A un mes sin Su presencia, aún Le siento junto a mí, Señor. La caricia de Su voz. Sus juegos mentales para hacerme creer que iba a pedirme cosas imposibles y luego, cariñoso pero firme, confesarme que era una prueba. Y decirme que era la mejor sumisa que podía tener. Que estaba orgulloso de mí. Mi sonrisa impaciente al expresármelo, deseando saber cuándo estaríamos juntos. Su calma ejemplar, transmitiéndome esa paciencia que Usted iba enseñándome. La autoconfianza ganada por ir superando retos de Su mano. Lo mucho que me protegía. No consintiendo jamás hacer nada que me perjudicase al nivel que fuera. Ni aunque fuese idea mía.
Acostumbrándome a esta impuesta ausencia, aún me noto Suya. Y Sus palabras azotan mi mente con firmeza, pausadas, seguras "Eres Mía, gatita". Y todavía me siento plena. Suya por completo en este limbo extraño. Yo sí que tuve el mejor Amo que podría haber tenido. Y un placer agridulce me cubre tratando de darme paz. No solo hay tristeza. También soy afortunada por haberle pertenecido.
El Muro