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    Tener fe en tu Dominante conlleva no tener miedo

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    Mi primer sometido es mi control, siempre está a mi servicio

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    Manejar el silencio es más difícil que manejar el látigo

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    Mi alma necesita tanto mimo como mi cuerpo castigo

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    Después de una sesión, la mano que te domina te debe acariciar

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    El precio de Dominar es la responsabilidad

Blog de Janius

Creí que era un sueño. No estaba del todo equivocado. Era un sueño volviéndose realidad, uno que tenía guardado muy dentro de mi, escondido hasta de mí mismo, pero no de ella. Desde que conocí a Elisa percibí su capacidad de observación, tal vez podría interpretar mi lenguaje corporal, mis posturas, mis silencios. Podía saber lo que pasaba dentro de mi alma como si la leyera.

Yo sólo, no hubiera sabido poner palabras a ese sueño, a esa realidad a la que ahora estaba despertando con mi miembro endurecido, sujeto entre sus dedos. Noté de inmediato que mis manos estaban sujetas hacia la cabecera de la cama. Esas esposas de cuero sujetaban mis muñecas con cuidado pero con firmeza, como lo hacía Elisa más abajo. Iba a decir algo, no sé qué, pero ella me silenció con un dedo sobre los labios. Sin soltarme, deslizó su otra mano por mi pecho. También me pellizcaba, y con sus uñas me causaba breves momentos de dolor que curiosamente encontré deliciosos. Me sorprendí admitiéndolo para mí mismo, permitiendo que se revele lo que ella intuía, y lo que yo comprendería mejor por medio de la experiencia.

Lentamente me llenó de besos; sobre la cara, el cuello, el pecho, las piernas. Con cada beso me dejaba la marca de su lápiz labial. Con ternura pintó sobre mi piel el mapa de su territorio. Lo reclamó suyo. Se puso de pie para admirar su obra, y mi miembro, que ya apuntaba al cenit con la firmeza de una columna de mármol. Sonrió y pasó su lengua lentamente alrededor de sus labios. Tomó de su su cartera su cámara, con la cual inmortalizó el momento.

Yo me sentía vulnerable, algo avergonzado por mi imprevista situación de modelo, y al mismo tiempo tan excitado que no podía dejar de mirarla. No me salia una palabra, pero sabía que algo importante estaba comunicando con mi expresión.

Ella se acercó caminando como una gata sobre la cama. Cuando sus labios llegaron a mi sexo, todo mi cuerpo se estremeció como sacudido por una dulce e intensa descarga eléctrica. Con su peso sobre mis piernas y mis manos sujetas, la sensación se intensificó por la sensación de estar bajo su control.

Su control. Su dominación. Esos términos me resultaron inquietantes cuando me los mencionó en los días anteriores. Tenía otra idea de la cuestión, no imaginaba nada de esto. De pronto ella dejó de actuar sobre mi sexo. Acercó su rostro y la encontré irresistible con su cabello revuelto y en sus ojos brillando al deseo. “¿Ahora lo comprendes mejor?” Ella conocía la respuesta, agregó:

-¿Quieres que ya que suelte?
-No.


-Pídemelo bien.-ordenó.
Entonces dije por primera vez lo que luego repetiría muchas veces con gusto:
-No me suelte....mi Señora.

Sabes que me gustan tus sorpresas. Me seducen tus maneras creativas de servirme. Esa libertad para crear es la única que deseas conservar, para entregarte a mí, hacer realidad tus nuevas fantasías, ser plenamente tu misma. Esa liberación aliento y acompaño, la de la hembra que sale del capullo y brilla en todo su esplendor, orgullosa de pertenecer, abrazada con cariño a las piernas de su Amo.
Antes de que salga, besas mis labios, mi pecho, mi abdomen. Tus rodillas tocan el piso y la cascada de bucles morenos cae a ambos lados de tu boca apasionada. A mi regreso, tras los minutos acordados, me recibes cual sexy mucama, ataviada solo con tu piel, tu collar, tu delantal, tus zapatos, tu sonrisa. Te ves feliz de ser mía y ser sumisa.
Luces irresistible en tus formas, tus movimientos, tu manera de girar despacio, insinuante, mientras supuestamente pasas el plumero. Mi miembro siempre dice la verdad. Tras aproximarme por detrás, mis manos toman tu cintura. Beso tu cuello, te susurro algo al oído. Obediente, te inclinas, abres tus piernas y pones tu sexo a mi disposición. Mis manos toman cuanto me pertenece. Sienten la firmeza de tus nalgas y le dan unas palmadas. Suben y bajan por dentro y por fuera de tus muslos. Tu sexo húmedo sabe que se acercarán poco a poco.
Los dedos acechan desde el monte de Venus y desde el perineo. Dedos como tentáculos maniobran hábilmente sobre tu clítoris, acarician tus labios mayores y menores, entran en tu vagina mientras tus gemidos escapan, irreprimibles.
Tu delantal cae. Mis manos sostienen tus muñecas a la espalda. Mi miembro te penetra un par de veces. Quieres más y sabes que lo tendrás. Sientes cerrarse las esposas tapizadas en tonos de leopardo. Al girarte frente a mí, ves la excitación en mis ojos. Toda la pasión que sabes despertar en tu Amo es y será solo tuya, pasión cautiva del encanto de tu sumisión. Penetrando en ti, te la doy toda…toda…toda.
Al soltarte y abrazarnos sobre el sofá, tu cabeza descansa sobre mi pecho. Mis brazos te rodean suavemente. A dos metros, sobre una mesa, están nuestros anillos. Son bellos símbolos, pero los lazos íntimos que nos unen son aun más fuertes.


