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    Tener fe en tu Dominante conlleva no tener miedo

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    Mi primer sometido es mi control, siempre está a mi servicio

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    Manejar el silencio es más difícil que manejar el látigo

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    Mi alma necesita tanto mimo como mi cuerpo castigo

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    Después de una sesión, la mano que te domina te debe acariciar

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    El precio de Dominar es la responsabilidad

23 - El primer encuentro. Autor: Thoros | Foro

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una Feb 16 '15

EL PRIMER ENCUENTRO

 


Me encanta recordar el día que por fin dimos el paso.

Meses antes las charlas por el chat, como tantos otros. Las dudas, las preguntas, las visitas conjuntas a blogs y el comentar lo que leíamos. Notábamos la química, pero teníamos nuestras dudas, como cualquier humano. Si por aquél entonces hubiéramos sabido lo que ahora sabemos, cuanto nos hubiéramos ahorrado. Pero claro, como digo somos humanos, y los humanos damos tres pasos hacia delante y uno hacia atrás... la gran mayoría.

¿Podría ser que habíamos hablado tanto? Nos habíamos contado toda clase de intimidades y cosas banales. Me hablabas de tus gustos musicales, culinarios, televisivo y sexuales. Me contaste como era cada detalle del cuarto de la casa compartida donde vivías. Me lo contaste todo. Qué hacías y dejabas de hacer. Tus amigos, tu familia, tus aficiones... Yo también te conté muchas cosas, aunque otras tantas me las reservaba, como seguro tu hacías. Llegué incluso a hablarte del “triskel” que llevaba tatuado en el cachete derecho de mi culo, aunque no es algo de lo que hable generalmente.

Por fin decidimos dar el paso, y yo decidí ponerte aprueba. Esa misma tarde, te mandé un escueto mail en el que te decía: “Hoy no te desprendas de tu móvil, pase lo que pase”. Fue algo sencillo de solucionar por lo que me contaste, con una simple cuerda con enganche, lo cogiste en tu cuello y así sabías que no te separarías de él en todo el día.

Eran las siete de la tarde y como habitualmente hacías los martes te fuiste al gimnasio. Me habías contado que siempre solías ponerte un pantalón de malla de color rojo. Encima, un top ajustado del mismo color, con una banda blanca que recorría tus pechos, el cual dejaba libre tu ombligo con el piercing en él.

“De Oimar:

No lleves sostén deportivo,que se vean tus pezones marcados.”

Como cada día, entraste en la sala de máquinas. Te dirigiste a la zona de cardio y te subiste a la bicicleta para hacer tus 20 minutos de cicloestática. El móvil colgaba sobre tu pecho en el cual se marcaban tus pezones y enganchados a ellos los dos aros que te ordené un día por el chat perforarte. Sonó un mensaje.

“De Oimar:

Metete en el baño y quítate las bragas.”

Obedeciste, aunque sabias que muchos de los que allí estaban y a menudo te miraban, se fijarían más en ti. Ya de por sí habían notado que no llevabas sostén y los aros se marcaban en el top. Incluso llegaste verlos cuchicheando, mirando en tu dirección. Esto te turbaba, pero al mismo tiempo te excitaba mucho. Sabías que ahora las marcas de tu excitación no se podrían disimular fácilmente. Volviste a tu bicicleta. Cerca de ti estaba el nuevo monitor. Me habías hablado de él. Me hablaste de cómo te gustaba la forma que tenia de decirte que hicieras las cosas. Dulce y a su vez firme. Como no dando opción a que dijeras: esto no puedo hacerlo. El miraba hacia ti y al mismo tiempo hablaba algo que no podías llegar a escuchar con otros deportistas en la sala. Notaste como el color llegaba a tus mejillas. Seguramente estarían notando alguna marca en tus pantalones o tu top. Daba igual, cualquier cosa con tal de pasar la prueba. Es lo que querías, estabas convencida aunque muchas veces esa parte que te decía “déjalo” era demasiado fuerte. Sonó de nuevo el móvil.

“De Oimar:

Metete en baño de caballeros, entra en un escusado y te desnudas completamente.Masturbate pero hasta a punto de llegar.Luego sin limpiarte,vistete y sal de nuevo”.

