Hacía ya tantas semanas que hablábamos, había habido varios intentos
fallidos, habíamos creado tal clima de confianza que pese a no conocernos en
persona era como si ya supiera como iba a reaccionar a cada palabra a cada
gesto.
Las últimas palabras que le dije antes del encuentro fueron esas, “Hoy te
vas a dejar capturar por el Lobo” ese lobo que llevo dentro mío y que solo le
he dejado intuir.
Palabras calculadas y medidas para que dentro suyo supiera que hoy debía
dejarse llevar, que hoy no sería ella la que controlaría la situación y que por
fin se empezarían a cumplir sus deseos.
Dentro de mí crecían los nervios. Sí! los dominantes también pasamos
nervios ante una nueva situación, pero la calculadora mental y el saber que
debía decir y que quería obtener de ese encuentro hacía que, al mismo tiempo,
estuviera tranquilo, calmado y sosegado.
Hoy no iba a ser un día de fantasías ni prácticas, pero sí un día
cargado de simbolismos, de sentimiento y de cierta formalización de lo que
hacía ya tantas semanas que hablábamos.
Era la hora, me acercaba al punto de encuentro y la vi a lo lejos, esperando, arreglada y vestida como ella suele, formal y elegante pero por mucho
que se esfuerce, yo ya he visto a la sumisa que lleva esas prendas, ya conozco
la mente formal y elegante que desea desatarse y ser tomada para volver a ser
atada, pero esta vez de forma voluntaria y premeditada para liberar la sumisa que lleva en su interior.
Me acerco, me ve, la miro. Primera orden cumplida, no
lleva pintalabios, entonces y solo entonces accedo a darle dos besos, no sin
dejar de susurrarle a la oreja su nombre de sumisa. Sé que dirigirme a ella por
ese nombre la excita, hace que, por si no se acordaba, sepa quién va a ser esa
tarde. Me mira y veo que empieza a sonrojarse.
Nos sentamos en un espacio poco reservado, con algo de privacidad pero público. Tomamos algo y charlamos de temas personales para crear un clima de confianza al ser la primera vez que nos vemos en persona. Hasta el momento que le pregunto si está preparada para lo que va a suceder a continuación.
Cabe
mencionar que aquél iba a ser el día que sin haberlo hablado nunca por su
nombre iba a ser el día de la entrega, en que la sumisa
que lleva dentro se entregue al Dominante que libremente ha escogido.
¡Si Señor! Me contesta con ímpetu y convencimiento. Me gusta esa respuesta,
convencida sin titubeos ni dudas y dirigiéndose a mi como sabe que debe.
Bien, pues es hora de mostrarme que has hecho lo que se te ha ordenado. Enséñame
las bragas en tu bolso -le contesto.
La segunda orden que debía cumplir para la tarde era que se quitara las
bragas que llevaba puestas y se las guardara en el bolso para enseñármelas.
Por lo que aún en el espacio público me pasa su bolso, lo cojo, lo abro y ahí están. Unas bragas bonitas de color fucsia de encaje semi-transparentes, finas y con estilo.
Seguidamente la miro a la cara y
empiezo a explicarle lo que va a suceder a continuación. Vamos a llegar
al sitio, me acomodaré mientras tú vas al baño, te desnudaras completamente y
te desmaquillaras. Después saldrás a gatas hasta llegar delante de mí y te
sentaras sobre tus talones, extendiendo tus palmas boca arriba encima de tus
muslos y con la espalda erguida y la cabeza gacha me indicarás quien eres y que
es lo que quieres de mí.
-¡Sí, Señor! Me responde para mi sorpresa, pues sabiendo lo vergonzosa que
es y la inseguridad que tiene, no la veía capaz de acatar estás simples
indicaciones. Pero la sorpresa fue grata.
Una vez allí, delante de mí, postrada y habiendo seguido las indicaciones,
suspira y dice-: Señor, soy alicia, una sumisa que desea ser tomada, moldeada y
enseñada por usted Señor Ernest. Deseo con toda mi alma que acepte ser mi Amo,
y para ello me entrego a usted, en cuerpo y mente, para obedecerlo y
satisfacerlo en cuanto desee.
Mi Lobo no puede hacer más que enternecerse y después de tanto tiempo deseándola, después de tanto imaginarla, después de haber soñado con ella, ahí estaba.
Me acerco a ella, le cojo la barbilla y se la levanto, le dirijo su mirada
hacia mis ojos y le digo:
-Sí querida alicia, acepto de ser tu amo, acepto tomarte, moldearte y
enseñarte a ser mi sumisa. Acepto tu sumisión, y acepto la responsabilidad que
conlleva. Por eso a partir de ahora serás mi alicia, mi pequeña alicia. Y voy a
viciarte, voy a ensuciar tu mente y voy a convertirte en mi putita, en la sumisa que ambos deseamos que seas.
Le extendí la mano para que se levantara, le acompañe las manos detrás de
la espalda, y con una mano cogiendo sus brazos y con la otra cogiéndole el pelo,
la besé.
Te has dejado capturar por el lobo señorita alicia!
El Muro