Sabes que me gustan tus sorpresas. Me seducen
tus maneras creativas de servirme. Esa libertad para crear es la única que
deseas conservar, para entregarte a mí, hacer realidad tus nuevas fantasías,
ser plenamente tu misma. Esa liberación aliento y acompaño, la de la hembra que
sale del capullo y brilla en todo su esplendor, orgullosa de pertenecer, abrazada
con cariño a las piernas de su Amo.
Antes de que salga, besas mis labios, mi pecho, mi abdomen. Tus rodillas tocan
el piso y la cascada de bucles morenos cae a ambos lados de tu boca apasionada. A mi regreso,
tras los minutos acordados, me recibes cual sexy mucama, ataviada solo con tu
piel, tu collar, tu delantal, tus zapatos, tu sonrisa. Te ves feliz de ser mía
y ser sumisa.
Luces irresistible en tus formas, tus movimientos, tu manera de girar despacio,
insinuante, mientras supuestamente pasas el plumero. Mi miembro siempre dice la
verdad. Tras aproximarme por detrás, mis manos toman tu cintura. Beso tu
cuello, te susurro algo al oído. Obediente, te inclinas, abres tus piernas y
pones tu sexo a mi disposición. Mis manos toman cuanto me pertenece. Sienten la
firmeza de tus nalgas y le dan unas palmadas. Suben y bajan por dentro y por
fuera de tus muslos. Tu sexo húmedo sabe que se acercarán poco a poco.
Los dedos acechan desde el monte de Venus y desde el perineo. Dedos como tentáculos maniobran hábilmente sobre tu
clítoris, acarician tus labios mayores y menores, entran en tu vagina mientras
tus gemidos escapan, irreprimibles.
Tu delantal cae. Mis manos sostienen tus muñecas a la espalda. Mi miembro te
penetra un par de veces. Quieres más y sabes que lo tendrás. Sientes cerrarse
las esposas tapizadas en tonos de leopardo. Al girarte frente a mí, ves la
excitación en mis ojos. Toda la pasión que sabes despertar en tu Amo es y será
solo tuya, pasión cautiva del encanto de tu sumisión. Penetrando en ti, te la
doy toda…toda…toda.
Al soltarte y abrazarnos sobre el sofá, tu cabeza descansa sobre mi pecho. Mis
brazos te rodean suavemente. A dos metros, sobre una mesa, están nuestros
anillos. Son bellos símbolos, pero los lazos íntimos que nos unen son aun más
fuertes.
El Muro