Te observé durante un tiempo... pero no te dije nada.
Tu cabello oscuro siempre en una coleta, ropa normal (incluso aburrida) y ojos castaños y ojerosos ... pero no te dije nada.
No comprendí jamás por qué tu mirada era tan triste: estrés, sueño... quizás el viaje en metro te aburría, pero jamás reuní el valor de preguntar, quise hablarte... pero no te dije nada.
¿Cómo nadie te miraba, cuando yo no podía apartar los ojos de ti? ¿Cómo nadie se fijaba en tu collar de cuero, con la argolla a la altura de la garganta? Moría por saber si te ignoraban deliberadamente o estaban muy acostumbrados a ti... pero no te dije nada.
Mis cadenas invisibles, o quizás tus órdenes expresas que te impedían verme por mantener la vista siempre al frente, como si fueras un maniquí, como si no existieras y fueras producto de mi mente, y a mi me impedían acercarme y llamar tu atención. Mordaza de vergüenza y miedo, ansiaba preguntar... pero no te dije nada.
Escribí unas 9 notas, más o menos con el mismo contenido: ¿Cuál es tu nombre? ¿Por qué estas triste? ¿Quién es tu am@? ¿Hay algún santuario cerca o debemos seguir en silencio, ocultando nuestra naturaleza? ... pero no te dije nada.
Al final debía dejarte siempre en la parada con nombre de conquistador, tu seguías más allá -no se hasta dónde-... pero no te dije nada.
El tiempo ha pasado, y yo me he empoderado. Pero no hay viaje en el metro en el que no te busque con la mirada, jurándome a mi misma que saltaría al vacío y aguantaría lo que ocurriera. Por que aún me arrepiento de haberte querido hablar o haber deseado en silencio que levantaras la vista, por que durante todo un verano quise conocerte...
...pero no te dije nada.