Arrodillada en el suelo, con la mirada baja y la respiración
tranquila. Son estos momentos antes de que se abra la puerta en los que mi
corazón aumenta su latir, en los que mi mente no deja de pensar…y en los que
mis sentimientos empiezan a aflorar con mayor libertad. Sé que Él está detrás
de la puerta, esperando el momento oportuno para atravesarla. ¿Cómo sabe cuándo
ha llegado ese momento? Es un misterio para mí, pero siempre la atraviesa en el
momento justo, ni un minuto antes o después.
A partir de ese instante en el que la puerta se abre, mi
cuerpo reacciona a Él: se tensa, en espera de lo que le hará sentir, se relaja
porque sabe que está en buenas manos. La mente deja de trabajar, sabiendo que
lo Él haga es lo correcto, lo que ambos deseamos y necesitamos.
Toda yo se entrega a Su persona, en mente, cuerpo y alma,
sabiendo que estoy a salvo, sabiendo que sólo Él puede llenar ese vacío que
nadie más puede llenar.
...
...
...
Y una solitaria lágrima recorre mi mejilla cuando abro los ojos y me doy cuenta que todo es un sueño. Un sueño creado por los anhelos de mi alma. Un sueño que llegará a ser realidad en el momento en el que esté preparada...momento en el que Él abrirá la puerta, no antes.