Ahora si que notaste que toda la sangre se te subía a las mejillas. Sólo de pensar en la idea de masturbarse en un sitio con tanta gente hizo que los pezones se te endurecieran que hasta te hacían daño bajo el top. Tuviste que cerrar un poco las piernas, bajando el ritmo de pedaleo en un espasmo que sintió tu sexo. Volviste a bajarte de la bici y te acercaste hasta el servicio de chicos. Disimulando esperaste a ver si alguien salía y mirabas discretamente en su interior a ver si estaba vacío. Lo estaba y entraste. Rápidamente te metiste en el servicio y directamente al escusado echando la llave. Sobre esto no fui muy explicito, lástima. Te desnudaste completamente y te sentaste en la taza del báter. Entonces escuchaste como un grupo de chicos entraron en las duchas. Los escuchas hablar. ¡Hablaban de ti! De como se les había puesto al verte marcarlo todo. Escuchaste llamarte guarra, que te gustaría comérsela a todo el gimnasio, ¿a que sí? Seguramente te follabas todo lo que se movía, ojalá, ¿verdad? Te gustaron esos comentarios, porque te degradaban, te humillaba lo que podrían pensar de ti. “Soy una zorra pensaste, mmm. Me gusta”. Empezaste a tocarte. Estabas chorreando. Tu sexo palpitaba. Estaba caliente como nunca. Estabas siendo usada por una persona a la que no conocías realmente, a la que ni habías visto en fotos, y que ¡encima te mandaba cosas por mensajes de móvil! Suena el móvil de nuevo y rápidamente lo intentas parar, esperando que nadie lo haya oído.

“De Oimar:

Coge la escobilla, y métetela por el culo mientras te sigues tocando.Espero que no hayas llegado a correrte”.

Joder. Esto era demasiado. Estoy siendo una puta muñeca. Mmm, una puta... una muñeca. ¡Dios, sí! Casi tuviste que parar para no llegar. Cogiste la escobilla y escupiendo sobre el mango lo lubricaste llevándotelo al agujero del culo. Allí apretaste y sin problemas se introdujo un buen trozo en él. Como te gustaba ese orificio. Casi estuviste a punto de correrte de nuevo. Respiraste un poco lentamente y volviste a tocarte. Después de unos segundo si que tuviste que parar porque ya no podías más. Un simple soplo de aire y hubiera hecho que te corrieses. Tu cuerpo temblaba. Estabas tan excitada que tus piernas tenían dificultad por mantenerse quietas. Te palpitaba todo, desde el coño, hasta tu pecho junto con la respiración agitada. Te vestiste de nuevo y notaste que dejabas una mancha en el pantalón. Ojalá no se den cuenta o todos me mirarán. Pusiste tu oreja sobre la puerta y escuchaste. Parece que los chicos se marchaban ya, una vez duchados y vestidos. Ibas a salir cuando, sonó de nuevo el móvil.

“De Oimar:

Calienta a uno de los del gym.NO FOLLES.NO TE CORRAS.Pero haz que se corra él.Dame un toque cuando acabes.”

¿Quéee? Joder, ¿me calienta para que luego caliente a otro? ¿Qué clase de juego es este? Hablamos de que a ambos nos gustaría probar cosas nuevas, tríos y cosas así, pero... no ahora, no así... ¿o sí? Sabía que en esta prueba se me iba a pedir mucho, porque mucho era lo que se podía ganar. Nadie llega a darse completamente sin confiar al 100% en la otra persona. Las dudas, los pensamientos de lo que estaba bien o mal y de lo que quería y no te asaltaron. Tenías que dar el paso, había que ser valiente y confiar. Abriste la puerta y te dirigiste rápidamente hacia la puerta del servicio para salir de allí. Pero al abrirla lo viste, él estaba ahí... El monitor del gimnasio se disponía a entrar en el servicio en el momento en que tú salías, con lo que chocasteis empujándote él para adentro. Durante un momento os mirasteis. El con cara de asombro y tú, con una cara de vergüenza y al mismo tiempo miedo. El sonrió al ver tu cara y torció la mueca a una sonrisa maliciosa. Pudiste leer su mente: ¿Qué haces tú aquí? Viste que te observaba de arriba abajo. Estabas paralizada. Y al mismo tiempo notabas la humedad de tus piernas, los pezones duros y tus pechos con un peso como el que nunca habías sentido. Y un leve gesto te delató. Te pasaste la lengua por el labio superior mojándotelo. Él lo advirtió y cogiéndote de los hombros te empujó levemente de vuelta al escusado, cerrando su puerta detrás. No hacían falta palabras. Da igual lo que él pensara. Tú tenías que poner caliente a uno del gym, y él te iba a sacar del apuro.

