Como todo el mundo sabe, y esto no es ninguna novedad, azotar es golpear a algún animal o algún ser vivo con algo. Partiendo de esta especie de definición vamos a hacer un pequeño recorrido por los diferentes órganos y tejidos y por los distintos aparatos o utensilios con los que podemos azotar. De esta forma veremos lo que está indicado, lo que puede ser peligroso y lo que jamás deberíamos hacer.
Vamos a realizar dos divisiones o estructuraciones. Una es del cuerpo humano que le vamos a dividir en tres partes principales, la primera será el tejido de sostén (lo que es el esqueleto), la segunda será el aparato locomotor (que son los músculos y los tendones) y por último las vísceras o tejidos huecos.
A continuación dividiremos los utensilios utilizados para aplicar el castigo (los azotes en este caso); según sus características y su forma: rígidos o flexibles y estrechos o anchos. Esta segunda división viene a cuento del principio físico que dice: a mayor superficie, menor presión. Pero de este axioma y su relación con el s/m hablaremos un poco más adelante.
He hecho las tres divisiones del cuerpo humano tan fuera de los cánones normales por resultar conveniente hacerlo así desde el punto de vista S/M. Primero he apuntado la estructura rígida como son los huesos, porque su principal característica es carecer de flexibilidad. Por lo tanto ante un golpe o ante una tensión fuerte se quiebra. Es decir, una sesión de azotado con un palo podría producir fracturas.
La principal característica de los tejidos huecos o las vísceras es que como son huecos, no resisten bien los golpes y se revientan. Dentro de las vísceras incluimos el hígado, los riñones, el páncreas, los intestinos, etc. En general la mayoría están en el abdomen que además carece, a diferencia de los pulmones o el corazón, de la rejilla de la parrilla costal que actúa como una verdadera coraza protectora.
En este apartado de vísceras o tejidos huecos, incluimos también las venas y las arterias. Por la facilidad que tienen para reventar se producen los hematomas y cardenales.
Por último tenemos los músculos y los tendones, refiriéndonos a los músculos estriados o de contracción voluntaria, cuya principal característica es su resistencia y fortaleza, así como su facilidad para estirarse y contraerse, es decir su elasticidad. Sabiamente, nuestros mayores nos corregían las actitudes díscolas con una buena azotaina en el culo.
Generalmente los que eran más listos azotaban con la zapatilla en lugar de con la mano que sí se resentía. Casualmente los músculos del culo, los glúteos, son gruesos, están protegidos por una capa de tejido adiposos sobre la piel, son cortos de longitud y además no protegen una estructura hueca, con lo cual es la típica zona donde se puede azotar a placer con casi todo tipo de aparatos sin correr graves riesgos.
Con los tendones hay que tener un especial cuidado, pues carecen de la elasticidad de los músculos y actúan como los cables de una grúa articulada, siendo los músculos el motor y la pluma de la grúa serían los huesos. El efecto de una presión inadecuada, como pueden ser unos azotes mal dados sobre una zona tendinosa, podría producir una inflamación de éstos tendones; lo que se conoce como tendinitis. Esta es una lesión grave, difícil de curar y que puede reproducirse con muchísima facilidad.
Por lo tanto a la hora de azotar hemos de evitar las zonas desprotegidas de músculo, como pueden ser la parte inferior de la pierna, la espinilla y la parte posterior de esta, así como las articulaciones en general.
Como hemos visto, una técnica incorrecta en una zona inadecuada puede producir serias lesiones. Por lo tanto, para un correcto azotado por toda la superficie corporal, hemos de estar adaptándonos constantemente a medios e intensidad.
Por ejemplo, lo que se denomina bastinado o suplicio turco, que consiste en azotar las plantas de los pies con una vara, puede producir serias lesiones ya que la planta de los pies es muy sensible. Es una estructura exactamente igual que la mano, solamente que en nosotros se ha adaptado a la marcha, para recoger información del suelo sobre su textura, inclinación, etc.
Además describe una especie de mapa de todo lo que son los órganos de cuerpo, de tal modo que según la estimulación que reciban ciertos puntos de la planta de pie, desde los dedos hasta el talón, incluidos los tobillos, vamos a obtener diferentes respuestas orgánicas. Esto es lo que estudia y trata la reflexoterapia podal.
Por lo tanto si sobre los pies aplicamos un castigo indiscriminado, no solamente vamos a dañar su estructura, sino que podemos alterar el funcionamiento de diferentes órganos. Por lo tanto, el instrumento adecuado para castigar esta zona en una paleta de azotar, no una vara o una fusta, puesto que no se trata de torturar.
