EL PRIMER ENCUENTRO
Me encanta recordar el día que por fin dimos el paso.
Meses antes las charlas por el chat, como tantos otros.
Las dudas, las preguntas, las visitas conjuntas a blogs y el comentar lo que
leíamos. Notábamos la química, pero teníamos nuestras dudas, como cualquier
humano. Si por aquél entonces hubiéramos sabido lo que ahora sabemos, cuanto
nos hubiéramos ahorrado. Pero claro, como digo somos humanos, y los humanos
damos tres pasos hacia delante y uno hacia atrás... la gran mayoría.
¿Podría ser que habíamos hablado tanto? Nos habíamos
contado toda clase de intimidades y cosas banales. Me hablabas de tus gustos
musicales, culinarios, televisivo y sexuales. Me contaste como era cada detalle
del cuarto de la casa compartida donde vivías. Me lo contaste todo. Qué hacías
y dejabas de hacer. Tus amigos, tu familia, tus aficiones... Yo también te
conté muchas cosas, aunque otras tantas me las reservaba, como seguro tu
hacías. Llegué incluso a hablarte del “triskel” que llevaba tatuado en el
cachete derecho de mi culo, aunque no es algo de lo que hable generalmente.
Por fin decidimos dar el paso, y yo decidí ponerte
aprueba. Esa misma tarde, te mandé un escueto mail en el que te decía: “Hoy no
te desprendas de tu móvil, pase lo que pase”. Fue algo sencillo de solucionar
por lo que me contaste, con una simple cuerda con enganche, lo cogiste en tu
cuello y así sabías que no te separarías de él en todo el día.
Eran las siete de la tarde y como habitualmente hacías
los martes te fuiste al gimnasio. Me habías contado que siempre solías ponerte
un pantalón de malla de color rojo. Encima, un top ajustado del mismo color,
con una banda blanca que recorría tus pechos, el cual dejaba libre tu ombligo
con el piercing en él.
“De Oimar:
No lleves sostén deportivo,que se vean tus pezones
marcados.”
Como cada día, entraste en la sala de máquinas. Te
dirigiste a la zona de cardio y te subiste a la bicicleta para hacer tus 20
minutos de cicloestática. El móvil colgaba sobre tu pecho en el cual se
marcaban tus pezones y enganchados a ellos los dos aros que te ordené un día
por el chat perforarte. Sonó un mensaje.
“De Oimar:
Metete en el baño y quítate las bragas.”
Obedeciste, aunque sabias que muchos de los que allí
estaban y a menudo te miraban, se fijarían más en ti. Ya de por sí habían
notado que no llevabas sostén y los aros se marcaban en el top. Incluso
llegaste verlos cuchicheando, mirando en tu dirección. Esto te turbaba, pero al
mismo tiempo te excitaba mucho. Sabías que ahora las marcas de tu excitación no
se podrían disimular fácilmente. Volviste a tu bicicleta. Cerca de ti estaba el
nuevo monitor. Me habías hablado de él. Me hablaste de cómo te gustaba la forma
que tenia de decirte que hicieras las cosas. Dulce y a su vez firme. Como no
dando opción a que dijeras: esto no puedo hacerlo. El miraba hacia ti y al
mismo tiempo hablaba algo que no podías llegar a escuchar con otros deportistas
en la sala. Notaste como el color llegaba a tus mejillas. Seguramente estarían
notando alguna marca en tus pantalones o tu top. Daba igual, cualquier cosa con
tal de pasar la prueba. Es lo que querías, estabas convencida aunque muchas
veces esa parte que te decía “déjalo” era demasiado fuerte. Sonó de nuevo el
móvil.
“De Oimar:
Metete en baño de caballeros, entra en un escusado y te
desnudas completamente.Masturbate pero hasta a punto de llegar.Luego sin
limpiarte,vistete y sal de nuevo”.
