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    Tener fe en tu Dominante conlleva no tener miedo

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    Mi primer sometido es mi control, siempre está a mi servicio

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    Manejar el silencio es más difícil que manejar el látigo

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    Mi alma necesita tanto mimo como mi cuerpo castigo

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    Después de una sesión, la mano que te domina te debe acariciar

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    El precio de Dominar es la responsabilidad

Revista Muñeca Sady nº 7 y 8 | Foro

DomIU
DomIU Abr 9 '15

1.982 LA PRIMERA REVISTA (3)

En este escrito os dejo una pequeña miscelánea de los números 7-y 8 de la revista Muñeca Sady que si queréis  información sobre ella la podéis encontrar en este mismo apartado en las entradas anterioesr.

Como curiosidad de stos dos números comentar que en el numero  7 hay un cuestionario para orientar el contenido de la revista, se parece a cualquier cuestionario de cualquier página web actual. Las cosas no cambian.

Después de la publicación nº 8 la revista se murió por lo que todos sus seguidores nos quedamos huérfanos y tuvimos que volver a las publicaciones de comics para ir aumentando nuestros pequeños conocimientos de maneras y formas de ver este apasionante mundo.

No fue hasta 1.985 que apareció una nueva revista “Sado Maso”, pero esto, más adelante ya lo trataremos.

Como siempre os dejo un par de escritos para vuestro deleite.

TRANSCRIPCION DE UNA CRONICA DE CAUTIVERIO REVISTA Nº 7

Les envío este relato verídico, porque la mayoría de los que ustedes publican tienen muy poca gracia. Si insertan éste, convendría ilustrarle con fotos adecuadas de las que naturalmente, yo no dispongo.

 M. -La conocía des-de niña, dada la relación que he tenido siempre con su familia. Ahora vive sola, con su madre viuda, y tiene 38 años. Yo voy por los 52. Siempre habíamos mantenido una amistad no muy íntima. Hablábamos de libros, teatro, cine, pero de manera superficial, ya que casi nunca se mezclaban, en nuestras conversaciones, nuestros sentimientos o inquietudes. En aquella época la madre de M. tenía 68 años y yo la visitaba periódicamente por cuestión de negocios, pero nunca me había unido a ella un vínculo sentimental. M. era un poco rara y no se llevaba muy bien con ella. Era hija única y, después de la muerte de su padre, acaecida hacía cinco años, las relaciones con ella eran poco cordiales. La testarudez de M. provocaba frecuentes discusiones entre ambas, en las que yo procuraba no intervenir. 

El relato de lo que nos ocupó da comienzo una tarde de este último otoño, en que, al llegar yo a la casa tardaron mucho en abrir la puerta. L., la madre, abrió al fin, excitada y nerviosa y al preguntarle qué pasaba, me dijo que Marta llevaba cuatro días en la cama afectada de gastritis y con un empacho fenomenal. Tenía fiebre y el médico había recetado unas lavativas. M. se había negado en redondo a que se las pusiera y ella había llamado al médico, que le dijo que buscara una enfermera o un practicante que la ayudara, porque era algo que convenía hacer. Se disponía a hacerlo así, a pesar de los gritos e insultos de M. 

Mi presencia le pareció providencial, porque yo, al fin y al cabo, era gran amigo de la familia y conocía a la chica desde pequeña. Entré en la habitación donde se encontraba M. arrebujada en la cama, roja y como un tigre presto a saltar, e intenté convencerla con buenas palabras, quitándole importancia a la cuestión, pues, al fin y al cabo, se trataba de un remedio que casi todos, en alguna ocasión, hemos tenido que soportar. Me contestó con muy malos modos e incluso llegó a insultarme. Quizás en otro momento me habría retirado discretamente, pero aquella vez, excitado por la idea de verla desnuda, me dispuse a prestar ayuda e indique a la madre que fuera al baño a preparar los bártulos y que yo mismo, de grado o por fuerza, administraría a M. el enema dichoso. Nos quedamos solos y, para retirar las ropas de la cama que la cubrían, después de agotar todos los razonamientos y amenazas, luchamos a brazo partido. Después de recibir incluso mordiscos, y en una lucha sorda, pues, no profirió ni un grito, conseguí ponerla bocabajo, sujetándole los brazos a la espalda, sobre mis rodillas y aprisionando las piernas entre las mías. Resuelto como estaba y muy excitado a pesar mío, conseguí bajarle el pijama y empecé a palmearle las nalgas con las mejores ganas del mundo, en una rítmica azotaina que ella encajaba r dirigiéndome los mayores insultos, pero sin levantar la voz.

Cuando sustituí la mano por una de sus zapatillas, empezó a gemir, mientras hacía grandes esfuerzos para librarse de mí, consiguiendo solamente ofrecer a mis golpes sus  desnudas nalgas cada vez más rojas. 

