EL
SECRETO DE PETER PAN
Una mañana cualquiera después de levantarme,
me dispuse a desayunar y tomar fuerzas para el nuevo día. En la cocina me
esperaba, como era habitual, mi inseparable taza de leche con imágenes grabadas
de Peter Pan y Campanilla. A veces pienso que de niño fui un sucedáneo de Peter
Pan aunque no salí de la factoría Disney porque con los años comprendí que la
genialidad era repartida por Dios con tacañería y para eso hay que tener una
serie de cualidades que yo, en algunos aspectos, nunca tuve.
Mi mente pensaba en qué hice con el Peter
Pan que guardaba y que ahora era adulto cuando, de momento, una fuerte luz
acompañada de un fogonazo salió de mi taza de leche dejando en el ambiente un
polvo suspendido. Esparcí con mis manos el aire hasta que se disiparon las
estelas de las cuales emergió Campanilla que con su vuelo moscardón molestó el
espacio vital que me rodeaba para mi tranquilidad.
-.Basta! Márchate de aquí! Sólo haces que
interrumpirme! –le recriminé.
Ella sin hacerme caso, y todo lo
contrario a mis órdenes, empezó a reírse de mí y de mis palabras y entonces
quise cogerla y amarrarla entre mis manos pero aquella muñequita se escapaba
entre mis dedos elevándose en el aire y suspendiéndose en él ayudada por sus
alas.
-.Tu sumisa ideal no existe, desiste, no
la encontrarás! –gritó evadiéndose fácilmente de mi.
Quise abofetearla pero mis manos sólo
alcanzaban a golpear el aire inútilmente. Su rebeldía hacía presentarse ante mí
de forma insolente y vulgar que me sentía impotente de reprenderla y
sancionarla como se merecía y como mi virtud y honor ejerce de {Rey}. Calmó mi
ansía una estela del cometa que volaba apareciendo Peter Pan: Mi ángel de la
guarda, que redujo su tamaño a imagen y semejanza de Campanilla.
-.Majestad! Majestad! –gritó mi nombre
queriéndome ayudar para sancionar a Campanilla. Ésta, al verlo, empezó a huir
pavorida y asustada pero Peter Pan la alcanzó inmune a sus polvos de hadas.
Tenía que ser castigada bajo las acusaciones de insubordinación y descaro hacia
mí y para ello cogió Peter Pan cuatro cuerdas metálicas de mi piano con las
cuales ató las muñecas y tobillos de Campanilla. Ella estaba sujeta sobre mi piano
y las cuerdas tensaban sus extremidades mientras gritaba angustiosa su bondage
pero su fuerza era contrarrestada por sus ligaduras y su ansia por escapar
dejaba en su piel la marca de las cuerdas llegando casi a desgarrar su piel por
lo que sus gritos se hicieron más agudos condenada a la esclavitud de su
dominio; todo ello engrandecido por el poder de tales cuerdas.
Desgarró, entonces, Peter Pan su ropa
dejándola desnuda y advirtiendo yo sus pechos adolescentes, duros, firmes y
tiesos, observando que el vello púbico de su sexo delataba la virginidad de su
pureza como si se tratara de una chica de dieciocho años de edad con su cuerpo
y espalda desnuda a merced de su verdugo alimentando la duda si poseerla y
amarla o complacerse y azotarla.
Encendí una vela roja para iluminar el
acto y que sirvió para que su cera ardiente la derramara Peter Pan por la
espalda y el trasero de Campanilla mientras los ecos de sus gemidos se hicieron
lamentos cuando sentía la temperatura de la cera cada segundo que se solidificaba
en su cuerpo sometiéndose a la doctrina de la disciplina china. El color de la
cera roja magnifica el acontecimiento de la dominación y le da al momento un
valor especial ya que luego se confunde su color con el dejado en la piel por
los azotes y esa confusión crea el encanto de poder llevar a la sumisa hasta el
mismísimo infierno para elevarla, luego, al reino de los cielos.
Peter Pan se quitó su cinturón, lo
blandió en el aire y el chasquido agudo terminó en la espalda de Campanilla y
su grito en el aire firmó el lamento que sale del alma de un ángel a medida que
mi silencio contaba los azotes y veía que aquellos flagelos coloraban la piel y
marcaban su espalda y su trasero dejando en su cuerpo el sello cruzado de las
marcas de la D/S. Al décimo azote el cuerpo de Campanilla ya estaba magullado y
ella estaba llorando amargamente. Me sentí identificado con aquel placer de
dominación pero también con el dolor del castigo que disciplinaba su rebeldía y
creí desmesurado seguir con aquella dulce pena. Violentamente paré con mi mano
el brazo ejecutor de Peter Pan diciéndole enérgicamente:
-.Basta! Ya vale! Es suficiente!
Una mirada de rabia, como de
insatisfacción por no haber acabado el trabajo, me lanzó Peter Pan pero al ver
mi seriedad no pronunció un reproche. Desaté a Campanilla que estaba temblando
no sé si del frío que traspasó su cuerpo o de la amargura de verse desolada. En
ese momento Peter Pan se inundó en el instante y se cloroformó del morbo de
dominar a Campanilla que violentamente la sujetó por sus manos inmovilizándola
con su fuerza masculina.
El ardor de su lengua fue directamente a
tocar sus pechos firmes donde sus labios mordisquearon la aureola de sus
pezones que se excitaron y recorrió sus formas redondeadas concéntricas para
caer por el canal de su pecho hasta llegar al sexo virgen de Campanilla donde,
allí, su monte de venus abría la imaginación a nuevos placeres, sumida en su
sumisión por estar escarmentada de haber sido conmigo indisciplinada. Peter Pan
estaba muy excitado y su sexo erecto delataba las ganas de beberse la piel
adolescente del virgo de aquel ángel de mujer que era Campanilla. Su erección
trazó el camino por los labios del sexo de Campanilla y antes de entreabrir
aquella fruta prohibida del deseo, golpeó el clítoris con su pene para
estimularle el placer hasta que la sintió húmeda y mojada con su dominio.
Una mirada de complicidad afirmó mis ojos
testigos del momento a la cual Peter Pan asintió introdujendo su pene depilado
en el sexo cerrado de Campanilla. Sus ojos me miraban deseando estar dentro de
ella mientras yo aprobaba el acto con celos. Un leve gemido en forma de susurro
salió de los labios de Campanilla y el grito del placer que no pudo reprimir
silenció su virginidad y su secreto mejor guardado lo entregó a Peter Pan
convertido en su Dómino siendo esclava de su Señor y Amo.
La vela roja que iluminaba toda la escena
tenía cera lista para ser vertida, mi piano fue el escenario de tal solemne
acontecimiento, mientras mis ojos tácitos y cómplices eran testigos de aquel
dolor del cinturón de flagelo convertido en llanto y reencarnado en el placer
del sexo desvirgado con la magia de Peter Pan siendo por siempre jamás su
íntimo secreto. El mismo encanto que envuelve mis palabras contiene esa magia y
ese polvo de hadas que lleva Peter Pan con el mismo secreto que es también el
mío.
Publicado
por: Rey, en Disciplina China