Nada existe más gozoso que entregarse, ofrecerse plenamente y abandonarse en el erotismo de complacer, de sentir cómo cedes tu persona a alguien que la recoge y la convierte en objeto de su propio placer.
Ser nada más que el deseo del otro, el objeto preciado y despreciado de la atenta mirada de quien te recibe. Entrar en la comunión del deseo de dar y recibir, darte y recibir, darte y recibir, darte y recibir… Juego cíclico de sensaciones compartidas íntimamente, donde el goce de ambos no tiene más límite que el respeto profundo que ambos se profesan.
El paraíso de las normas impuestas desde el deseo. Acatadas desde el deseo de sentirte el instrumento del poder. La razón jugando un papel secundario, al servicio de la pasión de someterse. No hay razones, hay actos, a veces dirigidos desde palabras, a veces desde los gestos, expresados y observados mutuamente, tejiendo la trama de la pasión, encendida por el instinto de posesión.
Poseer y ser poseído, el motor del ego. Los polos opuestos del mismo segmento que cuando se accionan armónicamente, se unen en un círculo de placer en el que ambos se confunden.
¿Hay algo más erótico, que el instinto de poder, de dominar, de ser el dueño absoluto, como un dios con su creación?
¿Hay algo más erótico que ser la posesión, el juguete de ese dios?
¿Entregarte a su poder, abandonarte a su dominio, acatar su voluntad y olvidar la tuya?
En la entrega, se produce el milagro, y el instinto de poder, que es lo que erotiza la relación, toma cuerpo y se adueña de los dos seres que están en escena. Ambos gozan de ese poder en posiciones complementarias, uno ejecuta y actúa, el otro responde a esa acción. Ambos sienten la posesión en sus venas y en su mente.
Cada uno ocupa su posición, elegida desde carencias y deseos recónditos de la infancia y la adolescencia.
Por eso la entrega, es un sexo más elevado, cuando se ha conseguido la comunión. El acto físico sexual se sublima, lo que hace que el goce sea más alto.
Cuando las pasiones humanas se subliman por medio de la mente, la persona puede llegar a estados elevados, que están más cerca del espíritu.
En las relaciones BDSM, ocasionalmente, se pueden llegar a estos estados profundos. Sin embargo, esto es difícil, ya que la mayoría de los que lo practicamos, lo hacemos de una forma más banal. Pero incluso así, son relaciones muy intensas que producen un gran placer y marcan otra forma de sexo, en el que intervienen factores que están socialmente cuestionados.
Atreverse a pasar esa barrera moral, y explorar en compañía deseos recónditos e íntimos, donde el placer y el dolor juegan complementariamente y éste incrementa al primero. Atreverse a dejar atrás prejuicios y normas moral-sociales, donde sometido y dominante no son juzgados ni cuestionados, simplemente actúan complementariamente para enriquecerse. Atreverse a ser un objeto preciado al antojo del deseo del poderoso. Atreverse a someter a los deseos de poder, a otro que se entrega al dominio. Es una experiencia profunda y rica que permite volar más alto y expresar sentimientos que anidan dentro de cada uno.
Artículo de la desaparecida jarretbdsm.net