sumisión.
El primer contacto:
Durante el primer contacto es donde se establecen limites y limitaciones. Normalmente el sumiso, si no tiene experiencia, no suele tener claro exactamente qué es lo que quiere. Hay que estar atento a lo que dice y sobre todo a lo que no dice.
El nivel de dominación debe adaptarse a la necesidad de sumisión. Hay sumisos que desean una dominación estricta y se esfuerzan por ofrecer una obediencia exquisita y hay otros que disfrutan siendo traviesos y recibiendo castigos por sus travesuras.
La primera Sesión:
Durante la primera sesion se establecen las bases de confianza sobre las que evolucionará la relación amo-sumisa. Mi opinión es que es mejor ir poco a poco. Evidentemente es el amo el que debe marcar los tiempos y dar tiempo a la sumisa a sumergirse en su papel. Imponer desde el primer día un nivel alto puede suponer que la sumisa se asuste, se vaya, y lo que es peor: una persona que tenía curiosidad (y tal vez necesidad) a partir de ese momento lo verá como algo negativo.
Los Fetiches:
TODOS y cada uno de los fetiches de tu sumisa son importantes. Lo son para ella por tanto lo son para el amo. Es importante que la sumisa exprese sus pensamientos. En muchas ocasiones, por vergüenza, no se cuentan todos o no de forma correcta. Para la sumisa es una frustración. El amo debe ayudar a exteriorizar esos pensamientos tan profundos.
Una sumisa, debido a una serie de malas experiencias, odiaba profundamente el sexo oral.
- ¡Aparta eso de mi cara!
Me dijo en medio de una sesión. Obviamente no se puede ignorar algo asi. Paramos la sesión. Hablamos y decidimos llevar el tema poco a poco.
El problema era que le excitaba muchísimo tener un pene en la boca. Le excitaba tanto que llegaba a tener un orgasmo nervioso. Pero no era satisfactorio.
Actualmente disfruta recibiendo castigos de sexo oral y experimenta numerosos orgasmos mientras recibe el castigo.
El tema de los fluidos corporales es otro problema que puede aparecer.
En otra ocasión, una de mis perritas me hizo saber que no quería tocar semen... Con el tiempo me di cuenta que el simple hecho de ver una eyaculación le producía arcadas. Hablamos y tras contarme una historia lamentable de su infancia me pidió que le ayudara a superarlo.
Hoy en día cada vez que nos vemos se toma su "café con leche".
Son ejemplos de como ciertas represiones nos condicionan en nuestra vida y que conseguir superarlas es una satisfacción tanto para la sumisa como para el amo.
Dominación psicológica Vs. Dominiación física:
La dominación no es miedo, es una mezcla entre respeto y confianza. Del mismo modo la sumisión no es debilidad.
Igual que sucede con todo, cada sumisa es distinta y disfruta de su sumisión a su manera.
Una de mis chicas difruta cuando la riño como si se tratara de una niña pequeña. Le gusta recibir bofetadas hasta el punto de comenzar a llorar.
Otra de mis chicas adora que la ate y que la humille con toda clase de insultos...
Ni que decir tiene que respeto, cuido y adoro a todas mis chicas. La dominación es respeto y confianza, exactamente lo mismo que la sumisión.
Espero seguir escribiendo en breve
Un saludo a todos
Amo AnThRaX