Cierta noche ella termino la actuación algo más pronto de lo normal, salió por la puerta que los camerinos tenían a la calle, llevaba las llaves del coche en la mano, se escuchaba el tintineo
Dio los primeros pasos por el callejón y entonces lo vio, era un hombre, alto, se podría decir que atractivo, pero la ropa que llevaba no era nueva, unos vaqueros gastados, un jersey viejo también desgastado por el tiempo, el pelo desaliñado, una mochila a la espalda, y una voz rota que le habló “te he mirado muchas veces a escondidas, mientras actuabas, he cerrado los ojos y te he seguido viendo, llevo años caminando y eres el único motivo por el que he parado en mi camino”
Ella estaba acostumbrada a admiradores de tres al cuarto, gente a la que no le importaba lo que ella podía tener que dar, y aquel hombre que estaba delante de ella era un hombre errante que se había detenido por ella… no le había dicho ninguna palabra de amor ni de cariño, solo de entrega, ella se dio cuenta de que él sin pedir nada a cambio, estaba entregando lo que más quería, su libertad… y ella acepto lo que le daban…
El Muro