“Amor, tranquilo no te voy a molestar
mi suerte estaba echada, ya lo sé
y sé que hay un torrente dando vueltas por tu mente
amor lo nuestro solo fue casualidad
la misma hora, el mismo bulevar
No temas no hay cuidado
no te culpo del pasado
ya lo ves, la vida es así
tú te vas y yo me quedo aquí
Lloverá y ya no seré tuya
seré la gata bajo la lluvia…”
Salió de la ducha inmediatamente, escupiendo lágrimas de agua en el suelo. Apagó la radio, hacía años que no soportaba escuchar aquella canción de Rocío Dúrcal. Descolgó la toalla rosa a topos blancos, y se secó las otras lágrimas.
Habían pasado años. Dulce tortura. ¿Qué tiene de dulce esta eterna espera? Él no volverá nunca, lo dejó bien claro: “No te quiero suficiente. Lo siento. ¿Amigos? O nada.”
Amigos respondió ella, dijo amigos, pero sólo fueron conocidos. Ahora parecía increíble pensar que ella, una auténtica “pantera negra” dejara de morder para “Ser” durante aquellos meses que había estado con él, la lengua de la gata que lamía la mano de su Amo.
Qué lejanas sonaban todas aquellas palabras, ahora ya sin sentido: “Cómo me impone mi Amo… es increíble, cómo me impresiona. Me mide, con cada palabra, con cada mirada, con cada gesto… mi Amo me mide. Y me reduce, como el fuego reduce al caldo… Sumisa de tu coco, así es como me siento… Sumisa del poder de tu mente. La pantera negra cuando está con su Amo es como una gatita…”
Había sido una mujer que siempre había tenido… “una tendencia a sentirme poca cosa, muchas veces... De eso tiene la culpa la etapa vivida con mi ex, sin lugar a dudas. Pero desde hace un año, aunque a menudo me sienta poca cosa, lo hago con la diferencia de saber que no lo soy.”
Además de su ex marido y de ella misma, habían otras personas que la habían ayudado a perderse en remolinos de desequilibrio, por ejemplo los numerosos amantes y follamigos que, la mayoría de veces, la habían hecho sentir basura. Pocos meses antes de conocer a su Amo, esos tristes pensamientos empezaron a partir rumbo al “nunca jamás”, aunque algunas veces se seguía sintiendo miserable, cerrar la llave de la experimentación la ayudó a valorarse primero, y a salir del contenedor de desechos humanos después. Se dio cuenta que era más mujer que “chuleta de cordero”, y miró también en su interior, en lugar de sólo a su entrepierna. Cambió el “en oferta” por el “avance de temporada”, sin por ello renunciar a ser ella misma.
Canceló casi todos los perfiles, en todas las páginas, y casi abandonó por completo el mal vicio de los perfiles duplicados, o triplicados, con identidades distintas. Bueno, no lo olvidó del todo… ya que los vicios y las adicciones no se superan fácilmente. Unos días después apareció él, mejor dicho, reapareció. Lo reconoció muy rápido, por su forma de hablar y de escribir. Ya habían conversado años atrás, entonces había sentido miedo, no le había caído demasiado simpático, quizás contribuyó el que no mostrara ningún interés en follársela como los otros, o quizás la causa fue una especie de prepotente seguridad que desentonaba por completo en un lugar donde todos decían “lo que tú quieras, guapa”. A pesar de eso, no había podido olvidar aquella sensación de miedo y aquel extraño mariposeo en forma de nudo en su estómago. Recordaba perfectamente las características de quien una vez le había escrito: “¿me detengo o paso de largo?”. Ella entonces le respondió que no le gustaban las prisas y obtuvo como respuesta una repetición del “¿me detengo o paso de largo?”. En aquella ocasión prefirió que pasara de largo y él, tras despedirse muy educadamente, desapareció.
En esta segunda ocasión su actitud fue muy distinta, y la de él también. Resultó muy fácil saber de quién se trataba y, esta vez, ella le permitió detenerse…
Cuando empezó con su Amo, los pocos pensamientos negativos sobre ella misma que le quedaban, desaparecieron por completo de su mente. Él la ayudó a sentirse más segura y, poco a poco, se fue abriendo como una flor, mostrándole toda la luz y oscuridad de su interior. Sus palabras empezaron a expulsar infinidad de contradicciones, desparramadas como un puzle de miles de piezas, cuya temática no era otra que la escenificación del gran conflicto que se debatía en su interior…
Aunque al principio no lo creía, en poco tiempo empezó a tener la certeza de que su Amo sabría leer en ella...: “Ese día comprenderás muchas de mis contradicciones, mi lucha interior, mi gran conflicto. Y ese día sé que mi Amo me escuchará, atento, y al margen de la valoración que le produzca mi confesión, mi Amo no pensará que soy tonta… Nooo… Mi Amo comprenderá un montón de cosas.”
