Siempre me han gustado los hombres con una personalidad fuerte y bien definida, que saben lo que quieren y no dudan en expresarlo, algo dominantes, quizás, aunque hasta hace relativamente poco yo no lo habría definido de esta manera, ni se me habría ocurrido usar esa palabra. De todos modos, eso no implica absolutamente ¿no? Son simples gustos...
La cosa se vuelve más peliaguda cuando una comienza a fantasear con cosas, digamos, poco habituales. Y no recuerdo bien cuándo empezó a ocurrirme eso, sí sé que fue hace mucho. También que durante muchos años no le di más importancia, al fin y al cabo, son simples fantasías ¿no? Todo el mundo fantasea con cosas "raras" ¿verdad?
Tampoco podía darle un nombre a esas "cosas raras" que lentamente se fueron colando en mis fantasías. Y lo cierto es que no lo intenté demasiado, no le daba importancia... En ese momento no se hablaba de este tipo de cosas, no había habido un boom como ahora con esas novelas malas que están tan de moda, y los libros que pudiera haber no eran tan fáciles de encontrar. Insisto, tampoco yo tenía demasiado interés, sencillamente, no le daba importancia... No tenía tiempo para perder en ese tipo de cosas, me decía.
Pero hay cosas que no se pueden ignorar eternamente. Los problemas empiezan cuando ya solo te llaman la atención esas fantasías y esas cosas raras (las mismas para las que no tenía tiempo y a las que no daba importancia) y todo lo demás te parece monótono y aburrido. La imaginación, además, puede dar mucho de sí y, claro, las fantasías se complican y ocurre lo que tiene que pasar: Las comparaciones son odiosas, pero cuando se trata de comparar imaginación con realidad es tan fácil que la segunda salga perdiendo...
Ahí nace la chispa de la curiosidad. Inevitablemente una comienza a preguntarse qué pasaría si... Cómo sería si...
A cada paso, el interés por lo, digamos, "convencional" es menor y aparecen las dudas, los miedos, los temores... En algún momento una acaba preguntándose qué es lo que sucede y se da cuenta de que, en realidad, no es tanto como parece (o quizás sí). Yo diría que se trata de una cuestión de estética, quizás de actitud, o, tal vez, de pura fantasía. Quizás de saber traer la fantasía a la vida real... No lo sé.
En este punto, lo que me pregunto, es si sacada esa fantasía de la imaginación seguirá siendo tan poderosa como parece o si, tal vez, una vez puesta en práctica, pierda toda su fuerza. Quién sabe, al fin y al cabo, en este momento todo lo que sé vive únicamente en el reino de mi mente.
Tenía miedo... Pánico. Supongo, no lo sé, es normal sentirse así. O quizás no. Tampoco es que ahora importe. Lo único que sé es que hoy, cuando hace ya tanto tiempo que escapé despavorida por miedos quizás infundados (vale, lo hice porque el miedo ganó a la curiosidad) me doy cuenta de que me equivoqué. Todo lo que temía perder se ha demostrado falso. Todo lo que creí que me jugaba al juguetear por aquí, al dejarme llevar por la curiosidad, se ha demostrado ilusorio...
Todavía no sé a dónde me puede llevar mi curiosidad. Y sí, todavía tengo miedo, prejuicios, complejos y tantas cosas más. Pero al menos he aprendido algo, aunque el precio a pagar haya sido caro -demasiado caro-. Supongo que la lección es tan sencilla que casi da risa: No dejar que el miedo tome por ti las decisiones.
No tengo ni idea de qué me depara el futuro, ni siquiera sé demasiado bien por qué estoy escribiendo esto (ni si lo estoy haciendo en el lugar adecuado). Lo que sí sé es que no dejaré que sean los miedos los que decidan por mí.
Quizás, al final, esto no sea más que una manera de decir lo siento cuando ya no quedan otras. Tal vez sea la necesidad de solar lo que siento. Puede que, sencillamente, me haya decidido a dar un paso más y dar rienda suelta a mi curiosidad. Quién sabe, seguramente no sea más que una experiencia más que contar.