Desnuda, sólo con unas medias y unos zapatos de tacón. Respira
profundamente mientras espera de rodillas a recibir instrucciones,
sabiendo que es un día especial. De fondo una melodía suave, se intenta
concentrar en ella para poder tranquilizarse.
Escucha como lo prepara todo, percibe los diferentes movimientos que
hace por la habitación y como, aprovecha alguna ocasión para rozarla
cuando pasa cerca de ella. Hasta que se coloca detrás de ella y le
susurra a su oído:
- ¿Impaciente, mi siomara?
- Más que impaciente, nerviosa, mi AMO.
- No debes de estarlo pequeña, estas conmigo, tu AMO.
- Lo sé, mi AMO.
- Levántate y deja el cuerpo relajado
Hace lo que le dice, de espaldas a ÉL, mientras le coge sus hombros y
siente su respiración en su nuca.
- Separa los brazos del cuerpo y abre las piernas, mantente de este
modo hasta que yo te diga que los muevas, mi pequeña.
Y de ese modo, como un cristo en cruz, ella se deja hacer. El primer roce
de la cuerda en su cuello le hace tener un escalofrío que le recorre toda
la espalda. Tras pasar las cuerdas entre sus piernas, Él sigue atando sus
pechos, su abdomen y con cada nudo, con cada pequeño tirón ella siente
un relámpago de placer, directo a su entrepierna.
Sin esperarlo, Él le susurra que suba a la cama y se ponga a cuatro
patas, le indica suavemente con un pequeño toque en la nuca que
recueste la cabeza el la almohada, mientras que le guía sus brazos por
entre sus piernas. Él la coloca y maneja a su antojo, mientras que ella no
deja de sentir cada roce de las cuerdas por su cuerpo, como pequeñas
caricias, haciendo que su pulso se acelere. Una vez que le termina de
unir las muñecas a sus tobillos, ata ambas piernas a una barra de
madera para mantenerle totalmente abiertas.
Porque es de ese modo como se siente ella, abierta y expuesta para Él,
indefensa y vulnerable ante Él, sin poderle esconder su excitación, sin
poderle ocultar su humedad. Totalmente indefensa y a Su merced para
que haga con ella lo que se le antoje, lo que desee y eso, hace que su
corazón retumbe por todo su cuerpo, que su pulso se acelere.
Siente el pequeño roce de sus dedos, por sus nalgas mientras que se
inclina para susurrarle al oído:
- Mi siomara, no sabes lo hermosa que es la vista que tengo de mi
pequeña perra.
siomara_{AK}
El Muro