Será mejor una paleta de azotar de las de forma de lengüeta como de tres centímetros de ancho, que no sea rígida para que se pueda adaptar a la superficie de pie y no produzca lesiones, ni en los tendones ni en las articulaciones del pie; y aplicar el azote con una fuerza media-baja.
Continuando una trayectoria ascendente, de la planta del pie pasaremos directamente a lo que es la pantorrilla, sin tocar prácticamente todo lo que hay en medio (desde la espinilla hasta los tobillos).
En la pantorrilla el castigo será muy similar al de la planta del pie, tal vez aumentando un poquito la fuerza (no demasiado), ya que tenemos los músculos que nos hacen ponernos de puntillas y que mueven el pie. Son unos músculos cortos, muy gruesos, muy potentes, pero que generalmente sufren muchas contracturas y se pueden lesionar con facilidad ya que soportan el peso de todo el cuerpo.
Seguimos hacia arriba y, respetando la rodilla, nos encontramos con los muslos, donde la estructura sea del fémur se ve envuelta por numerosos músculos muy potentes, muy largos y que permiten casi todo tipo de azotado; siendo especialmente sensible la zona interior.
A pesar de todo hay que tener muy en cuenta que este grupo muscular, junto con los de la pantorrilla, son los que nos permiten caminar y desplazarnos. Por lo tanto se van a resentir si se les castiga con severidad. Las lesiones, aunque transitorias, son muy visibles ya que la cojera o la dificultad de movimiento se nota enseguida.
Después encontramos el culo y los genitales. En el culo están los músculos glúteos y ya hemos comentado antes que es la zona de azotamiento por excelencia.
Los genitales son otra cosa. Los genitales femeninos se deberán de tratar como la planta del pie, por lo que respecta a los masculinos, el pene también se tratara como la planta del pie y los testículos como vísceras. Hay que tener mucho cuidado al golpear los testículos, no utilizar nunca objetos rígidos o semirígidos como palas de azotar, puesto que el dolor que se produce puede ser muy intenso y causar graves problemas.
Han sido frecuentes los fallecimientos de personas que trabajaban con caballos cuando dichos animales soltaban una coz y acertaban casualmente en la zona de los testículos. Y no es extraño que un golpe certero con una pala de azotar o incluso una patada puedan acabar con la vida de un hombre, siempre y cuando se acierte plenamente en los testículos y se puedan reventar.
Un castigo adecuado en esta zona podría ser azotar con un latiguillo pequeño que pueda escocer, hacerle restallar o golpeteos muy suaves con la punta de una fusta acabada en una tirita de cuero. Hay que tener en cuenta que el recorrido que haga esta lengüeta de cuero no sea superior a quince centímetros y el golpe debe ser de intensidad muy suave.
Seguimos hacia arriba y nos encontramos la espalda, el tórax y el abdomen. La espalda es una estructura protegida por la columna vertebral y, en la zona superior, por las costillas; por lo tanto aquí el castigo que se impone ha de ser con objetos flexibles, golpes suaves con palas de azotar, con fustas y se puede emplear el látigo a gusto puesto que la estructura admite una elevada intensidad, pero también es verdad que las marcas que pueden dejarse tardan en desaparecer.
El abdomen es la parte donde están situadas la mayor parte de las vísceras y está protegido por los potentes músculos abdominales; no obstante, si golpeamos con un objeto semirígido o rígido podríamos reventar cualquiera de estas vísceras.
Por lo tanto no está indicado utilizar ni palas ni objetos más duros y los azotes con látigo deberán de hacerse de forma que abracen desde los costados. No obstante, la intensidad debe ser suave, pues también están en esta zona los riñones que son muy delicados.
En el tórax, aunque está protegido totalmente por las costillas, hay que tener en cuenta que estas actúan como fuelle en la función respiratoria y por lo tanto un golpe fuerte con un objeto rígido o semirígido podría producir un fallo en esa función. Además, el corazón que está situado debajo del esternón, podría ver alterado su ritmo normal si se acierta con un golpe fuerte en esta zona.
Tengamos en cuenta que cuando se produce una parada cardio-respiratoria la primera maniobra que se suele hacer es golpear fuerte el esternón y a continuación aplicar un masaje en esa zona con fuerza de forma rítmica. Por lo tanto si un corazón que late normalmente recibe un impacto en esa zona su funcionamiento se podría alterar; aparte que si producimos una hemorragia interna, la hemorragia podría producir un derrame con serias consecuencias.
Sin embargo, en esta zona nos encontramos con los pechos (o las tetillas en el caso de los hombres) que es una zona que requiere un exquisito trato por su alta sensibilidad. No es necesario aplicar una intensidad elevada en los golpes para obtener un suplicio adecuado.