Su Amo siempre escuchó atentamente lo que a lo largo de los meses le explicaba con palabras, miradas y gestos; y la ayudó a entenderse mejor, sin condescendencia ni paternalismo, haciéndole entender que una sumisa siempre es una mujer fuerte y capaz, siempre más fuerte que cualquier Amo que pueda tener. Por eso puede entregarse y superar sus miedos, algo que un Amo nunca será capaz de hacer. A pesar de sus lágrimas, él siguió apretando muy lentamente las tuercas de su psique, casi de forma imperceptible, hasta que su llanto cesó, permitiendo que todo su dolor fuese expulsado de su cuerpo y se transformaron en placer y equilibrio. Había aprendido a ser fuerte y, a partir de entonces, nunca más volvió a azotarla. Ya no lo necesitaba. Fue entonces cuando empezó a sentir, con naturalidad, un intenso poder que serenaba sus emociones y que la sometía hasta traspasar, con flujo, todas las prendas. Y así empezó a quererlo…
Fue un Amo severo con ella pero no injusto, cariñoso y muy exigente, pero no la quiso, le tuvo cariño, pero no la quiso como había querido a otras sumisas. Ella siempre lo supo, él se lo dijo, y aunque no le gustaba, lo aceptaba esperando que algún día eso cambiara. Maldecía en soledad, pero se callaba, nunca había podido reprocharle nada. Así lo sentía, pero no estaba en sus manos poder cambiar sentimientos. Él nunca le prometió demasiado y muchos menos algo que no hubiese cumplido. Además, a pesar de no quererla como ella deseaba, seguía siendo el hombre que más la había querido. ¡Qué ironía! Obtuvo placer, el que le dio como hombre dominante, y se sintió arropada en muchos momentos. Lo había sentido siempre así, dominante, incluso antes de ser su Amo, y también después de serlo. No podía evitarlo.
Así había sido su Amo, su único Amo, no había conseguido tener otro, aunque lo intentó en varias ocasiones, y estuvo registrada en un par de páginas especializadas, donde consiguió quedar para tomar diversos y aburridos cafés y conoció frías y tenebrosas habitaciones de hotel, pero en un año se cansó de solo sentir poder sobre su cuerpo y decidió dejar de ser gatita, para volver a ser pantera.
Dos años después de su despedida, apenas había vuelto a hablar con él, aunque para su mente seguía “Siendo...” ¿Acaso solo se podía ser de un Amo si se tenía sexo o juego erótico con él? ¿No era suficiente con pensarlo o reconocerlo como Amo? Aunque no mantenía apenas trato, obviamente tampoco ningún tipo de contacto físico, ni tenía un vínculo hablado o establecido, ni juego de ninguna clase, su alma y su mente sentían que él sería siempre su Amo, aunque no se vieran nunca más. Sabía que podría tener amantes, novios, parejas o incluso un nuevo marido, siendo optimistas quizás algún Dominante, pero probablemente nunca más un Amo.
Era de las que pensaba que los Amos no eran como las setas y que a lo largo de la vida solo podía haber un Amo, como mucho dos, el resto serían intentos que terminarían sin ninguna presencia en su mente y mucho menos en su alma. Pensaba que no podría ni quería sentir por otro Amo, aunque sí deseaba sentir por otro hombre. Estaba completamente segura que su aventura en el BDSM había terminado, sin tristeza ni dolor, todo lo contrario, contenta y satisfecha de saber que su interior nunca sería profanado inmerecidamente por quienes no demostraran capacidad para equilibrar la huella de su Amo, con una marca igual o superior.
