Tenía miedo... Pánico. Supongo, no lo sé, es normal sentirse así. O quizás no. Tampoco es que ahora importe. Lo único que sé es que hoy, cuando hace ya tanto tiempo que escapé despavorida por miedos quizás infundados (vale, lo hice porque el miedo ganó a la curiosidad) me doy cuenta de que me equivoqué. Todo lo que temía perder se ha demostrado falso. Todo lo que creí que me jugaba al juguetear por aquí, al dejarme llevar por la curiosidad, se ha demostrado ilusorio...
Todavía no sé a dónde me puede llevar mi curiosidad. Y sí, todavía tengo miedo, prejuicios, complejos y tantas cosas más. Pero al menos he aprendido algo, aunque el precio a pagar haya sido caro -demasiado caro-. Supongo que la lección es tan sencilla que casi da risa: No dejar que el miedo tome por ti las decisiones.
No tengo ni idea de qué me depara el futuro, ni siquiera sé demasiado bien por qué estoy escribiendo esto (ni si lo estoy haciendo en el lugar adecuado). Lo que sí sé es que no dejaré que sean los miedos los que decidan por mí.
Quizás, al final, esto no sea más que una manera de decir lo siento cuando ya no quedan otras. Tal vez sea la necesidad de solar lo que siento. Puede que, sencillamente, me haya decidido a dar un paso más y dar rienda suelta a mi curiosidad. Quién sabe, seguramente no sea más que una experiencia más que contar.