Me llamas y me atraes como sirena
 Sensual voz con claras intenciones
 Seguridad transmiten tus acciones
 Y pasión de loba en luna llena


Me estremecen tus labios en el cuello
Mientras atas mis manos a la espalda
 Cuelga tu fusta a un lado de tu falda
Y en lo profundo mi alma lleva ya tu sello.


 A trapado estoy pero escapar no quiero
Invisibles mas muy firmes son tus lazos
 Duele tu ausencia mas que latigazos
 Y revivo con placer cuando te veo.


 Dispón de mi, mi Ama y Señora
Que por complacerte yo me esmero
Con anhelo siempre firme y verdadero
 De caballero sumiso que te adora.

Arrodillada sobre la alfombra, desnuda de prendas y prejuicios, me sientes llegar a tus espaldas. Conoces el sonido de los pasos, la carencia de una respiración suave que exhala seguridad.Sin moverte cierras los ojos como se te habia indicado. Eres tu, más que nunca, auténtica, radiante, surgida de las profundidades donde alguna vez te escondías hasta de ti misma, ahora hembra orgullosa de servir y agradar a tu Amo. Tu cabello cae en oscuras ondas sobre la espalda, nada cubre tus firmes pechos, tus nalgas, tu sexo que delata excitación. Al rodearte y pasar junto a la chimenea,veo tu collar, ganado con todos los méritos. Tu cabeza se inclina, tus manos se unen en la espalda. No estás vendada, no estás atada...todavia. No hay venda, pero no me mirarás hasta que lo indique; no hay cuerdas, pero permanecerás quieta y dócil a mis pies. Sientes una mano acariciando tu mejilla y tu cabello, mis dedos sobre tus labios, tu cuello, pues pechos. Inspiras y expiras la esencia de tu Amo, sientes la piel en contacto con la tuya. Los labios de tu Amo se poyan sobre tus ojos, tu boca,tu cuello. Indican los lugares de tus pechos que luego los dientes tocarán suavemente. Sientes por fin dos manos fuertes que unen las tuyas adelante, que deslizan las cuerdas como una caricia que las aprisiona pero no aprieta. Se cierra la venda alrededor de tus ojos y tu cuerpo es inclinado despacio y con cuidado boca arriba. Lo siguiente no lo ves, lo sientes en tu cuerpo, con todos tus otros sentidos: las texturas que recorren tu piel, el hielo que te toma de sorpresa,los labios que te saborean en cada rincón donde te saben sensible; los aromas que se alternan, los gustos de diferentes dedos en tus labios. Tu Amo toca tu sexo mejor que un pianista su instrumento. Enloqueces, pero no terminarás hasta que te lo permita. No sabes cuándo será, solo te entregas y disfrutas esos momentos.
Fue en una de las mejores noches de mi vida cuando descubrí, entre otras cosas, que mi mujer tiene las piernas más lindas del mundo. No porque haya hecho una encuesta o investigación, ni porque me haya atrevido a comparar ni porque haya podido pensar en alguna otra mujer. Aún de haberlo querido no hubiera sido posible, pues no cabía en mi mente más que la imagen de esas sugestivas piernas de mujer fatal acabadas en tacos muy altos. En ese momento no podía hacer mucho más que admirarlas, pues mis manos estaban atadas tras el respaldo de la silla. Todavía no sabía cómo había llegado a esa situación, pues desde que volví del trabajo y entré, ella aprovechó el factor sorpresa y casi no me dio tiempo de pensar. ¿Cómo resistir la fuerza de la sensualidad femenina, que al tomarme suavemente puede conducirme a un terreno que promete sorpresas? Ella está ubicada de tal manera que sólo vea sus piernas. También escucho su voz, seductora, sugestiva. En un determinado momento se levanta, hace un rodeo, y siento cómo se me acerca por detrás. Venda mis ojos con un pañuelo, me hace conocer mejor que nunca sus dedos, sus palmas, sus uñas. Abre mi camisa y mi pantalón y siento la calidez de su piel con mi piel. Luego sigue la exploración y el juego de sus labios, su lengua, sus dientes. Sin la menor prisa me demuestra lo bien que ha aprendido a usar su arsenal femenino. Su voz susurra junto a mi oído: anticipa y cumple. Se sienta sobre mi, siento sus manos detrás de mi cuello mientras nuestros sexos se unen. Ella sube y baja marcando un frenético ritmo, acompañado del coro de gemidos. No le preguntaré de dónde ha sacado la idea, no me interesa. Sólo me preguntaría, más tarde, porque no lo habíamos hecho antes.

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