mirarlo tan solo, pecado divino,
poder decorarlo, que gran desafío,
sentirlo y amarlo es mi destino.
Cera dolor y un poco de hielo,
tus pechos, dos soles redondos y fríos.
Tu rostro, una estrella caída del cielo
que llora una lágrima que es como un río.
Brocha que te azota, pincel hiriente,
se va la sonrisa, queda el esbozo.
No llores mi amada, mi cuadro viviente,
tu cuerpo y mi mano la llave del gozo.
Acabo mi obra, pintor obseso,
solo un detalle para acabarlo.
Una caricia, un te amo y un beso
y por siempre jamás deseo mirarlo.
(Elrowert)
"Que veinte años no es nada" dice el tango de Gardel y reza e título de la novela de Marta Rivera de la Cruz. Pues bien, no estoy de acuerdo en absoluto. En este tiempo, gota a gota, paso a paso, ha ido moldeándome a Su voluntad, como un mágico paseo (a veces maravillosamente agreste), sin prisa pero sin pausa. Con Su absoluta determinación.
Usted, Amo, se metió bajo mi piel tan profundamente que, después de tanto tiempo, sigo esperando ansiosa (con miles, millones, de mariposas revoloteando en mi estómago) el reencuentro tras las obligaciones diarias.
Sueño despierta con EL MOMENTO, ese en el que caigo postrada ante Usted, temblorosa e impaciente (prometo mejorar mi paciencia), con las palmas de mis manos hacia arriba y mi mirada clavada en el suelo, esperando (¡Qué difícil reto!) sus órdenes y guardando mi voluntad en el fondo de un armario. Muriendo por Su permiso para mirarle, tocarle, hablarle... Es ahí, en EL MOMENTO, cuando mi alma conecta absolutamente con la Suya y mi corazón late al ritmo que Usted impone. Ahí, en EL MOMENTO, abandono mi cuerpo para volar con Usted, mi Señor. Mi mayor sueño es continuar ese "paseo aéreo" durante toda la vida.
Eternamente Suya,
anya