Todo estaba planeado, la cena, el juego, sólo era el talón esperando abrirse para dar comienzo a la función. Ella hacía ver que no lo sabía, pero su corazón latía a la espera y su alma ardía en deseo.
- Dime querida, ¿qué te ha parecido la cena? - Dijo él con su típico tono de voz suave y tranquila.
- Estaba riquísimo, no sabía que cocinabas tan bien, la verdad es que me has sorprendido.
- Así que te he sorprendido... - Su tono parece ocultar algo. - ¿Y tú querida, serías capaz de sorprenderme?- Pregunta él dejando entrever una ligera sonrisa perversa, sacando un poco más de pecho mostrando su inmensa seguridad y una intimidante y profunda mirada fija.
- Buenoo... no sé Alberto, sí... supongo... - Responde huyendo de la profunda mirada como huye una presa de su depredador.
- ¿ Serías capaz de anotar un número de tres cifras sin que yo lo adivine?
- Jajaja... Por supuesto, no seas ridículo, no puedes adivinar a la primera un número de tres cifras, no me conoces suficiente. Mira si estoy segura de esto que me apuesto lo que sé que más deseas, porque lo sé Alberto, conozco tu depravación, si lo aciertas a la primera seré tu esclava durante una noche. Pero si fallas, me quedaré ese bolígrafo tuyo tan caro que siempre llevas encima.
Alberto aún sonríe más, está seguro de que Raquel, pronto no será Raquel, sólo será su objeto, su perra, su deseo, porque la hará su esclava. Saca un bolígrafo Montblanc, valorado en 300€ y se lo acerca juntamente con un papel en blanco y justo cuando ella lo va a coger le dice: - Aquí tienes esclava, ese día que tanto deseabas se te hará realidad... - Y justo cuando iba a escribir le susurra - recuerda bien el día esclava, ese que tanto deseas...- Toda nerviosa Raquel levanta la cara medio asustada y cuando vuelve la mirada al papel se da cuenta que no era el número que quería poner pues es demasiado obvio.
- Espera, no se vale, no era el que quería, me has dis... - Pero el le corta robándole el papel y si lo pone delante de las narices sin siquiera mirar él el número.
- Es el 247, es el número de tu deseo. Ahora eres mi esclava, hasta que salga el sol, desnúdate y arrodíllate ante tu Amo. - Mientras se pone de pie imponentemente ante ella.
- No, espera, has hecho - pero no puede terminar la frase.
Con rapidez Alberto le agarra del pelo y la lleva contra la pared, poniéndola de espaldas y sujetándole las manos con solo una suya, le baja la falda y le baja las bragas. Ella sin palabras, antes de poder hablar empieza el primer azote, nunca había pensado que esas suaves manos pudieran impactar tan duramente.
- Aaaahhhh - Grita la ahora esclava.
- Ahora soy tu Amo y te dirigirás a mi como tal, primer castigo no hacerlo. Segundo decir no y tercero negarme un deseo, eso hará que te arda el culo...
Los azotes son fuertes, usa todas sus fuerzas para marcar con su mano derecha el perfecto culo de piel blanca y suave. A partir de los cincuenta se descuenta, y sencillamente se propone terminar de azotarla cuando el cansancio se lo impida. "Plas, plas, plas, plas"... Azote tras azote llena de ruido la sala, junto con los gritos, que con el tiempo se convertirán en sollozos y pequeños jadeos hasta mezclarse con tímidas lágrimas que mezcladas con el maquillaje le dejan a la pobre atrevida las mejillas ennegrecidas. El trasero se enrojece, se caliente, se suman morados y cada vez se calienta más y más, el tiempo deja de fluir para ambos, ella cada vez se coloca mejor y se opone menos entreabriendo las piernas y agachando la cabeza, sintiendo como su voluntad se dobla con cada azote, del mismo modo que su piel se marca a rojo vivo.
Cuando la mano ya no le aguanta del dolor y el brazo le tiembla de cansancio cesan los azotes.
- Gírate - le dice mientras se masajea la dolorida mano.
Al escuchar la orden se voltea quedando delante de él, intentando dejar de llorar se desnuda plegando bien la ropa y dejándola en una silla, luego se arrodilla delante de él, agachando la cabeza y con las manos a la espalda le dice:
- Soy su esclava Amo. - Justo después de decirlo le besa la mano.
- Buena chica. - Le pone la mano encima la cabeza y la acaricia con delicadeza.
Continuará...
El Muro