Habrá quién piense que por el simple hecho de ser dominante las cosas nos duelen menos, que un dominante siempre está vestido de cuero con un látigo en la mano y dando órdenes a diestro y siniestro. Que es alguien que no siente nada, que no le importa nada, salvo el mismo y su propio placer... Pero lo cierto es que es todo lo contrario, porque yo siento, tengo un corazón que palpita dentro de mi pecho. Siento el placer y el dolor a partes iguales. Tengo días buenos, días malos, lloro, río, siento felicidad y también siento infelicidad.
No soy de piedra, soy de carne y hueso. Soy fuerte, pero a veces también vulnerable, a veces puedo parecer un témpano de hielo, pero tras ese muro hay un fuego que consume...
Y me pregunto: ¿qué haces con los sentimientos que nacen hacia esa persona, y te das cuenta de que durante todo el tiempo que duró para él o ella sólo fuiste un objeto, un instrumento para conseguir su placer?
El Muro