Lydia era una de mis alumnas de clase de repaso. Esa tarde llegó con sus dos coletas, sus gafas rosas, una blusa, una falda de tablas y unos zapatitos de colegiala.
- Hola Lydia, buenas tardes. Siéntate en tu puitre.
Ella, obediente, dejó su carpeta encima de la mesa y se sentó.
- Saca la tarea que tenías que hacer para hoy. Le dije.
En ese momento bajó su mirada al suelo.
- Lydia, ¿No me has oído? ¡Sáca lo que tenías que hacer para hoy!
Ella contestó en voz baja, mirando al suelo.
- No lo he hecho.
Me acerqué a ella, la agarré de una coleta y de un tirón giré su cara hacia la mía. Mirándola a los ojos vi que estaba algo asustada. Le pregunté:
- ¿Que has dicho?, ¡Mírame a los ojos cuando te hablo!
Con los ojos vidriosos, dejó escapar un hilito de voz:
- Que no he podido hacer los deberes señor profesor.
En ese momento la zarandeé de la coleta y la solté de golpe. La cogí de la barbilla, me agaché para poner mis ojos a la altura de los suyos.
- ¡Muy mal,voy a tener que avisar a la Jefa de Estudios!
Le grité.
- No, por favor.
Suplicó con un susurro.
La solté de la barbilla y la di una bofetada. Pude ver como una lágrima resbalaba por su mejilla.
Me acerqué a la puerta y llamé a Silvia, la Jefa de Estudios.
Mientras llegaba me senté en mi mesa. Lydia estaba en su silla. Su mirada me pedía compasión. Sus ojos estaban a punto de derramar todas las lágrimas que estaban conteniendo.
- Por favor señor profesor, no lo volveré a hacer.
Justo en ese momento entró Silvia.
- ¿Hacer qué?
Preguntó.
Silvia era una mujer sofisticada, siempre vestía con un elegante traje negro y siempre la acompañaba su maletín.
A Lydia le cambió la mirada. Estaba aterrada. Le habían hablado de los castigos de la Jefa de Estudios.
- Ven Silvia, tenemos que hablar de esta alumna. Nunca hace los deberes.
- Señorita, ¿es eso cierto?
Preguntó a Lydia.
Lydia volvió a bajar la mirada al suelo. Silvia se acercó a ella, la agarró de las dos coletas y la levantó bruscamente de la silla y mientras la sujetaba del pelo le preguntó:
- Zorra, contesta, ¿es eso cierto?
- Ss...sí ss...Señora.
Dijo Lydia, asustada y casi sin poder contestar.
Silvia soltó a la alumna, se dirigió a su maletín que había dejado sobre mi mesa. Sacó dos cuerdas y una regla de madera. Me dió las cuerdas y se dirigió de nuevo al pupitre de Lydia. La agarró del brazo, le dió la vuelta y de un empujón, la tiró boca abajo sobre el pupitre.
Yo mientras me había colocado al otro lado de la mesa de Lydia. Al caer, la sujeté de las manos y las até a las patas del pupitre.
Miré los ojos de Lydia, pude ver el miedo en ellos, en ese momento comenzó a llorar.
- Sss...Señor Profesor, seré buena, no lo volvé a hacer.
Silvia, rodeó la mesa y se puso ante ella. La cogió del mentón, levantó su cabeza y escupió en su cara. La soltó y volvió a ponerse a su espalda.
Lydia estaba preciosa; sus dos coletas, tumbada boca abajo sobre una mesa, con la manos atadas y con sus gafas rosas llenas de salvia resbalando por sus cristales.
Mientras tanto Silvia había subido la falda de Lydia dejando al descubierto unas sencillas bragas blancas de algodón. Me acerqué y le quité las bragas. Volví ante la alumna, que apenas podía levantar la cabeza. La agarré de nuevo de la coleta para levantarle la cara. Comencé a secarle las lágrimas con su ropa interior. En ese momento un silvido sonó en el aula seguido de un fuerte chasquido. Lydia se quedó con la boca abierta y sin respiración.
Silvia había golpeado las nalgas de la alumna con su regla de madera.
Lydia emitió un leve gemido.
La regla de nuevo volvió a silvar para chocarse con las nalgas de Lydia. No lo pudo soportar y comenzó a llorar.
Yo la segía sujetando del pelo,
- Sss...Señor prof...
Intentó decir.
- ¡Cállate!
Le corté. A continuación le introduje sus bragas en la boca.
Silvia entonces se dirigió a la alumna.
- ¡Señorita, las alumnas que no cumplen, van de culo!
Silvia volvió a su maletín. Sacó un buttplug negro de tamaño considerable, y se acercó a la cara de Lydia. Saqué las bragas de su boca donde a continuacion Silvia introdujo el buttplug. Volvió a escupir en su cara y comenzó a penetrar la boca de la alumna con el juguete.