Podemos dedicarnos a golpeteos pequeños, con azotes cortos, hacer restallar látigos también cortos o golpear con la lengüeta de cuero de una fusta, en un recorrido similar al que aplicábamos en los testículos y haciéndolo coincidir directamente sobre el pezón.
Por último nos encontramos con los carrillos de la cara y en esta zona yo me atrevería a recomendar solamente el abofeteado. De esta manera controlamos perfectamente la intensidad del golpe y hay que tener en cuenta que al ser una zona totalmente visible, su trato debe ser más humillante que doloroso.
Hablaremos ahora de la intensidad de los golpes de la que hemos estado hablando a lo largo de toda la descripción pseudo anatómica. Está dicho hasta la saciedad, que en el s/m, como en cualquier otra actividad, hay que empezar por cosas muy simples, muy sencillas e ir aprendiendo poco a poco.
Con la intensidad de los golpes sucede lo mismo. No todos los esclavos tienen el mismo aguante y por lo tanto hay que empezar suavemente; primero con azotes, con pequeños golpecitos y luego ir incrementando la intensidad a medida que vayan tolerándolo.
Hemos de tener en cuenta que es mucho más satisfactoria, para ambas partes, una tortura refinada que un apaleamiento bestial. Por lo tanto es más interesante el ir incrementando gradualmente la intensidad de los golpes que aplicar directamente estacazos cuyas consecuencias podían ser nefastas.
En un principio he hablado del principio físico que dice que, a mayor superficie mayor presión. Por lo tanto si golpeamos con una vara o con una fusta, cuyo diámetro apenas llega a un centímetro, la presión que ejercer este golpe ser mucho mayor, ocasionando algo similar a un corte.
Si golpeamos con una pala de azotar la intensidad se reparte uniformemente en toda la superficie de la pala. En resumen, si golpeamos con una fusta, con una vara o con un palo, podemos provocar golpes mucho más profundos, con lesiones vasculares como hematomas; cosa que difícilmente sucederá si azotáramos con la mano, con un zapato, con una pala de azotar, con una raqueta de ping-pong, etc.
Un hematoma en sí no tendría mayor trascendencia pero si eso se hace repetitivo puede llegar a dejar lesiones permanentes y alteraciones del tejido de graves consecuencias como podrían ser úlceras, etc. Por el contrario, la pala, la mano, etc., producen lesiones menos profundas, mucho más extensas, lo cual creo que a nosotros nos es mucho más interesante.
Hay que tener en cuenta además que, normalmente para extraer la piel de los animales se les mataba a palos para desprender la capa de piel, la epidermis, por reventar las células grasas que la sustentan a los otros tejidos.
Eso mismo nos puede suceder a las personas, pues haríamos prácticamente un desollamiento en vivo. Para evitar dejar cicatrices permanentes en la piel, debemos utilizar instrumentos que sean planos, evitando golpear con la parte cilíndrica de la fusta o directamente con látigos.
Yo prefiero el azote formado por tiras de cuero de diferentes anchos al látigo, pues éste deja terribles marcas, muy difíciles de disimular y que en ocasiones, si lo que golpea es la punta del látigo, deja incluso heridas abiertas. No obstante, la ventaja que presenta el látigo frente a la fusta es que es semirígido y va descargando la fuerza a medida que se agarra al cuerpo, por lo cual las lesiones son menores y el castigo se amplia a toda la zona que abarca el látigo.
Pero insisto en que es preferible utilizar un cinturón o un azote o el gato de nueve colas formado por tiras de cuero, antes que utilizar un látigo. Preferibles a una fusta tradicional terminada en punta son las que terminan en una lengüeta de cuero o bien las lengüetas.
Por último, para todos aquellos que se inician, les recomiendo, que además de empezar con suavidad, incrementando poco a poco la intensidad y duración del castigo, lo hagan también con objetos suficientemente amplios (zapatillas, paletas) y poco a poco, a medida que adquiera habilidad con éstos, vayan disminuyendo su tamaño y cambiando paulatinamente a otros, como pueden ser la vara, el látigo, el azote, etc.
El empleo de látigo, vara o fusta puede practicarse previamente como entrenamiento en un cojín de casa, para adquirir puntería, aplicar una fuerza equitativa y controlar la fuerza. En el cojín debe quedar una marca no muy profunda y alargada cuya profundidad sea uniforme, pues cuanto más fino es el instrumento de castigo, más entrenamiento requiere para su correcto manejo y más peligrosa es su utilización.
Autor: ReJeCt
Fuente: Revista Esencia BDSM