¿Por qué el tono de sus breves palabras aquí han sido muy diferentes al tono de sus palabras allí? ¿Qué necesitaba demostrarme o demostrarse?
Se lo pregunto, porque pienso que también me parece interesante conocer sus contradicciones y debilidades; ya que conociendo las suyas aprendo de las mías.
Siempre hablamos de sus debilidades, las de las sumisas, pero nunca de las nuestras. No es necesario que me responda. ¿Para qué? Le basta con mirar a los ojos, ahí encontrará las respuestas a todo. También a los suyos, ahí encontrará sus carencias. Las que sólo usted conoce y guarda con recelo y miedo a ser descubiertas.
Me he dado cuenta que usted dice y opina de forma diferente en función de donde está, en función de con quien habla, en función de lo que usted quiere en ese momento, en función de lo que la otra persona quiere o necesita escuchar. Pero en ninguno de esos casos es usted.
Eso impide que se le pueda llegar a conocer. No lo permite, no se lo permite. Le es más sencillo vender caras distintas. ¿Eso es ser fuerte o simplemente aparentarlo?
Imagino que nadie nace como vendedor de rostros. Imagino que sus cicatrices son profundas. imagino que hubo una mujer o varias a las que usted no dominó y, sin embargo, amó. Suele ser siempre así. ¿Imagino bien?
No tema, yo también he llorado.
Eso es lo único que le ayudará a ser fuerte, tanto, que sólo de ese modo podrá desprenderse de las mil caras.
El Muro