Lydia se había quedado inmovil. Tan solo mantenía la boca abierta y dejaba hacer a la Jefa de Estudios.
Cuando Silvia consideró que era suficiente, sacó el juguete de la boca de la alumna.
Lydia pensó que eso había sido todo, me dirigió una mirada de alivio. Pero sus ojos se abrieron instantáneamente como platos, su cara mostró la punzada que acababa de recorrer todo su cuerpo. Silvia acababa de introducir el buttplug en el ano de la alumna.
Desaté a la alumna, Silvia le ordenó que se pusiera de pie. Lydia se levantó despacio. Le señalé con un gesto que saliera a la pizarra. Andaba con dificultad, había recibido dos reglazos en las nalgas y sentía mucha tensión en su trasero debido al juguete.
- Copia 100 veces "No volveré a desobedecer a mi profesor"
Le indiqué.
Lydia cogió el rotulador para escribir en la pizarra. Comoenzó a escribir la frase, pero los nervios apenas le dejaban trazar un garabato ilegible. Me acerqué a ella y presioné su cabeza contra la pizarra.
- ¿Tampoco sabes escribir?
Le susurré al oido.
En ese momento Lydia cerró los ojos y pude ver como el juguete que llevava en el culo se caía al suelo.
Silvia comentó con el ceño fruncido:
- Vamos a necesitar un tapón más grande, voy a mi despacho, vuelvo enseguida.
Cogí a la alumna bruscamente de los brazos, se los até a la espalda y la empujé al suelo.
- ¡Recoge lo que has tirado!
- ¿Cómo Señor?
Preguntó dubitativa.
No pude evitar sonreir. Me acerqué a su lado, me agaché, la cogí de la parte posterior del cuello y dirigí su boca hacia el juguete.
- ¡Recoge lo que has tirado!
Repetí mientras presionaba su cabeza hacia abajo.
Lydia cerraba la boca con fuerza e intentaba apartarse de algo que acababa de salir del interior de su ano.
Le levanté la cabeza bruscamente, seguía sujetándola del cuello, le miré a los ojos y le susurré.
- ¡No puedes ensuciar el aula, recoge lo que has tirado, guarra!
Lydia dejó escapar dos lágrimas de sus ojos, su expresión era de miedo y asco.
Volví a llevar su boca al juguetito, ella la abrió al máximo como para no tocar el buttplug con sus labios, continué presionando hasta que quedó completamente introducido en su boca. Sacudí levemte su cuello para indicale que lo cogiera. La incorporé y con mi corbata hice un nudo alrededor de su cabeza para metener su boca tapada.
Lydia me miraba pidiendo clemencia, la ignoré, la volví a empujar al suelo quedando de rodillas y até sus manos a sus tobillos.
Me puse detrás de ella, levanté su falda y descubrí que el buttplug había hecho su trabajo. La alumna se esforzaba en vano en contraer su orificio. Un circulo perfecto se apreciaba entre sus dos nalgas.
Cogí dos rotuladores de la pizarra y se los introduje en el culo. En ese momento volvió la Jefa de Estudios.
- Bonito estuche, voy a guardar una cosa en él.
Dijo al entrar.
Aparentemente no había ninguna diferencia en Silvia, pero al cerrar la puerta y girarse se apreciaba un enorme bulto en sus pantalones. Se puso ante Lydia, se bajó la bragueta y saco un enorme consolador que llevaba puesto en un arnés. La alumna se estremeció.
Silvia se dirigió al culo de Lydia sujetando el pollón con la mano. Retiró los rotuladores y apoyó la punta del glande en el ano de la chica. Comenzó a empujar con sus caderas. Lydia cerraba los ojos con fuerza intentando no chillar. Justo cuando el glande del enorme juguete comenzaba a abrirse paso a traves del culo de Lydia, no pudo soportarlo y se comenzó a orinar.
Silvia entró en cólera, la alumna había meado sus pantalones y sus zapatos.
Se quitó los pantalones y los restregó por la cara de Lydia mientras le gritaba:
- ¡Puta guarra. Te has meado encima de mí!
A continuación se puso de cuclillas delante de su cara, se apartó el arnés con el consolador dejado su vulva visible y comenzó a mearse en la cara de la pobre alumna. La chica trataba de apartarse pero silvia la agarro del pelo dirigiendo el chorro a su boca, tapada por el buttplug.
Cundo Silvia terminó, la alumno no pudo evitar tener una arcada.
- ¿No te ha gustado guarra?. ¡No te mees encima de la gente!
La jefa de estudios desató la corbata que mantenía el juguete en la boca de la alumna. Lo sacó. Empujó a la chica de forma que se quedó boca arriba. Con sus dos manos abrió su boca y escupió dentro de ella.
Desató a la alumna y vino a comentarme los detalles del informe que tenia que redactar acerca del comportamiento de la alumna.
