La Diosa, su macho y la
cornuda
La maricona cornuda y el macho estaban arrodillados
delante de la Diosa, que de pie frente a ellos se acariciaba el cáliz por
encima del tanga con sus largos dedos.
Mmm,
que placer siento… y más todavía. Ya veo la lascivia en tus ojos, macho. Y tu
cornuda vas a sufrir que es lo que te toca, por torpe e impotente.
Se acercó al macho y posó su cáliz en su boca, todavía
tapado por el tanga. Cómemelo, macho, así por
encima. Y tu cornuda no pierdas detalle.
El macho comía y lamia el cáliz de la Diosa, y con sus
fuertes manos se agarraba de sus caderas y de sus nalgas atrayéndola hacia su
boca.
La Diosa se sentía inundada de placer, y miraba de vez
en cuando a la cornuda, que a dos palmos del macho, no se perdía detalle de
cómo le comía el cáliz mirando con ojos implorantes y llenos de pasión
contenida.
Espera
macho, túmbate.
El macho se tumbó y el mástil de su verga empalmada
quedó en el aire.
La Diosa se quitó el tanga y se sentó sobre su cara de
espaldas, depositando su cáliz en la boca del macho, que lamia y succionaba sin
cesar aquel templo de placer, ya muy húmedo y rezumante.
Y
tu cornuda, a ver qué haces, solo mirar?. Ves pajeando a este macho, que quiero
que lleguemos los dos a la vez. Pero de mamársela nada. Esta verga es solo mía,
cornuda. Y hazlo bien, sin torpezas. Mmmm, que bien me siento, cómo me come el
coño mi macho de bien….
El macho ya notaba la acidez de la Diosa, que tensaba
sus músculos invadida por el placer. Y él mismo pajeado por la cornuda, también
sentía las oleadas de placer que le subían a su verga.
Cuando la Diosa entre gemidos y jadeos descargó su
orgasmo sobre él, el macho se dejó ir y se corrió profundamente, saboreando los
zumos de la Diosa y liberando su semen en las manos de la cornuda, que seguía
pajeándolo con frenesí.
Cuando la Diosa se relajó, todavía sentada sobre la
cara del macho, mientras él la tranquilizaba con suaves lamidas de lengua,
ordenó a la cornuda. Qué haces, inútil, te has quedado tonta.
Limpia a mi macho con una toallita húmeda y cuidado con lo que haces, que esos
huevos y esa polla solo son míos, y solo te dejo limpiarlos.
La cornuda
limpió al macho, y cuando acabó, la Diosa y el macho se levantaron, con la
cornuda de rodillas frente a ellos. Se besaron apasionadamente entrelazando sus
lenguas, mientras la cornuda los miraba extasiada.
Inútil, cornuda, no sirves para nada más que para mirar. Besa a mi macho
los pies en señal de sumisión.
La cornuda, beso los pies del macho, mientras la Diosa
y él seguían besándose y acariciándose por todo su cuerpo.
Después, ambos se sentaron en el sofá para seguir con
las caricias y los besos, y la Diosa ordenó.: Tu al suelo, cornuda, que mi macho y yo
tenemos los pies fríos y necesitamos una
alfombra.
La cornuda pisoteada por los pies de la Diosa y el
macho, se consumía de cuernos bajo ellos, mientras oía y sentía los jadeos de
placer de los dos, que de nuevo, iban a llegar a un orgasmo muy pronto por la
intensidad de las mutuas caricias.
Cuando se volvieron a correr, la Diosa ordenó a la cornuda
limpiar a ambos con toallitas húmedas. Y luego, riéndose de ella, la encerró en
la jaula, mientras su macho y ella abandonaban la sala para tomarse una copa de
vino y saborear sus momentos de placer.