Ella estaba sentada en la mesa del escritorio. Llevaba puesto solamente una camisa fina de dormir y unas braguitas negras. Estaba allí tan tranquila con su portátil cuando Él entró, ni se le oyó. Como un león se acercó hacia ella sin ser detectado, y sin más le mordió en el cuello.
- Jajaja - Rió ella felizmente. Él la holió, pasando su nariz por detrás de su oreja y su cuello, como respuesta ella sonrió sin dejar lo que estaba haciendo.
- Te deseo ahora. ¿Me obedecerás o te tomaré a la fuerza? - Le dijo ella serio y sin duda alguna, sabiendo cuál sería su respuesta antes si quiera de ejecutar la pregunta, pues no era más que un puro trámite.
- jajajajajajaja - Volvió a reirse, con fuerza, una larga carcajada...
- Excelente elección.
- Jajajajajjajajajaja - Su risa seguía...
Él vestía uno de sus trajes: camisa fina, americana, chaqueta, pantalones, zapatos, cinturón de cuero. Todo era negro, menos su blanca camisa. Cogió el ordenador portátil que estaba usando ella, lo plegó, y lo guardó en un cajón del escritorio.
- Ehhh aún no me lo quite señor...- Le debatió a Él levantándose de la silla, al hacerlo vió como vestía , recordando cuanto le gustaban sus trajes, y quedando distraída por unas décimas de segundo. Antes de terminar la frase Él ya había metido el electrónico dentro del cajón, y ella quedó frente su rostro viendo como una mano se le ponía en su cuello, no rió.
La tomó por el cuello sin decir nada, con un gesto rápido, con la otra mano la tomó por la cintura y le dió la vuelta, empotrándola contra la mesa. Sin verle la cara, Él ya sabía que ella sonreía de satisfacción.
El pecho de ella estaba contra la mesa, sus manos detrás, a su espalda sus muñecas juntas sujetas por la firme mano que deseaba. Mientras la sujetaba con una mano, con la otra se desabrochaba la corbata con prisa para atarle las manos.
Con las manos de ella atadas y contra la mesa, Él se quitó su cinturón de cuero y, lo dobló entre su mano y le bajó las bragas y se las guardó en un bolsilló del pantalón. "Zaas". "Ah" susurró suavemente ella.
- No contarás. - Le dijo mientras le daba otro azote "Zaas". - Porque no es un castigo, sinó mi deseo. - "Zaas".
Los azotes empezaaron a caeerle encima de su culo de piel suave, el blanco empezo a enrojecer con cada azote. "Ahh" era lo máximo que ella diría.
Cuando el culo estaba bien rojo y caliente, justo como Él quería, su cinturón se detubo, se inclinó acercando su boca al culito rojo.
- Ahhh - Dijo ella cuando le mordió el su adolorido trasero.
- Mucho mejor... - Dijo Él con tono orgulloso, no de si mismo, sinó de ella.
Los dientes se clavaron en la castigada piel, tivaron y soltaron, los labios del Señor se pusieron en la piel, besándole la nalga, abriendo la boca y acariciando las heridas con su lengua.
- Mmm... - distintos placeres se empezaban a mezclar en su cuerpo.
De su americana sacó otra corbata para vendarle los ojos, antes subió a la mesa, delante de ella, su maletín, al verlo ella tragó saliva. Le sacó la corbata de las manos, la guardó y le puso unas esposas manteniendo las manos detrás, eran unas esposas robustas, le quedaron muy apretadas. En el cambio de la corbata por las esposas aprovechó para quitarle el camisón, dejándola completamente desnuda. Una vez amanillada y con los ojos vendados le puso las bragas en la boca. Ella no las escupiría, sabía que si caían usaría cinta americana, algo que detestaba.
La cogió con una mano del pelo y otra del cuello, apartándola del escritorio y la puso estirada en el suelo, apoyó su rodilla en ella, mientras le ató los pies juntos y pasó una cadena de los pies a las manos, dejándola inmóvil e indefensa. La puso de lado y empezó a tirar de su pezón derecho, le encataba, su teta derecha siempre recibía más atenciones, tenía algo que le gustaba mas. La mordisqueó y jugó con su lengua, mientras ella se iba excitando en silencio. Unos minutos después sacó una pinza metálica, de esas fuertes y se la puso en ese pezón. Le dió la vuelta a la sumisa, empezó a pellizcarle el pezón izquierdo, a lamerlo y mordisquearlo mientras con la otra mano tomaba la teta derecha. Su polla estaba dura, pero esperaría un poco más, pues se estaba divirtiendo. Finalmente el pezón izquierdo acabo también con una de esas fastidiosas pinzas. Con sus brazos la acompaño con extrema delicadez a tumbrase boca arriba, estaba colaborando así que sería delicado.
Se apartó de ella y la obserbó, indefensa y tumbada en el suelo, a su merced, ahora mismo le podría hacer lo que Él quisiera...
Empezó a sonar música, de tono oscuro, grave, sin voz, era un tanto tortuosa. Poco después, y sin previo aviso la primera gota de cera roja se le cayó encima de su pecho derecho, y la sucedieron gotas, y más de roja y caliente cera. Le dolía, pero no podía gritar, entonces Él le liberó la vista, se acercó y acariciándola le beso en la mejilla. Le quitó las pinzas y volvió con la cera, gota a gota, mientras un pie se coló entre sus muslos y empezó a jugar con su coño. Cuanto más cera le caía mas cera le caía, más empeño ponía Él masturbandola con su pie. La cera paró de caer y una oja fría, un cuchillo le rozó la piel, separando su piel de la cera, ahora era una rodilla que le frotaba el coño. Distintas sensaciones se mezclaban en ella, lo que mas deseaba era sentirle dentro suyo, que se la follara como más le apeteciera.
Ya sin cera, se sentó al lado de ella, y empezó a masajearle el coño con sus dedos, sin penetrar ni siquiera abrirle los labios, ella ya estaba ardiendo, lista para ser penetrada pero la tortura era tan deliciosa. Finalmente le abrió el coño con sus dedos buscando el húmedo agujero, pero no la penetró solo le lubricó el clítoris, su dedo froto y froto el clítoris y ella se derretía, no paraba, lo giraba, apretaba, lo movia con fuerza...Ella le miraba, quería correrse pero tenía permiso, entoces paró. Se levantó Él, le quitó la cadena y le desató los pies, la hizo moverse y quedarse arrodillada delante de Él. Sacó su polla dura, apresada en el pantalón y la acercó a su boca, ella encantada abrió la boca y la polla entró. La cogió del pelo empezó a mover la cadera, la boca estaba húmeda y caliente, y su polla entraba y salía, la dejaba un rato hasta lo más hondo, la sacaba y la volvía a meter, con fuerza, follándole la boca, cada vez con más fuerza, su polla dura dentro de la boca de la sumisa.
- Ahora toma mi leche perra... - Le dijo mientras la seguía embistiendo, y de su miembro salió el semen a presión, ella se lo tragó todo, contenta, y mojada, que cachonda se había puesto.
Se abrochó los pantalones y la liberó, tenía las muñecas con marcas, adoloridas. Él las beso, la miró y le sonrió, volvió a mirar las muñecas de la sumisa y le dio un buen masaje a cada una.
- Mi señor, le pido permiso para correrme. - Se había quedado mojadísima y le pidió permiso como buena perrita.
- Ni se te ocurra tocarte. Recuerda, si te ríes, no te corres...
El Muro