Atada a Usted, me siento libre.
Postrada a sus pies, soy feliz.
Junto a Usted, cada vez me siento más yo, pero sé que sin Usted también todo acabaría en cuestión de décimas de segundo.
Mi Señor, poquito a poco recorremos el camino, vamos despacio sí, pero asegurando cada paso y siempre decididos a avanzar cada día más, siempre con nuestras manos enlazadas.
Sabemos que aún nos queda una vida entera por aprender y experimentar, por ser conscientes realmente de toda la magia que nos rodea; sabemos también que ningún camino fue asfaltado con pétalos de rosas, sino que también fue hecho con sus espinas, pero sé que a su lado jamás me rendiré, porque está conmigo, me cuida, me protege, me hace sentir viva.
Precisamente por todo ello, me gustaría dedicarle este post, porque sí, porque me da la gana, porque Usted se lo merece por ser tan grande, tan especial, tan tierno y perverso a la vez, por ser tan ardiente, por enseñarme tantas cosas diariamente, por su apoyo, por regalarme cada una de sus sonrisas por cada reto que cumplo, o simplemente por verme esforzándome en ser mejor cada día sólo por Usted, por ser mi motivación.
El Muro