Lydia mientras aprovechó para recomponerse, suspiró, se sintió aliviada, apartó el pelo de su cara, se quitó las gafas y miró a su alrededor.
Estaba arrodillada encima de un charco de orina. Su pelo estaba chorreando. Se sentía humillada. Trató de incorporarse pero la Jefa de Estudios se percató:
- Señorita, ¿Dónde cree que va?
Se acercó a ella, le agarró de la blusa para tirarla sobre el charco de orina. A tirones desgarró la prenda y se la quitó a la alumna. Dándole los jirones le dijo:
- ¡Limpie ésto!
Lydia estaba de rodillas limpinado un charco enorme con su blusa de colegiala rota. Se había quedado mostrando un sujetador blanco a juego con sus bragas. Sus coletas caían a los lados de su cara, goteando aun la orina de Silvia.
La Jefa de estudios recogió del suelo el buttplug y lo introdujo de nuevo en el culo de la alumna. Seguía enfadada por lo que le había hecho a sus pantalones.
Lydia trataba inutilmente de secar el suelo mientras hacia esfuerzos por mantener el juguete en su sitio, cosa que finalmente no pudo evitar. El plug anal resbaló y cayó al suelo, rodó hasta llegar a los pies de Silvia.
- Pp... Perdón
Susurró mientras se tapaba la boca tímidamente con la mano.
Miré a Silvia y le hice un gesto con la mirada. Nos dirigimos hacia la alumna, ella trató de retirarse pero resbaló y cayó al suelo.
- ¡Levántese!
Le grité
Ella se levantó todo lo rápido que pudo. Silvia se puso tras ella. La agarró del pelo y tirando hacia atrás la tumbó sobre un pupitre. Volvimos a atar sus extremidades. Las muñecas con los tobillos. Además los atamos a los pupitres de los lados, de modo que Lydia estaba totalmente expuesta y sin poderse mover.
Silvia cogió de su maletín un bote de lubricante. Emabdurnó bien su enorme herramienta que colgaba del arnés y se encaminó hacie el culo expuesto de la alumna. De nuevo apoyó suavemente la punta del consolador en el ano de la alumna y de un golpe de cadera introdujo el glande del pene. Lydia tensionó todo su cuerpo y no pudo evitar soltar un gritito de dolor. Silvia mantuvo el consolador en esa posición hasta que la alumna se relajara un poco.
Mientras me acerqué a la cara de Lydia, su cabeza estaba en el aira porque quedaba fuera de la mesa.
Bajé su cabeza, me bajé la bragueta y me saqué el pene. Lo encaré en su boca, Lydia intentó resistirse un poco, presioné sobre sus labios y finalmente se abrieron para dejar pasar mi miembro. Fuí introduciéndolo poco a poco. Esto relajó a la alumna, momento en que Silvia aprovechó para teminar de introducir de golpe el consolador en el culo de la alumna. Lydia soltó un grito de dolor ahogado por mi pene en su boca. La Jefa de estudios mantuvo el pene en el fondo del culo de la alumna presionando con fuerza sus caderas. Yo continué introduciendo mi miembro en la boca de la chica, llegué a su garganta y presioné en el fondo.
Silvia comenzó un suave movimiento de vaivén. Lentamente hacía correr toda la longitud de su juguete dentro y fuera de Lydia.
Mientras, yo comencé a sacar e introducir mi glande en su graganta. Cada vez que Silvia sacaba el consolador del culo de Lydia, sus musculos se relajaban, en cambio cada vez que embestía su ano, apretaba fuerte con sus labios la base de mi pene. Silvia comenzó a aumentar el ritmo, poco a poco. Yo me puse a penetrar su boca como si se tratara de una vagina. Sacaba completamente mi miembro y lo introducía hasta su graganta. Mientras mis pelotas golpeaban su cara, sus labios y su lengua sentían cada centímetro de mi miembro, que acababa clavado en el fondo de su boca.
En ese momento Lydia comenzó a emitir unos leves gemidos. Silvia aumentó el ritmo de sus penetraciónes y los gemidos se convirtieron en gritos de placer que solo se interrumplian cada vez que mi polla invadía su graganta.
Los gritos fueron aumentando de intensidad a la vez que las embestidas de Silvia hasta que Lydia se quedó completamente rígida.
Brotó de su coño una enorme cantidad de líqudo, comenzó a tener pequeñas convulsiones a la vez que soltó un desgarrador
¡Ahhhhhhhh!
Saqué el pene de su boca, la soltamos, estaba completamente desorientada, pobablemente no había tenido un orgasmo así en su vida.
- Señorita, ¿ha aprendido la lección?
- Ss... Sí Señor Profesor.
- Bien, vístase y váyase a su casa. Mañana traigame la tarea que me tenía que haber traido hoy.
El Muro