-¿Que siento por Él? (pensaba ella). ¿Amor, deseo, adoración...?.
Aquel hombre la producía una admiración y respeto, que jamás había tenido. Inundándola de una pasión y lujuria de un modo casi constante. Todo era tan intenso, tan a flor de piel... que parecía no ser real. Pero lo que más la llenaba, era ese sentimiento de pertenencia constante. Ese que no comprendía, que era incapaz de razonar, pero que la hacia inmensamente feliz... Sentirse Suya, cada segundo, como unida a un pequeño hilo del que Él tiraba a cada instante para recordarle quien era su Dueño. Su ferviente deseo era darle todo lo mejor de ella, adoraba ver Su felicidad, y esforzarse en lograrlo era la mayor satisfacción.
Percibía Su compañía durante todo el día, sentía estar rodeada de una protección invisible, notando como Su mano la guiaba a cada momento. Aún estando sola, ella no podía evitar ver Su imagen antes de dormirse y oír Su voz un segundo antes de despertar... Porque sola o acompañada, Él estaba en todas partes y Su halo la perseguía dibujando una sonrisa con cada tarea del día a día. Aún así, Le añoraba, sí, añoraba Su presencia real... constantemente, y a la vez aprendía a disfrutar de esa espera, esa espera que solo Él podía romper, y que deseaba con anhelo.
Pero mientras, con infinita paz, ella se duchaba, se perfumaba, se arreglaba... y todo lo hacia (consciente, o quizás inconsciente) por y para Él. Quería estar perfecta, cuidaba hasta el más mínimo detalle, y ciertamente, era un placer hacerlo. Todo comenzaba, en ese mágico momento... el momento de la anticipación. Casi podía sentirle, casi podía olerle, su piel se erizaba percibiendo ese aliento invisible en su nuca.
Solo escuchar el ruido de Su coche llegando, y ella notaba los nervios en su estomago y su pulso acelerarse. Corriendo a colocarse en su lugar, como a Él le gustaba. Sabía que la haría esperar... sí... pero no le importaba. Lo esperaba... arrodillada en su sitio... tan solo adornada con su collar y sus zapatos de tacón... Con la mente en pausa y el corazón desbocado. Su espalda rígida con su pecho erguido, sus piernas entumecidas y temblorosas, y su mirada, fija, fija en esa puerta, esperando con ansia que se abra para bajar su mirada, y deleitarse con Sus pasos... La respiración entrecortada, la adrenalina recorriendo sus venas, y entre sus piernas una humedad en aumento, palpitante...
-¿Que siento por Él? (pensaba ella).¿Amor, deseo, adoración...?.
-Más, simplemente... MUCHO MÁS.
El Muro