Te metió las manos bajo el top, levantándotelo con facilidad. Dejando al descubierto tus pechos que por la excitación parecían haberse agrandado dos tallas lo menos. Vio los aros en los pezones y los chupó tirando con los dientes de ellos. Luego los retorció, y tú apartaste tu cabeza soltado un gemido que esperaste no ser demasiado fuerte para que nadie lo oyese... Era un poco salvaje con tus pezones, pero eso te gustaba. Junto a su cuerpo musculoso parecías una pequeña muñeca de trapo. Por un momento fantaseaste cómo sería que te levantase y te manejase como él quisiera. No se anduvo por las ramas. Metió sus manos bajo el top y notó todo lo chorreosa que estabas. Sin compasión frotó sus dedos entre tus labios y los pellizcó. Qué puerco. Reconociste que sabía tocarte, y que si seguía así por mucho tiempo te correrías. Así que le sacaste la mano de la que ya había introducido un dedo. Te agachaste como pudiste, sin que te molestara el báter y le bajaste el short de deporte que no tenía atado. Iba sin ropa interior, como tú y una gran polla venosa se mostró ante ti. Viste que por su punta asomaba un poco de líquido preseminal y sacando la lengua lo chupaste. Él te cogió del pelo y tiraba de él. Tus labios notaron el calor de la sangre que recorría el pene en ebullición. Le escupiste para lubricarlo rápidamente y te lo metiste poco a poco en la boca. Entonces él en un súbito golpe te la introdujo entera, dándote en el fondo de la garganta y haciendo que te apartaras atragantándote. Al mirar hacia arriba viste que con una sonrisa maliciciosa se llevaba el dedo a los labios y te decía que “silencio”. Hijo de puta, pensaste. Si al final hasta te iba a gustar el chupársela. Empezaste a chupársela con más ahínco, cada vez metiéndotela más profundamente. Tu boca se llenaba de babas, y de tan profundo que entraba se te saltaron algunas lágrimas. Chupaste como si de una pajita se tratase. Ibas a extraer hasta el último espermatozoide de sus huevos. Entonces te cogió la cabeza e inmovilizándotela empezó a follarte la boca. Notabas como sus embistes eran cada vez más rápidos, por lo que sabías que estaría a punto de correrse. Cuando su cuerpo se tensó de forma que sabías que ya llegaba su caliente esperma, sacó la polla de tu boca, para asombro tuyo y se corrió sobre todo tu cuerpo, manchándote la cara, el pelo, el top, tu pecho... fue increíble todo cuando echó sobre ti.

Tu lengua recorrió parte de tus labios a medida que ibas atrayendo con el dedo el semen que había por tu cara.

Al acabar y aun con los pantalones bajados, viste que te dijo con guasa: “Esto dejará mancha” y sonrió. Sin esperar a que te vistieras abrió la puerta y mientras salía empezó a subirse los pantalones y lo viste. Viste el triskel en el cachete derecho. Un movimiento tan sutil para que pareciera que era involuntario, pero que estaba destinado a que tú lo vieras perfectamente. Mientras él dejaba la puerta del escusado abierta y salía por la del servicio tú te quedaste en el servicio con cara de perplejidad. Tu cerebro aun no asimilaba lo que había visto. Sólo el sonido del móvil te sacó de tu ensimismamiento.

“De Oimar:

Vete a casa.Lavate.Esta noche a las 10 en la puerta de tu casa,vestida como un verdadero putón.Es hora de que nos veamos.”






El mensaje en el foro es editado por una Feb 28 '15

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