Ahora si que notaste que toda la sangre se te subía a
las mejillas. Sólo de pensar en la idea de masturbarse en un sitio con tanta
gente hizo que los pezones se te endurecieran que hasta te hacían daño bajo el
top. Tuviste que cerrar un poco las piernas, bajando el ritmo de pedaleo en un
espasmo que sintió tu sexo. Volviste a bajarte de la bici y te acercaste hasta
el servicio de chicos. Disimulando esperaste a ver si alguien salía y mirabas
discretamente en su interior a ver si estaba vacío. Lo estaba y entraste.
Rápidamente te metiste en el servicio y directamente al escusado echando la
llave. Sobre esto no fui muy explicito, lástima. Te desnudaste completamente y
te sentaste en la taza del báter. Entonces escuchaste como un grupo de chicos
entraron en las duchas. Los escuchas hablar. ¡Hablaban de ti! De como se les
había puesto al verte marcarlo todo. Escuchaste llamarte guarra, que te
gustaría comérsela a todo el gimnasio, ¿a que sí? Seguramente te follabas todo
lo que se movía, ojalá, ¿verdad? Te gustaron esos comentarios, porque te
degradaban, te humillaba lo que podrían pensar de ti. “Soy una zorra pensaste,
mmm. Me gusta”. Empezaste a tocarte. Estabas chorreando. Tu sexo palpitaba.
Estaba caliente como nunca. Estabas siendo usada por una persona a la que no
conocías realmente, a la que ni habías visto en fotos, y que ¡encima te mandaba
cosas por mensajes de móvil! Suena el móvil de nuevo y rápidamente lo intentas
parar, esperando que nadie lo haya oído.
“De Oimar:
Coge la escobilla, y métetela por el culo mientras te
sigues tocando.Espero que no hayas llegado a correrte”.
Joder. Esto era demasiado. Estoy siendo una puta
muñeca. Mmm, una puta... una muñeca. ¡Dios, sí! Casi tuviste que parar para no
llegar. Cogiste la escobilla y escupiendo sobre el mango lo lubricaste
llevándotelo al agujero del culo. Allí apretaste y sin problemas se introdujo
un buen trozo en él. Como te gustaba ese orificio. Casi estuviste a punto de
correrte de nuevo. Respiraste un poco lentamente y volviste a tocarte. Después
de unos segundo si que tuviste que parar porque ya no podías más. Un simple
soplo de aire y hubiera hecho que te corrieses. Tu cuerpo temblaba. Estabas tan
excitada que tus piernas tenían dificultad por mantenerse quietas. Te palpitaba
todo, desde el coño, hasta tu pecho junto con la respiración agitada. Te
vestiste de nuevo y notaste que dejabas una mancha en el pantalón. Ojalá no se
den cuenta o todos me mirarán. Pusiste tu oreja sobre la puerta y escuchaste.
Parece que los chicos se marchaban ya, una vez duchados y vestidos. Ibas a
salir cuando, sonó de nuevo el móvil.
“De Oimar:
Calienta a uno de los del gym.NO FOLLES.NO TE
CORRAS.Pero haz que se corra él.Dame un toque cuando acabes.”
¿Quéee? Joder, ¿me calienta para que luego caliente a
otro? ¿Qué clase de juego es este? Hablamos de que a ambos nos gustaría probar
cosas nuevas, tríos y cosas así, pero... no ahora, no así... ¿o sí? Sabía que
en esta prueba se me iba a pedir mucho, porque mucho era lo que se podía ganar.
Nadie llega a darse completamente sin confiar al 100% en la otra persona. Las
dudas, los pensamientos de lo que estaba bien o mal y de lo que quería y no te
asaltaron. Tenías que dar el paso, había que ser valiente y confiar. Abriste la
puerta y te dirigiste rápidamente hacia la puerta del servicio para salir de
allí. Pero al abrirla lo viste, él estaba ahí... El monitor del gimnasio se
disponía a entrar en el servicio en el momento en que tú salías, con lo que
chocasteis empujándote él para adentro. Durante un momento os mirasteis. El con
cara de asombro y tú, con una cara de vergüenza y al mismo tiempo miedo. El
sonrió al ver tu cara y torció la mueca a una sonrisa maliciosa. Pudiste leer
su mente: ¿Qué haces tú aquí? Viste que te observaba de arriba abajo. Estabas
paralizada. Y al mismo tiempo notabas la humedad de tus piernas, los pezones
duros y tus pechos con un peso como el que nunca habías sentido. Y un leve
gesto te delató. Te pasaste la lengua por el labio superior mojándotelo. Él lo
advirtió y cogiéndote de los hombros te empujó levemente de vuelta al escusado,
cerrando su puerta detrás. No hacían falta palabras. Da igual lo que él
pensara. Tú tenías que poner caliente a uno del gym, y él te iba a sacar del
apuro.