Él era conocedor del afecto que ella le profesaba y por eso había evitado facilitarle conversar con asiduidad. Aún y hablando en muy pocas ocasiones, sentía su daño y notaba como ella lo mordía ligeramente, la pantera mordía al que fue su Amo pero lo hacía con dientes de gatita. Cuantas veces seguramente habría deseado pegarle un zarpazo y herirlo de muerte, pero cuando estaba a punto, hablaba y sentía sin querer sentir, sentía simplemente hablando de cualquier tema y su inconsciente la detenía, por qué había sentido más hablando con él que follando con algunos. Recordaba como la había enseñado a contenerse y ahora no sabía si morderlo, o lamerlo… No sabía cómo manejar esa mezcla de amor no correspondido, aunque no ignorado, con algo que no era odio pero se le parecía. Se contenía y lamía arrastrando sus dóciles colmillos y en esa contención del resentimiento, su coño se humedecía con tan solo diez minutos de coloquial conversación whatsappera o telefónica. Su mente volaba a otra dimensión tan solo leyendo lo que él escribía y se daba cuenta de que mejor dejar pasar unos meses más, hasta la próxima charla…
No era capaz de hincarle los dientes, aún queriendo y a pesar de sentirse dolida, también se sentía contenta y satisfecha por lo que le hizo sentir. Sin embargo, lo que no conseguía evitar era esa pizca de sutil ironía que le salía impulsivamente del alma y que estaba segura que él entendía perfectamente. No podía acusarlo de haberla tratado mal, pero necesitaba decirle que también él podía haberle entregado más sentimiento. Luego la razón le devolvía la consciencia para comprender que la entrega del alma no puede ser exigida cuando no se ofrece de forma natural y sentida.
A pesar de estar tan solo separados por ocho kilómetros de distancia, ella no había querido volverlo a ver. Cuando conversaban, lo hacían con cordialidad, pero ella seguía contenida… No era capaz ni tenía motivos para argumentar reproches, pero algunos de los puntos suspensivos que colocaba, delataban el deseo de que hubiese sido “mejor persona” con ella, en lugar de haberlo sido con otras.
“- Y te felicito por tener ese buen corazón.
- Bueno me he preocupado de los demás más de lo que crees, también como Amo. Pero me lo quedo yo. Tú sabes que he respondido cuando me has llamado.
- Bueno, yo me quedo con el saber que nunca me equivoqué al pensar y decir de ti que eres buena persona, porque lo eres…”
Nunca fue su propósito, durante aquellos años, recordar a su Amo, al que siempre trató de tú y con el que no tuvo ningún límite, pero tampoco se esforzó en olvidar a quien le había dedicado no únicamente deseo erótico, sino también entrega amorosa: “Cierra los ojitos un momento y… siente como mi lengua dibuja, lentamente, tus labios…”
El día que ella perdió a su hermano, tras una grave enfermedad, no fue en busca del apoyo de su ex marido, a pesar de seguir siendo compañeros de trabajo, ni buscó consuelo en ninguno de sus amigos o amigas, tampoco contactó con el más dotado de los follamigos, o con alguno de los amantes con los que había compartido lecho durante aquellos años locos. Ese día, llamó al que había sido su Amo, y él acudió... No se habían visto desde la ruptura, varios años atrás.
- Lo siento mucho. Lamento que nos veamos por este motivo. ¿Cómo estás?
- Bien, dentro de lo que cabe. Llevaba años luchando y, ahora al final, ya deseaba que descansara. Tenía tus años, por eso me he acordado de ti. Ha dejado de sufrir, pero no había hecho nada para merecerlo.
- Entiendo. No sé qué decirte, nunca sé que decir en estas situaciones. Lo siento mucho.
- Alguna vez deseé que tú fueses él, para que supieras lo que es sufrir. Lo deseé con el alma, para que conocieras el sufrimiento. Luego apartaba ese deseo, al recordar que tú también has sufrido, aunque no conmigo, ni por mí. Siempre llevaré esta foto en el bolso, para recordarlo. Mira, es de hace dos años. También llevo el vibrador que me diste, aunque ya no funciona.
- No te di ningún vibrador, te lo quedaste, pero eso no importa. Pienso que no deberías cargar ni con su foto ni con mi vibrador. Mejor compra un marco para la foto y ponla en el comedor; el vibrador mételo en una caja. Debes vaciar el bolso de recuerdos.
- He deseado verte muerto las mismas veces que he deseado volver contigo. También me he arrepentido de tener ese tipo de pensamientos. Ya sabes cómo soy. ¿Sigues con ella?
- Sigo con ella, me ha dado recuerdos y ánimos para ti.
- No quiero nada de ella, ni siquiera su compasión. Siempre con esos aires de grandeza, de señorita culta y presuntuosa. Me perdonarás, pero siempre la vi así. El día que la trajiste supe que te había perdido para siempre.
- Nunca te engañé. Siempre te dije que iba a intentar tener tres sumisas durante unos meses y que iba a quedarme con una. Tú aceptaste el reto y las demás también.
