Sé que ya va a llegar... Me doy una ducha y me arreglo, pero no es necesario vestirme. Cuando termino voy a buscar mi collar y cadena y me dirijo hacia la entrada; me pongo de rodillas sobre el frío suelo de madera. Son casi las 6 y espero... Y espero... Después de lo que parece haber sido una eternidad, al fin escucho el coche estacionarse, sus pasos acercándose a la puerta y un escalofrío me recorre el cuerpo; cuando suenan las llaves en el cerrojo, agacho mi cabeza, mirando al piso. Abre la puerta y se queda ahí un momento, observándome...
-Hola, preciosa-. Casi puedo escuchar su sonrisa.
-Amo.
Alzo las manos y le acerco mi "kit de paseo". Se agacha y me abrocha el collar, después la cadena y se levanta.
-Vamos a jugar, perrita-. Jala un poco la cadena y camina a la mazmorra, yo lo sigo a cuatro patas. Entramos y vuelvo a ponerme de rodillas. Me hace el cabello hacia un lado y pasa la lengua por mi cuello, siento como me hormiguea la espalda, los hombros, el pecho...
-Ya sabes qué hacer-. Me susurra al oído.
Camina para colocarse delante de mí, yo me inclino hacia adelante y empiezo a dejar pequeños besos en sus zapatos, sus pantorrillas y voy subiendo. Beso sus manos y muerdo uno de sus dedos; él me da una cachetada.
-Hazlo otra vez y te doy con el cinturón-. Yo lo volvería a hacer mil veces y con gusto pagaría mi castigo, pero ahora no tengo ganas de molestarlo.
-"Entrégate"-. Rápidamente me recuesto en la cama de sábanas color vino.
Separo las piernas y las doblo, pegándolas hacia mí, dejándome expuesta. Él empieza a desnudarse y se queda sólo en ropa interior. Va por algunos juguetes y los deja en la cama; empieza poniéndome las pinzas en los pezones, dejando un leve dolor. Agarra un plug anal y el lubricante. Lo va metiendo lentamente... Dentro, fuera, dentro, fuera... Suelto un gemido. Después empieza a masajear mi clítoris al mismo tiempo... Cuadro mi respiración me delata después de un rato, se detiene. ¡No puede ser!
Agarra el flogger y empieza a golpearme en los pechos, el estómago, mi sexo... Duele, pero lo disfruto tanto. -Siéntate-. Yo obedezco. Empieza a besarme... Yo le respondo, gustosa. Pasa su lengua por mis labios, los muerde... Siento como se acelera y sólo eso basta para alterarme. Me dejo llevar... Se detiene y se quita el bóxer; me atrae hacia él y me penetra, fuerte... -Mírame-. Empieza a moverse muy rápido, mirándome fijamente y otra vez siento como se acerca... Ahora mis gestos me delatan.-Si te vienes, te azoto-. Intento aguantar lo más que puedo, pienso en otra cosa... Sí puedo, sí puedo, me repito a mí misma... Escucho como gime... ¡A la mierda! Que me azote, ya no puedo. Y me dejo ir ruidosamente. Me da una mirada pícara y me sonríe, sé que ha sido adrede. Rápido se sienta y me acomoda en su regazo. Me golpea fuerte. Dejo escapar un grito; me jala del cabello, echando mi cabeza hacia atrás. -No te escucho contar.- Me dice con voz dura.
-Uno, mi Señor-. Me da otro. -Dos, mi Señor. ... ¡Amarillo!-. Me vuelve a azotar, con menos fuerza. -20, mi Señor-. Siento como caen mis lágrimas, pero me lo gané... El no saber cuantos faltan hace que me desespere un poco, siempre me dice cuantos van a ser, creo que es intencional. -¡35, mi Señor!-. Me preparo para el otro, pero no llega, me levanta y me siento aliviada. Me mira.
-De rodillas-. Hago lo que me dice. Me tiemblan las piernas y me arde el trasero... Se para y se posa delante de mí. Pasa su pene por mis labios, entre mis pechos, va subiendo y lo mete bruscamente en mi boca. Lo miro. -Chúpalo-. Obedezco, recorro la punta con mi lengua, empujo para que llegue a mi garganta y él gime. Eso me excita... Lo repito varias veces y cuando lo veo agitarse lo hago más rápido...
-¡Para!- Empieza a masturbarse. Lo deseo... -Quiero que eches la cabeza hacia atrás, abre tu boca y saca la lengua-. Después de un rato me dice: -Cierra los ojos-. Un momento después doy un respingo cuando salta a mi cara, mi lengua y el pecho; está caliente... Abro los ojos y me está mirando, su cara está relajada.
-Limpia-. Me dice, señalando el piso. Me levanto torpemente para buscar algún trapo. -No. Con la lengua-. ¡¿Es en serio?! Otra vez me da una cachetada cuando vacilo. Vuelvo a arrodillarme y me inclino para limpiar el piso. Me siento humillada pero me agrada, no sé si podré acostumbrarme a las emociones mezcladas, pero espero que no sea así.-Buena chica. Vamos a limpiarte-. Me toma de la mano y me ayuda a levantarme...
El Muro