Te metió las manos bajo el top, levantándotelo con
facilidad. Dejando al descubierto tus pechos que por la excitación parecían
haberse agrandado dos tallas lo menos. Vio los aros en los pezones y los chupó
tirando con los dientes de ellos. Luego los retorció, y tú apartaste tu cabeza
soltado un gemido que esperaste no ser demasiado fuerte para que nadie lo
oyese... Era un poco salvaje con tus pezones, pero eso te gustaba. Junto a su
cuerpo musculoso parecías una pequeña muñeca de trapo. Por un momento
fantaseaste cómo sería que te levantase y te manejase como él quisiera. No se
anduvo por las ramas. Metió sus manos bajo el top y notó todo lo chorreosa que
estabas. Sin compasión frotó sus dedos entre tus labios y los pellizcó. Qué
puerco. Reconociste que sabía tocarte, y que si seguía así por mucho tiempo te
correrías. Así que le sacaste la mano de la que ya había introducido un dedo.
Te agachaste como pudiste, sin que te molestara el báter y le bajaste el short
de deporte que no tenía atado. Iba sin ropa interior, como tú y una gran polla
venosa se mostró ante ti. Viste que por su punta asomaba un poco de líquido
preseminal y sacando la lengua lo chupaste. Él te cogió del pelo y tiraba de
él. Tus labios notaron el calor de la sangre que recorría el pene en
ebullición. Le escupiste para lubricarlo rápidamente y te lo metiste poco a
poco en la boca. Entonces él en un súbito golpe te la introdujo entera, dándote
en el fondo de la garganta y haciendo que te apartaras atragantándote. Al mirar
hacia arriba viste que con una sonrisa maliciciosa se llevaba el dedo a los
labios y te decía que “silencio”. Hijo de puta, pensaste. Si al final hasta te
iba a gustar el chupársela. Empezaste a chupársela con más ahínco, cada vez
metiéndotela más profundamente. Tu boca se llenaba de babas, y de tan profundo
que entraba se te saltaron algunas lágrimas. Chupaste como si de una pajita se
tratase. Ibas a extraer hasta el último espermatozoide de sus huevos. Entonces
te cogió la cabeza e inmovilizándotela empezó a follarte la boca. Notabas como
sus embistes eran cada vez más rápidos, por lo que sabías que estaría a punto
de correrse. Cuando su cuerpo se tensó de forma que sabías que ya llegaba su
caliente esperma, sacó la polla de tu boca, para asombro tuyo y se corrió sobre
todo tu cuerpo, manchándote la cara, el pelo, el top, tu pecho... fue increíble
todo cuando echó sobre ti.
Tu lengua recorrió parte de tus labios a medida que
ibas atrayendo con el dedo el semen que había por tu cara.
Al acabar y aun con los pantalones bajados, viste que
te dijo con guasa: “Esto dejará mancha” y sonrió. Sin esperar a que te
vistieras abrió la puerta y mientras salía empezó a subirse los pantalones y lo
viste. Viste el triskel en el cachete derecho. Un movimiento tan sutil para que
pareciera que era involuntario, pero que estaba destinado a que tú lo vieras
perfectamente. Mientras él dejaba la puerta del escusado abierta y salía por la
del servicio tú te quedaste en el servicio con cara de perplejidad. Tu cerebro
aun no asimilaba lo que había visto. Sólo el sonido del móvil te sacó de tu ensimismamiento.
“De Oimar:
Vete a casa.Lavate.Esta noche a las 10 en la puerta de
tu casa,vestida como un verdadero putón.Es hora de que nos veamos.”