- Lo sé y fue culpa mía creer que sería yo, pero fue muy cruel por tu parte introducirlas cuando tú y yo ya llevábamos muchos meses juntos y solos. Pensé que ya no buscarías a nadie más. Me hiciste daño y te he odiado muchas veces por eso, pero no te reprocho nada, siempre fuiste claro. Fue culpa mía creer demasiado en mis posibilidades, en mi fortaleza mental y en lo que sentías tú por mí. Yo soy la que más te quiso, de eso no te quepa ninguna duda. También sé que me quisiste, pero no como habías querido en otras ocasiones. Eso siempre me dolió mucho. Hubiese preferido no saberlo, ni sentirlo. Aún así, tengo mucho que agradecerte, y tú a mí. No te di ningún problema, ni durante, ni después.
- No siempre quien más nos quiere es a quien más queremos. Nunca te engañé. Tardé en introducirlas porque me costó encontrarlas, pero siempre te dije que lo haría. Quise vivir eso, y lo viví. ¿Por qué me has llamado a mí?
- Te he llamado, por qué aunque me dueles, te aprecio por cómo eres. Hoy necesitaba a alguien que no viniese por compromiso y sólo conozco a una persona capaz de poder decirme: “no quiero venir” en lugar de usar la excusa de “no puedo venir”. Me hiciste mucho daño como Amo, pero también has sido el hombre que menos me ha defraudado como tal. Los hombres siempre me habéis hecho daño, todos, algunos incluso casi me han maltratado, mi ex marido, por ejemplo, no es nada nuevo para mí, pero sólo tú has sido siempre sincero conmigo. Por eso te he llamado a ti.
- Gracias. Lo siento. Lo siento de veras. Me hubiese gustado venir por otro motivo y lamento el daño que pude haberte hecho. Ya te lo dije entonces. Han pasado muchos años y tú sabías los riesgos. Pudiste haberte retirado y también sabes que gracias a esa situación de competitividad, sentiste cosas que no hubieses sentido nunca.
- No te justifiques, no te reprocho nada, simplemente te digo mi verdad y como me sentí. Sentir no lo es todo, querer sí. Puedo darme placer a mí misma, pero no puedo besarme a mí misma. Me salí del BDSM por eso, recibía más placer que besos. Sólo me besaste de verdad tú y otro, aunque podíais haberme besado mucho más, por lo menos como a otras; el resto solo sexo y deseo. Pienso que algunas veces también podrías haberte ahorrado tanta sinceridad conmigo, aunque solo fuese para evitarme más llanto. Creo que no es necesario usar la verdad con crueldad. Lo que sí te agradezco, aunque nunca te lo dije, es que nunca me hiciste comerles el coño a ellas, particularmente a quien tú ya sabes. Lo hubiese hecho, pero la humillación que hubiese sentido habría rozado el límite de lo soportable. ¿No me lo hiciste comer por eso, verdad?
- No es necesario que hables así de ella. Nunca te hizo nada, fui yo, no ella. Si quieres que me vaya, me voy, no he venido para hablar de lo que pasó hace años, ni para escuchar reproches de hace tanto tiempo. Ella no tiene mal concepto de ti y te aseguro que nunca me ha hecho ningún comentario negativo, ni nada. Es buena persona, como tú, simplemente sois diferentes. Si te resulta molesta mi presencia, me voy, no pasa nada. Lo entiendo.
- Yo nunca seré capaz de decirte que te vayas, pero ya no te quiero. Y me fui antes de que te quedaras con ella, porque ya sabía que había perdido, pero te dejé yo a ti, no tú a mí. Eso quiero que lo tengas muy claro, te dejé yo a ti. Hay cosas que se notan. ¿Sabes? Y esas cosas duelen. Te respeto y te agradezco todo lo que me hiciste sentir, pero no te perdono el daño que me hiciste. Gracias por haber venido. ¿Puedo abrazarte?
- Sí, claro.
- Gracias. Que raras me suenan estas “gracias”. Eres la persona a la que más veces le he dado las gracias, aunque muchas de ellas eran protocolarias. Esas no cuentan.
- ¿Sabes una cosa? Yo también he tenido la suerte de saber lo que se siente cuando te abraza una persona que te hizo daño en el pasado.
NOTA: La documentación que aparecerá en este blog, tanto gráfica como escrita, es posible gracias a la generosidad de las personas que me la regalaron o mostraron, mientras era su Amo (y pareja la mayoría de veces) o incluso una vez había dejado de serlo. Mi compromiso y la palabra que di a esas personas fue que nunca una de mis publicaciones las perjudicaría o comprometería en nada. Asumí la responsabilidad y el compromiso de anonimizar todo el material tratado, susceptible de ser mostrado o publicado, exclusivamente a título informativo, literario, pedagógico, con finalidades creativas o a modo de ejemplos ilustrativos.
El Muro