Nadie jamás ha dicho que el BDSM sea un camino de rosas, un placentero sendero entre pasiones y delicias, nada más lejos de la realidad, lo primero que nos encontramos cuando vamos a iniciar nuestro recorrido es la soledad, la intriga, la impaciencia, las dudas y los temores, una vez hemos superado nuestra lucha interior, cuando por fin aflora nuestro recién descubierto ego y lo aceptamos, comienza la andadura….En ella, comenzamos a descubrir el paisaje que nos rodea, caminamos inseguros mirando todo aquello que encontramos a nuestro alrededor, visitamos diferentes pueblos y aldeas, empezamos a conocer gentes que habitan en los diferentes lares, algunos territorios son hostiles, inseguros, al igual que las personas que moran en ellos, afortunadamente pronto nos percatamos de ello y continuamos nuestro viaje, hasta que al fin encontramos un lugar acogedor, sus gentes nos reciben con cordialidad, son amables y nos invitan a su mesa, comparten con nosotros lo que tienen, nos sentimos cómodos, seguros, ¡ Al fin hemos dado con nuestro sitio..! y hacemos de él nuestro hogar, por supuesto, sus habitantes nos aceptan y nos tratan como si siempre hubiésemos vivido allí, a pesar de que somos recién llegados, de que no hemos trabajado en la construcción de sus edificios, de sus calles ni de todo aquello que hace confortable nuestra estancia ahí, incluso pocas veces pensamos lo que se debe de haber trabajado para conseguir todo esto que tanto nos satisface, cuando este lugar solo era un árido terreno, cuando no había nada.
Pero bueno, enseguida nos adaptamos al entorno, a sus gentes y costumbres, recibimos con agrado sus consejos para que nuestro habitar sea mejor, por supuesto acatamos sus leyes de convivencia y agradecemos las enseñanzas de los más viejos del lugar, aquellos que en su día fueron como nosotros, que pasaron por donde nosotros hemos pasado, que llegaron aquí como nosotros hemos llegado y que a su vez, recibieron las enseñanzas de otros ancianos que por ley de vida hoy ya no se encuentran entre nosotros. Su experiencia nos fascina e intentamos asimilar todo lo que nos dicen, para aprender, para ser mejores, para conocer el lugar y vivir en armonía, con sus gentes y con nosotros mismos.
Un día, descubrimos un bosque cercano y en nuestro primer paseo por él, nos encontramos con unas setas, hongos de apariencia inofensiva y de una gran belleza, atractivas a la vista, al olfato e incluso al tacto. En ese momento, no recordamos o no queremos recordar que en más de una ocasión se nos ha advertido del peligro que conlleva el no conocer o reconocer las distintas variedades, en ocasiones hemos leído sobre esto, los ancianos nos han informado y recomendado que no actuemos por impulsos, que no nos dejemos deslumbrar por su belleza ni nos confunda su inofensiva apariencia, pero quizás nos haya parecido aburrido y no hemos considerado importante estas advertencias, ¿Cómo vamos a ser tan ingenuos? tanto es así que contraviniendo todos los avisos, nos decidimos a degustar uno de estos manjares tan aparentemente exquisitos….Solo en unas pocas horas empezamos a experimentar un ligero malestar, cada vez es mayor, hasta que se convierte en un dolor de estómago insoportable, un sudor frío recorre nuestro cuerpo y nos sentimos morir. A pesar de todo nos hemos envenenado, hemos elegido mal nuestras viandas.
Después de pasarlo mal, de creernos morir, afortunadamente solo ha sido una intoxicación, ese hongo no era mortal, aunque al lado había otros que tampoco reconocimos y en su caso sí que lo eran. Cuando estamos algo recuperados, volvemos a la aldea y comentamos nuestra experiencia entre otros jóvenes del lugar, éstos se solidarizan con nosotros, nos arropan, incluso alguno de ellos nos confiesan que a ellos en su día les pasó algo así, nos tranquilizan y consuelan, nos animan a seguir, ¡Una equivocación la tiene cualquiera! ¡Si no arriesgas no ganas! ¡Hay que levantarse y seguir! Y con ello. Nos sentimos reconfortados, comprendidos….pero no así por los ancianos, éstos nos miran e incluso recriminan nuestra vehemente actitud, algunos de ellos pasaron por lo mismo cuando eran jóvenes e impacientes, cuando creían que ya lo sabían todo, cuando pensaban que a ellos no les podía pasar y ahora te miran, no te juzgan, pero se sienten decepcionados por no haber aprovechado sus consejos, por supuesto que se afligen con tu pesar, pero jamás aplaudirán tu actitud ni te dirán ¨No pasa nada, un error lo tiene cualquiera¨…Entre otras cosas, porque tu vida solo ha dependido de la suerte que tuviste en elegir un hongo u otro.
Moraleja:
Todos en nuestra niñez, hemos desoído las advertencias de nuestros padres.. ¡Niño, no te subas ahí que te vas a caer! Y todos hemos pensado que no nos caeríamos cuando nos hemos subido, al final, tenían razón, era peligroso, pero teníamos que hacerlo…desde luego, después de la reprimenda nos curaron las heridas y nos dieron consuelo, pero lo que no hicieron jamás es aplaudir nuestra desobediencia.
¨Es ignorancia no saber distinguir entre lo que necesita demostración y lo que no la necesita¨. Aristóteles