Lo sabes, lo notas, lo sientes,... Percibes ese pequeño hormigueo en tu estómago. Sientes cómo va creciendo, poco a poco, según pasan los segundos que crees que parecen eternos, esos que te obligan a estar quieta, esperando.
Espera....larga y dulce, tortura que te hace estar alerta, expectante a lo que venga. Espera que te obliga a ser consciente de todo tu cuerpo, de cómo se eriza tu piel, de tu pulso inquieto, de los latidos de tu corazón.
Privada de sentidos, sin poder observar lo que te rodea, sin poder escuchar lo ruidos de tu alrededor, sin poder expresarte con palabras. De espaldas y apoyando tus manos en la pared, abierta de brazos y piernas como una rea, sintiendo el tacto de las cuerdas alrededor de tus muslos, de tu sexo, de tu culo.
Así, expuesta, sin poder esconderte de Su mirada, Suya, porque es así como sientes que tiene que ser. Y es en ese momento cuando te acaricia con Sus dedos, primero por tu rodilla para luego subir por el interior de tu muslo hasta llegar a tu sexo, húmedo, empapado y con ganas de Él.
Juega. Juega con tu sexo, con Sus dedos, acaricia, presiona y luego vuelve a parar. Es en ese instante cuando aprovecha para introducirte unas bolas chinas, y seguir con el suplicio, hasta que piensa que es la hora de dejarle ese trabajo al vibrador.
Sabes que estás al límite, Él también lo sabe por eso cuando llega el punto donde vas a explotar de placer, derrama la cera por tu culo. Y mientras el orgasmo te recorre todo tu cuerpo, sientes como resbala la cera por tu piel, caliente.
El Muro