Soy una chica inteligente, culta, dulce, delicada, muy esteta.
Llego aquí, con una preciosa experiencia. Una relación de dos años con un hombre excepcional que me hizo descubrir este mundo. No creo que hubiera podido hacerlo de mano de mejor Amo. ¿Por qué? Por tratarse de un mentor que tenía como bien más preciado mi delicadeza, un hombre como debería serlo todo aquel que aspira a estas prácticas. Maduro, equilibrado, protector, exigente y ante todo humano. Mi mentor ha sido capaz de enseñarme la disciplina e intensidad que no termina convertida en una herida, o haciendo tumores de heridas arrastradas.
Como podrán apreciar, me han enseñado bien. He aprendido a través del amor, no del maltrato. No puedo aceptar el dolor como simple juego caótico, o válvula de escape de gente que desconoce lo que es amar al prójimo y pretenden, del BDSM un mal trato consensuado.
Para mí, el BDSM es un medio para llegar con los sentimientos más profundos a una expresión más elevada. Una sublimación a través de los sentidos. No un camino para que personas dominantes con notables dificultades para un amor convencional, den rienda suelta a sus propias frustraciones e inseguridades, anulando soterradamente al otro. El BDSM debería ser ante todo una expresión superior, no inferior de las capacidades humanas. Ante un hombre así, sí, me postro.