Pues sí, mi Señor, 21 años después y aquí seguimos, viviendo, soñando, sintiendo, amando, luchando con lo que venga, pero juntos, siempre juntos. Anhelando EL MOMENTO, ese en el que me olvido del mundo y soy libre, soy Suya, soy yo. Y mientras Le espero de rodillas, levanto levemente la mirada y el espejo me devuelve la imagen del inexorable paso del tiempo, y veo los estragos que la ineludible gravedad, un embarazo gemelar y una cesárea han hecho en mí, y por un instante, me permito ser débil y sentir que no Le merezco, que Usted merece algo mejor que yo, Su humilde sumisa. Pero al instante, veo Su reflejo tras el mío, Su mirada de deseo, de animal salvaje, y al mismo tiempo de reproche porque sabe lo que estoy pensando (porras!, me he ganado unos buenos azotes). Me acaricia, me convierte en lava, y me riñe por convertir la ofrenda del tiempo y el tributo pagado por nuestros retoños en un complejo. Así que, ante la perspectiva de lo que se me viene encima, bajo la mirada y me entrego, como siempre, como nunca, porque solo mi Señor sabe lo que necesito, sabe convertir mis miedos en valentía y mis complejos en regalos. Gracias, Amo, una y mil veces...
Su eterna sumisa, anya.