Terminado el tiempo de descanso, vuelvo de nuevo con fuerzas renovadas, con nuevas ilusiones y esperanzas, con nuevos deseos y sueños.
Terminó mi tiempo de reflexión y ahora si que sí, me siento decidida y segura de querer adentrarme en este camino, sé que no será fácil recorrerlo, pero en esta vida ¿qué lo es?.
Como ya dije en los anteriores posts, estoy muy agradecida de haber descubierto este nuevo mundo, porque me ha permitido descifrar poco a poco cosas que jamás me hubiera parado a pensar y mucho menos corregirlas, al tiempo que también me ha permitido descubrir otras facetas de las que nunca me pensé capaz, así día a día me sorprendo.
Día a día aprendo que hay cosas que deben ser a su debido tiempo, no debo ansiarme, ni ponerme frenética, siempre es bueno ser calmada y tranquila, todo se consigue así mucho mejor.
Y todo esto es bueno para mí, porque sé en el fondo de mi alma que al fin, encontré mi identidad.
Como una niña que descubre los colores, las luces y todo lo que es nuevo alrededor para ella, así lo observo, con esa mirada de inmensa curiosidad e ilusión.
Como la mujer que empieza a sentir y ser poco a poco más consciente, como sumisa que nace y empieza a crecer, así me siento y crezco.
Ya no me dan miedo los obstáculos que puedan surgir en este viaje hacia el encuentro con Él, no me harán retroceder, si acaso buscar otro sendero secreto por el que poder vencerlos.
Mi cuerpo bañado en fina blanca arena y en mar, con sabor salado en mi piel, sueña con encontrarse con esa persona que lo está esperando en algún lugar, para que lo cuide, lo mime, lo ame y lo coloreé si le place.
Mi alma llena de luz y de calma, espera que la acoja en sus manos para guiarla, ayudándola a crecer, observando cómo madura, para poder al fin unirse a Él, de la manera en que ningún mortal hubiera soñado jamás.
El Muro