Les aseguro a Vds. que el espectáculo era capaz de hacer perder el control al más frío y, mientras miraba su trasero prominente, no pude evitar sufrir una fuerte erección que, supongo ella debió notar. Después de los gemidos y lloriqueos vinieron las súplicas y la total rendición. La solté, le limpié cariñosamente los mocos, de rodillas en la cama, sólo cubierta por la chaqueta del pijama, y la coloqué bocabajo con el culo en pompa,  apoyado sobre un almohadón, con las piernas bien separadas, que por primera vez me permitían admirar a placer la negra pelambrera que rodeaba su pubis, en el que se apreciaban unos labios preciosos, no muy abultados. Llamé a la madre, que acudió con el depósito lleno de agua, quedando algo sorprendida del espectáculo que ofrecía M. con el trasero como un tomate, las piernas separadas y desnuda de cintura para abajo. Tomé el aparato y le indiqué que me dejara solo con M.  para no complicar más las cosas. La introducción de la cánula en su recto fue todo un poema, pues lloraba y suplicaba que no se lo hiciera. Tenía un orificio muy estrecho que, además apretaba con todas sus fuerzas hasta que le di de nuevo unos buenos azotes que tuvieron la virtud de que se abriera totalmente. 

Pasé los dedos enardecido por su agujerito marrón perfectamente dibujado y, como si formara parte de lo necesario, introduje uno de ellos en el ano y, después, separando bien los divinos globos que lo enmarcaban, fui metiendo la cánula lentamente todo lo que pude. Y luego dejé entrar el agua. Gimoteaba y se movía. Cada vez que pretendía juntar las piernas, yo se las separaba de nuevo. Con sus continuos meneos de culo se le salía la cánula y opté por sujetarla entre mis dedos mientras posaba la punta de los mismos suavemente sobre su sexo. Estaba mojadísima e inicié con lentitud alguna pequeña caricia que aceptó sin protestar, si bien acentuó sus gimoteos, suspiros y quejas, sin dejar de mover su magnífico culito que me volvía loco. 

El espectáculo de su desnudez era soberbio y tuve que contenerme para no poseerla. Terminé lo que ella llamaba "horroroso castigo" y, al final, con cierta malignidad levanté todo lo que pude el aparato para oír sus gimoteos con mayor razón. Y justamente cuando al final le extraía la cánula tuvo un orgasmo fenomenal que agitó todo su cuerpo mientras mis dedos masajeaban su clítoris, provocándole un jadeo delicioso. 

Me despedí de su madre, que me agradeció la colaboración y supuse que al día siguiente, al repetirse la operación, no me dirían nada. Pero con, gran sorpresa por mi parte, al llegar a casa por la tarde, me llamó Lucía por teléfono rogándome que fuera a su casa porque M.  no dejaba que le pusiera la lavativa ella. De nuevo tuve que administrarle la lavativa, si bien la operación no fue tan laboriosa y casi puedo afirmar que M. se sometió de buen grado a los azotes preparatorios y a todo lo demás. 

Esta vez se la puse ella colocada sobre mis rodillas, lo que me permitió masturbarla a placer y provocarle dos orgasmos casi seguidos. Cuando la dejé estaba ruborizada y avergonzadísima, sin casi atreverse a mirarme, pero había disfrutado salvajemente. Indagué un poco sobre su vida privada y me enteré de que no había ningún hombre en ella y me entro" mucha curiosidad de saber si todavía era virgen, cosa que dudaba y me fui haciendo más atrevido en mis relaciones. 

En seguida me di cuenta de que lo que le iba era un cierto tipo de dominio. Quise comprobarlo y, en las vacaciones de Navidad, aprovechando un viaje de su madre, me hice el encontradizo con ella por la calle. Charlamos, cenamos juntos, ella muy poco, y se apresuró a decirme que es que no se encontraba bien. Aproveché la ocasión y le aseguré que, como era el enfermero titular de la casa, me ofrecía para remediar sus intestinos. Lo rechazó de plano, fingiendo enfado, pero advertí que empezaba a excitarse. Al cabo de bastante rato, dejó dócilmente que la llevara a casa. Una vez allí la traté como a una chiquilla y la fui desnudando, sin hacer caso de sus protestas mimosas, mientras calentaba el agua correspondiente. Por primera vez pude contemplar sus magníficos pechos y a continuación la coloqué sobre mis rodillas y la azoté a placer, pues comprendí que eso la ponía al rojo vivo y después le introduje un dedo en el recto bajo pretexto de facilitar la entrada de la cánula. Le enchufé su buena lavativa mientras la masturbaba entre sus incontenibles orgasmos. Aquella noche dormimos juntos y la desvirgué, pues mis sospechas eran ciertas y a sus años todavía no la había penetrado ningún hombre. Nuestras relaciones se han hecho periódicas y me ha confesado, cosa que yo ya había comprendido, que su máxima excitación la logra convirtiéndose en una niña boba y mal criada a la que hay que corregir cuando está enferma, y la sola idea de esto y de la lavativa que la espera  muchas veces le provoca ya el orgasmo. Por lo demás, es una mujer normal y, después de este "precalentamiento", como podríamos llamarlo, es capaz de hacer el amor como la mejor. Me he acostumbrado a seguirle en esta comedia hasta tal punto de que llego a disfrutar tanto como ella con nuestro juego. Un día de estos probaré a sodomizarla, cosa que no he hecho hasta ahora, porque dice que la horroriza y no quiero forzarla. Aunque quizás lo diga para provocarme a que lo haga. 

