Siempre había tenido una gran curiosidad, aunque nunca la necesidad real de ir más allá. Buscar cosas que siempre se me habían negado y que tampoco me había atrevido a pedir. Cosas que tal vez la mayoría veía como una locura.
Estar de nuevo sola, después de tantos años me hizo sentir diferente, sentir que me abría como una flor, a nuevas experiencias, nuevos sentimientos, una nueva vida.
Leer aquellos relatos fue el detonante. Sentí tal empatía con sus personajes que quería sentirme como ellas, notaba que crecía en mi como una especie de envidia por lo que sentían, de algún modo sabia que lo necesitaba.
Quedé con El. Nunca había hecho algo parecido. Todo lo que había vivido, lo que había aprendido en mi vida me decía que no debía hacerlo, pero algo en mi interior me gritaba, me rogaba que mirara hacia delante, que me olvidara de todo lo que había atrás y lo hiciera.
Estaba inquieta, nerviosa, de repente me convertí en un autómata, dejándome llevar por los engranajes de aquella situación que yo misma había buscado, y sentí miedo. ¿Y si yo no servía para eso? ¿Y si me había dejado llevar por ideas fantasiosas de las novelas y por mi propia imaginación? En cualquier caso quería estar allí, lo necesitaba, podía sentirlo.
Aún puedo notar sus manos sobre mi. No imaginaba que yo podía sentir eso. Aquel momentáneo dolor recorría mi cuerpo hasta convertirse en un calor que descendía intensamente hasta mi entrepierna y la volvía cada vez más húmeda. Aquel intenso dolor se convertía en placer.
No podía acabar de creer que la que estaba allí fuera yo. Estaba desnuda, expuesta, pero dejé de sentir vergüenza. El cuerpo que llevaba tantos años rechazando, de repente se convirtió bajo su mirada fría y desafiante en algo hermoso, bello, como una mariposa que se descubre a sí misma después de la metamorfosis. De repente sentí la necesidad de mostrarlo, de desinhibirme por completo ante ese hombre.
Cerré los ojos y me deje llevar. Aquella era sin lugar a dudas la experiencia más intensa y a su vez desconcertante de toda mi vida.
Aquel hombre me pareció frío, distante, su mirada era penetrante y su dulce voz se había tornado dura e implacable. En todo ese tiempo, no deje de sentir miedo e inquietud, pero esos sentimientos se convertían en un placer intenso que me hacia gemir cada vez que ponía sus manos sobre mi.
Estaba excitada, sudando, temblorosa y totalmente a merced de aquellas implacables manos que se cernían sobre mi, despertando cada uno de mis sentidos, como si no fuera a ser capaz de negarme a cualquier cosa que El me ordenase. Por momentos pensé que dejaría de ser yo, que saldría de mi cuerpo y me limitaría a verlo todo desde fuera como si de un morboso observador se tratase.
Una parte de mi seguía revelandose a todo eso, a todas esas sensaciones contradictorias, pero la otra me hacia ver que realmente anhelaba aquello, lo necesitaba fervientemente, necesitaba seguir allí, que aquello no acabara nunca.
Algo se despertó en mi, algo que sabía que siempre había albergado en mi interior pero nunca había permitido que saliera. Ese cúmulo de sensaciones y sentimientos encontrados llevaron a mi cuerpo a reaccionar, como una explosión en la que sabía que jamás podría volver a retener todo aquello dentro de mi.
Por la mañana me sentí extraña, como fuera de lugar. Pero por alguna razón seguía sintiendo esa sensación de liberación, y a su vez de inquietud por estar allí con el.
Nos despedimos. Sujetó mi barbilla con dos dedos y me besó. En ese momento frío y desconcertante sentí un escalofrío seguido de una punzada de dolor que me hizo pensar que no lo volvería a ver, que no volvería a saber de El. Así fue.
De algún modo, tal vez sin quererlo, aquel desconocido me regaló algo. El primer paso. Un paso firme que se dirigía hacia una nueva vida, esa vida que llevaba tiempo queriendo vivir. Esa en la que dejaría de una vez por todas de pensar para empezar a sentir.