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Deseo | Foro

una
una Ago 19 '13


Aquel había sido un día duro, hacía mucho calor y el trabajo se había hecho muy pesado, cuando llegué me di un baño para relajarme y me acosté temprano. Llevaba días sin poder conciliar el sueño. En pocos minutos caí rendida por el sueño y el agotamiento y me dormí.

El roce de unos dedos en mi muslo me despertó, confundida, miré a mi alrededor con los ojos todavía entrecerrados. Estaba en un coche, con un hombre, tenía la cabeza apoyada en su pecho muy cerca de su cuello, podía oír el latido de su corazón y notar su aliento en mi piel.  Él  me rodeaba con un brazo, acunándome mientras con los dedos de la otra mano rozaba mi muslo suave y despacio, con movimientos acompasados. En uno de esos movimientos sentí un escalofrío igual que el que segundos antes me había despertado. Cuando por fin reaccioné, quise quejarme pero las palabras parecían no querer salir de mi garganta. Intenté cambiar de posición, tensé todos mis músculos pero cuando iba a moverme, él me sujetó manteniendo mi posición. “No te muevas”.

No dijo nada más. Su voz era dulce y serena  pero su orden fue contundente, por alguna extraña razón me sentí obligada a obedecerle.

La situación me parecía de lo más rara. No conocía a ese hombre,  acababa de despertarme junto a él, en un coche que se dirigía a algún lugar que yo desconocía,  y por alguna razón que aun no lograba entender, yo no estaba poniendo resistencia alguna, es más,  me sentía extrañamente excitada, confundida, y deseosa de saber a dónde me iba a llevar todo aquello.

Aquel desconocido me provocaba una sensación de calma, de tranquilidad, como si nunca en la vida hubiera estado más a salvo que en ese preciso momento, junto a él.

Volví la cabeza hacia arriba para mirarlo, la oscuridad no me dejaba ver su rostro, podía sentir su calor, la dureza de su musculatura tensándose cada vez que hacia el más mínimo movimiento  para rozarme o acomodarme mejor junto a él. Le pregunté cual era su nombre, por cómo me trataba estaba claro que debía conocerme pero yo no sabía nada de él. Sus palabras fueron  igual de escuetas que en el momento anterior, cuando quería zafarme de él, solo dos palabras, “Llámame Señor”.

De repente el coche se paró. Él se volvió hacia mí liberándome de su abrazo. Antes de salir del coche me tendió una caja y me ordenó que me desnudara y me pusiera solo lo que contenía en su interior. De nuevo obedecí. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué no podía negarme a lo que ese desconocido me pidiera fuese lo que fuese?

En el interior de la caja había unos zapatos negros con un tacón de vértigo precioso, un camisón negro de satén, una cinta de la misma tela  y color que el camisón y una nota que explicaba para qué era la cinta. Debía taparme los ojos con ella. Volví  a obedecer.

Un escalofrío seguido de una fuerte sensación de calor me recorrió todo el cuerpo cuando se abrió la puerta. Noté el roce de sus dedos en mi antebrazo antes de cogerme la mano con delicadeza y ayudarme a que saliera del coche. Empezamos a caminar y las piernas me temblaban, sentí que me desplomaría en cualquier momento, pero él me tenia sujeta, me sentía segura con él. Podía sentir en su interior una fuerza que me atraía a la vez que me hacía saber que él me cuidaría. Tenía el control y yo, simplemente me dejaba llevar. Entonces supe que eso era  lo que necesitaba.

Pude oír el sonido de una puerta y me introdujo en lo que debía de ser una sala grande por el eco en su interior, la puerta se cerró detrás de nosotros.  Mis sentidos se agudizaron de repente y sentí algo de miedo y excitación a la vez. Un fuerte olor a cuero y a sexo invadía mis fosas nasales, podía oír los gemidos, sonidos de cadenas, chasquidos seguidos de gritos que parecían ser de placer, todo envuelto por una suave música de fondo.

Perdí  el control de mi cuerpo, noté que comenzaba a temblar cada vez con más intensidad a la vez que podía sentir el calor del cuerpo de aquel desconocido cada vez más cerca de mí, fundiéndose con mi cuerpo, haciendo que me tranquilizara.

 Me susurraba en el oído palabras que yo sentía como un bálsamo, suave, como una promesa. Me dijo que iba a sentir cosas que jamás había sentido, que me notaría extraña, y que si en algún momento me sentía incomoda o mal que se lo dijera y de inmediato todo acabaría.

Hizo que me sentara en lo que parecía ser un banco de cuero. Sus manos se posaron sobre mí y en ese momento noté que mi entrepierna se humedecía cada vez más, introdujo dos dedos en mi interior, segundos después los sacó, pude notar su aliento y su lengua penetrando dentro de mí, haciéndome sentir la excitación cada vez con más intensidad.

De repente me puso boca abajo, apoyada en el banco, acomodó mis manos cerca de mis tobillos y noté como me los ataba, tenía la cara pegada al cuero y el culo levantado, expuesto. Por unos segundos sentí pánico. El debió notar mi reacción y se acercó a mi oído para tranquilizarme,  noté su caricia en mi mejilla y en mis labios.

Pude sentir su suave caricia en mi culo hasta que de pronto levantó la mano y la soltó dándome un fuerte golpe en una de mis nalgas. Gemí. Me sorprendí a mi misma oyendo que ese gemido no era en absoluto de dolor, sentía placer.

Volvió a golpearme y a acariciarme una y otra vez en ambos lados de mi culo. Yo ya estaba fuera de mi, solo podía oír su mano desplazándose hacia mí para golpearme, solo podía sentir placer, dolor, ya no sabía lo que sentía realmente, solo que estaba sintiendo lo más intenso que había podido sentir jamás.

De pronto me golpeó más abajo, rozando mi clítoris con la punta de los dedos al hacerlo y esa increíble sensación me hizo explotar con tanta intensidad que pude notar cómo me derramaba por las piernas hasta las rodillas. En ese momento todo mi cuerpo flaqueó, no podía mantenerme, sentía que no tenía fuerza, una sensación como si me fuera a desmayar en cualquier momento.

Me desató, me puso en su regazo y me rodeó con sus  brazos, supe en ese momento que me poseía, que era irrevocablemente suya,  luego  me besó con tanta intensidad que sentí que me quedaba sin respiración, sentí como si ese momento fuera a ser eterno, y noté el sabor de las lágrimas que brotaban de mis ojos. Sentí que los ojos me pesaban y se me iban cerrando por momentos, hasta que me dormí.

Desperté en mi cama, aun podía notar el calor de sus manos sobre mi cuerpo, pero estaba sola, como siempre, había sido un sueño, el deseo de que en algún lugar existiría el hombre que me regalaría esas sensaciones que yo nunca había experimentado, que solo había sentido en sueños, el que tomaría mi dolor y mi placer convirtiéndolo en uno solo, al que un día podría entregarme por completo, Mi Amo, Mi Señor.

 


Vera.

El mensaje en el foro es editado por una Ago 19 '13

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