A. Barcelona 

* Felicitaciones, amigo lector. En nuestra redacción provocó "suspiros" entre las colaboradoras más contumaces y violentas erecciones entre los "fans" del enema.

TRANSCRIPCION DE UNA DE LAS ULTIMAS CARTAS DE LO LECTORES

He visto un par de números «Muñecas» (el 4 y el 6) y no puedo dejar de escribiros para haceros unas cuantas sugerencias. La primera es que metáis más variedad, y no me refiero sólo a variedad de «perversiones», sino a que haya menos fotografías por ejemplo, y más artículos serios, más originalidad también. Explicaré lo que entiendo por artículos serios: hay un cierto número de libros (extranjeros, claro) rigurosos y bien documentados que tratan los temas propios de una revista dedicada al fetichismo, al sadomasoquismo etc. Como por ejemplo, «The ocuter fringe of sex», «Metafísica del sexo» etc. No se trata de introducir artículos soporíferos, sino de exponer la base y explicar la estructura de unos gustos sexuales, «bizarres», desde luego, pero tan legítimos como cualquiera. También, debería haber algún artículo sobre la relación entre las perversiones y ciertos aspectos de la vida moderna, como la moda, el rock (Qué artículos más buenos se podrían hacer sobre el sadomasoquismo en el rock, desde temas como «I wanna be your dog» (Stóoges) al «Whips & Furs» (vibrators) pasando por el «Look» de Alice Cooper, Tubes etc...). Sería indispensable incluir una sección permanente de bibliografía que informara sobre otras revistas, dedicadas al tema, extranjeras. El comic que incluís ahora es de una calidad bajísima, hablando francamente. Y no lo entiendo, porque en el campo del «bondage» hay dibujantes maravillosos (Willie, Stanton, Jim, Eneg, Bisjop...) que han hecho más por el sadomasoquismo que todas las revistas de fotos modernas. ¿Tan difícil es conseguir los derechos de reproducción de estos autores?.

En Francia se les edita de un modo digno («Humanoides», De Leroy), y en Italia lo mismo. Incluso en España un I dibujante que firmaba «Blas», hizo en los dos primeros números de «Bazaar» dos pin-up sado, a la altura de los mejores dibujantes. ¿No se podría mejorar la calidad de las fotografías por lo que respecta a su impresión? Las fotos en blanco y negro están por lo general mal reproducidas. Quedan muy oscuras. Debéis remediar esto, aunque sea aumentado la calidad del papel y, por supuesto, el precio. 

Y esto me lleva al último punto de mis críticas: vosotros mismos decís que cultiváis un género refinado, y efectivamente lo es. No queréis hacer una revista para masas. El «bondage», el sadomasoquismo Siempre han sido y serán propios de una élite (estoy seguro de que eso no impedirá que la revista pueda llegar a ser rentable económicamente). No habría que dar demasiada importancia a la sección de «contactos». En el número 6 todas las demandas proceden de varones, ni una sola de mujeres. Está comprobado que las mujeres constituyen una ínfima minoría en este campo, si descartamos las profesionales. 

Cualquier estudio sexológico serio documentará esto. Podéis tener complicaciones con este tipo de anuncios. No basta advertir que no se tomarán en cuenta las cartas que solicitan menores... Ciertamente, no todo van a ser críticas (espero que las mías os resulten «constructivas». Las portadas suelen ser de muy buen nivel y la idea de hacer números monográficos y especiales de relatos y comics es francamente buena. No estaría de más que citarais la procedencia del material gráfico. (Más que nada para que cada uno pueda hacerse idea de la calidad de las publicaciones: p.e. utilizáis fotos de buenos libros como «La musee du fetichisme» «Hygh Heels», y otros de revistas escandinavas no tan buenas...). ¿Podéis enviarme contra-reembolso los 6 primeros ejemplares de la revista? No los envío en esta larga carta para su publicación, pero si deseáis publicar algún párrafo quisiera que los firmarais con mis iniciales. Gracias, y me despido con el deseo de un feliz porvenir para vuestra revista.0 

E.R. - 

Gracias a ti. Esperamos que cada número te complazca más.


Archivos adjuntos:
  Muñeca Sady nº 7 y 8.pdf (1489Kb)

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